Dos meses y tres días

miércoles, 24 de abril de 2013

Ya hace dos meses que nuestra Gremlin llegó al mundo y por descontado que nuestras vidas andan del revés completamente.

Las primeras semanas son tan duras que si lo supieses se te pasaban las ganas de golpe de ser madre.
No tienes ni idea de nada, estás agotada y dolorida hasta unos niveles que te ríes tú del parto aunque durase 12 largas horas, la gente te acosa con consejos, todos quieren ver al Gremlin pero nadie echarte una mano, tienes las hormonas y las emociones más revueltas que una coctelera, te estás acostumbrando a tu nuevo cuerpo y para eso vas a necesitar tiempo por qué vaya escabechina y sobretodo, estás aterrorizada por cagarla y cargarte al Gremlin, aunque sobre esto último no temáis, los hacen a prueba de bombas aunque a ti no te lo parezca.

Te pasas 9 meses o más mentalizándote de lo difícil que debe de ser el ser madre, pero da igual, ni que haga 5 años que lo haces, cuando el churumbel llega te pilla en bragas.
Da igual la confianza que tengas en ti misma, la edad, lo que hayas leído, flipas en colores de lo ignorante que puedes llegar a ser, de lo pardilla y hasta de lo torpe e inútil que te puedes convertir en pocas horas; que no das una, vaya.
Cada vez que alguien te pregunta si estás contenta, o peor, feliz, te entran ganas de llorar, de regalarle al Gremlin y salir huyendo a un país lejano, pero te da miedo que llamen a los servicios sociales sólo de decirlo en voz alta, sonríes y dices que sí, que mucho, que muy feliz.

Ahora todo el mundo te hablará de la luz especial que irradias, que no sabes muy bien en qué se diferencia de las que irradiabas durante el embarazo, que ya no sabes si eres una mujer o una bombilla halógena, por qué la maternidad te ha transformado tanto que aunque que salgas a la calle sin churumbel se te nota en el aura tu nuevo estado aunque tú te sigues sintiendo igual que antes, exactamente igual que antes, menos por el cansancio y el sueño, las tetas doloridas, los puntos, la falta de vida sexual, los kilos que te han quedado, la barriga flácida y la responsabilidad del tamaño de un campanario que te has echado encima, claro, pero igual, igualica que antes.

A las tantas de la madrugada, tratando de que tu churumbela duerma, noche tras noche, te sobresaltas a ti misma con ideas tan terribles que te da miedo verbalizarlas y que el mundo entero te tache de mala madre, por qué sin duda una buena madre, una madre de verdad, sólo es amor, ternura y paciencia infinita y nunca jamás, pensaría en lanzar al Gremlin ventana abajo en la enésima noche que te hace añicos el sueño y el tímpano y un sentimiento de culpa enorme va creciendo en tu interior día tras día y sobretodo, noche tras noche, hasta que la ginecóloga estirada esa que te llevó el embarazo, en la visita de cuarentena, te dice tan ricamente que los primeros meses comprendes perfectamente a esas personas que pierden el oremus y perpetran lanzamientos de Gremlins desde diversas aberturas del hogar y que hay que estar muy centrado para no hacer una barbaridad y tú te quedas pasmada oyendo a toda una señora ginecóloga de un más que reputado hospital pionero e innovador en esto de la maternidad, admitiendo todas esas oscuras maquinaciones nocturnas que pensabas que se te ocurrían a ti y sólo a ti por que eras una mierda de madre desnaturalizada, y ahora resulta que la enfermera se une al festival de barbaridades pensadas en los primeros meses y te das cuenta de que no, que no eres una mala madre, sólo una madre humana al límite de sus fuerzas mentales y físicas; o lo que es lo mismo, una madre novata.

Y te sientes mejor, y te das cuenta de que no eres perfecta, pero has resistido ya dos meses y el número de individuos que forman tu familia se mantiene estable, lo que quiere decir sin duda, que lo estás haciendo bien y eso te da fuerzas para seguir, al menos hasta la noche siguiente en la que vuelvas a maquinar terribles planes contra tu Gremlin llorón, vamos.

Otro día os hablo de la lactancia, el Coco de toda madre recién parida, muajajajajajaja.


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