Lo cotidiano ahora es:
Dormir no más de unas pocas horas seguidas.
Haber olvidado qué era la intimidad y el pudor.
Comer por turnos.
Tener hiperdesarrollado el sentido del oído.
Los abrazos y los besos en cualquier momento.
Apretar contra tu cuerpo a tu pequeñita en mitad de la noche.
El nudismo tetil.
Asombrarte de lo hermosa que has parido a tu criatura.
Estar enamorada de sus cacas, de sus pipis, de sus pedos y de sus eructos.
Inventar canciones y danzas.
Empezar a sentirme madre de mi hija.