Desde hace unas semanas, mi madre y yo, tenemos mucho más contacto del habitual debido a un drástico cambio de sus circunstancias.
Como está en una fase rememorativa, me cuenta muchas cosas de mi familia, me habla de mis abuelos y de su vida con ellos o de los primeros años de su matrimonio, que aún eran felices.
El otro día, mientras me hablaba del período en el que ya estaba separada de mi padre, me dejó caer entre frase y frase, así, de modo casual, que mi vida había sido mucho mejor que la suya.
No es algo nuevo, desde que tengo uso de razón, viene machacándome con que yo he tenido una vida mil veces mejor que la suya, más feliz, más plena, con menos carencias, etc.
Para ella el hecho fundamental, es que yo tengo pareja mientras que ella perdió a las dos que tuvo, por lo que en su mente, una mujer sola siempre será desgraciada y una mujer acompañada no.
Mi madre, como tantos hijos de la posguerra, tuvo una infancia dura, sus padres, muy humildes, le dieron lo que pudieron, y según ella misma, eso fue suficiente.
Pero sus padres, la quisieron con locura y fueron unos padres cariñosos que la apoyaron en todo, siempre, tanto en sus decisiones como en lo económico.
Mi madre siempre ha vivido bajo el ala protectora de un padre que se ha desvivido por que no le falte nada, que se ha hecho cargo de todo cuando ella no ha podido, y ha tenido una relación estrecha y muy buena con su madre, con la que se llevaba a las mil maravillas.
Sus padres no le dieron una vida perfecta, pero ella fue una hija querida, protegida y segura, a la que no le faltó de nada de lo que realmente importa, con una infancia muy feliz que recuerda con cariño.
A pesar de la difícil separación de sus padres y el terrible precio social que mi madre pagó por ello, siguieron a su lado, cada uno a su manera, y siempre fue lo primero para ellos.
Yo no tuve una infancia feliz, y tampoco una buena adolescencia.
Crecí en un hogar roto, sin afecto, con unas normas estrictísimas imposibles de cumplir.
Mi hermano y yo, fuimos rehenes de una guerra interminable entre mis padres, que ni una sola vez antepusieron nuestro bienestar a sus rencillas, fuimos desatendidos en todos los aspectos por mi padre en incontables ocasiones, y machacados por nuestra madre día tras día por el simple hecho de ser hijos de nuestro padre.
No recibimos apoyo emocional, por que siempre estuvimos bajo sospecha de ser los peores hijos del mundo.
No recibimos apoyo económico, por que no nos lo merecíamos.
Mi casa fue un infierno.
Mi hermano y yo llevamos toda la vida pagando las secuelas de una infancia terrible, tratamos de recomponernos como podemos, de superar nuestros fantasmas, nuestras heridas, de amar sin haber sido amados, de perdonar sin dejar de recibir ofensas, de crecer, de olvidar, pero somos personas marcadas por el dolor y la ira.
Mi madre tuve muy mala suerte con los hombres, es verdad, pero todas sus desgracias ocurrieron cuendo ella era una adulta que podía elegir, cambiar y defenderse.
Nosotros no estamos solos, tenemos a nuestro lado alguien que nos quiere y nos comprende, hemos formado nuestras propias familias y parecemos medianamente felices, pero no albergamos en nuestro corazón ni un solo recuerdo feliz y entrañable de cuando éramos unos niños y eso estará con nosotros siempre, insipirándonos para ser mejores personas, o destruyéndonos por el peso del dolor.