Lo cotidiano

miércoles, 26 de junio de 2013

Lo cotidiano ahora es:

Dormir no más de unas pocas horas seguidas.
Haber olvidado qué era la intimidad y el pudor.
 Comer por turnos.
Tener hiperdesarrollado el sentido del oído.
 Los abrazos y los besos en cualquier momento.
Apretar contra tu cuerpo a tu pequeñita en mitad de la noche.
 El nudismo tetil.
Asombrarte de lo hermosa que has parido a tu criatura.
Estar enamorada de sus cacas, de sus pipis, de sus pedos y de sus eructos.
Inventar canciones y danzas.

Empezar a sentirme madre de mi hija.

Novatadas: El calienta biberones

jueves, 6 de junio de 2013

Nada más entrar en el tercer trimestre, el hermano de mi chico nos trajo lo que sería su regalo para la bebé, un calienta biberones que nos pidió que probásemos corriendo por qué en la tienda le dijeron que no daban garantía sobre el producto más allá de los 15 días.

Yo no me lo creí pero de paso lo probamos rápido a ver qué era aquel invento desconocido para nosotros hasta el momento.
Cogí las instrucciones, me las leí en diagonal y a toda leche y lo enchufé a la corriente.
Como ya tenía algún que otro biberón comprado, lo llené de agua y lo puse en el calienta biberones y a esperar.
Según las instrucciones, la luz del piloto se apagaba cuando el biberón estaba caliente, así que cuando se apagó, cogí el bibe y lo toqué.
Frío.
Lo volví a probar, esta vez subí la potencia, se apagó la luz y lo toqué.
Frío.
Nada, a repetir, subí la potencia al máximo, ya que sólo hay tres posiciones y a esperar, el piloto que se apaga super rápido como las otras veces y frío como las otras veces.
Se lo comento a medio pomelo y se empieza a mirar el cacharro, hace sus pruebas con el mismo resultado.
Biberón frío.
Le damos vueltas y más vueltas al tema hasta que le digo, que le voy a echar un ojo a internet y ahí es donde descubro que si no lo llenas antes de agua, no calienta.

En fin, nuestra primera novatada parental.

Los peligros de la intimidad

lunes, 3 de junio de 2013

El miércoles pasado fuí a hacerme una ecografía en los pechos al centro de la SS que me toca y en el que nunca había estado antes como paciente aunque sí como acompañante.
Tras la batalla incial de no te lleves a la niña y déjala con alguien que oigo cada vez que voy al médico y que me paso por el arco del triunfo, ya que me considero con derecho de acudir a dónde sea con mi pequeña y más en mi baja maternal, salí bien tempranito hacia en centro médico dispuesta a que me torturaran las tetas un ratito.

Nada más llegar, me senté y me dediqué a distraer a la Gremlin que estaba bastante quejica esa mañana, los asientos estaban distribuidos en una hilera unos junto a otros y estaban casi todos ocupados.
Me llamaron y metí el carrito como pude en el estrecho cubículo dónde debes desnudarte.
Me atendió una enfermera amabilísima, que me dijo lo que debía hacer, me desnudé de cintura para arriba y esperé a ver que pasaba con la peque, por qué en el cubículo sola no la iba a dejar ni de coña.
Volvió la enfermera, me trajo un trozo de papel de esos para secarte las manos en rollo que ponen en los baños, me dijo que me tapase las tetas con eso y que entrase, por qué parece que ahora batas para tapar a la gente ya no te dan, así que aquello de la dignidad del paciente como que por el forro.
Antes de entrar cerró la puerta que daba a la sala de espera con pestillo por razones de intimidad, que con que te vean las tetas los médicos es suficiente y dejó a la peque en el cubículo, yo la miré y ella dejó la puerta que suele estar cerrada, completamente abierta, me acomodó en la camilla y volvió  para estar con mi hija mientras me hacían la prueba.
Sí, era muy maja.
Me hicieron la eco, sufrí en silencio, me acordé de la parentela de la ginecóloga que me la hacía y pal cubículo otra vez, todo en orden.
La enfermera me dijo lo muy bonita y maravillosa que era la Gremlin, se despidió, cerró la puerta y me quedé allí secándome las dos toneladas de gel que me habían echado hasta en el ombligo.
Mientras me secaba la peque me miraba con atención y yo le iba hablando a volumen normal,
-Mira, la mama se está secando el gel, que hay que ver que llevo hasta en los sobacos.
Bata no dan no, pero las acciones de la celulosa fijo que suben con dos pacientes más como yo.
Nada, ahora mamá se está vistiendo.
Y así con cada cosa que hacía, y cómo ya nos tenemos confianza le expliqué que a la mañana siguiente íbamos a ver si la mami tenía o no lupus, pero que estuviese tranquila, y un montón de cosas más íntimas de las que nadie tiene por qué enterarse, vamos.
Pero es que el cubículo ese es tan chiquitín, tan acogedor en su media penunbra, con su banquito, con sus perchitas, que yo allí charla que charla con la atenta Gremlin y raja que te raja de la clase médica que últimamente me tienen un poco cabreada y claro, cuando acabo, abro la puerta y veo unas cuantas caras fijas en mi, muy muy fijas y atentas, vamos, que se les notaba muy claramente que me habían estado oyendo y escuchando todo el rato y no me extraña, por qué entonces te das cuenta de lo muy cerca que están las sillas de las puertas, del silencio sepulcral de la sala, sólo roto por la loca de la ecografia mamaria en su cubículo y queda claro que te han oído hablando de tus tetis llenas de gel, de lo que harás mañana y de lo que piensas ahora mismo de la hematóloga del hospital y te da una vergüenza que no veas.
Levantas la cabeza con orgullo, das los buenos días roja cómo un tomate y te las piras a la velocidad de la luz.
Esto de quedarte a solas con tu bebé es más peligroso que lo de ir hablando sola por la calle, por qué lo segundo al menos, lo haces bajito bajito.

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