Esta mañana me he levantado
y he pensado que hoy empieza mi nueva vida.
No estoy haciendo nada que
no hiciese antes, aunque ahora lo estamos haciendo distinto, parece que ahora
es más oficial, deba ser más seguro, más definitivo.
Esta mañana he padecido mi
primer ataque de ansiedad, lo he visto todo negro, me he preocupado, he creído
que todo saldría mal y por supuesto, no he dejado de notar que me encuentro
demasiado bien para que todo esté yendo bien.
A partir de hoy, enfrento
una carrera de resistencia que tiene la primera parada el 13 de julio y luego
ya se verá.
La enfrento con mis miedos,
con mis experiencias, con mis temores y con todo el tiempo libre del mundo, que
por descontado, debo gastar en mi casa y en reposo.
Necesito creer que todo va
a salir bien, pero hasta creerlo me da miedo.
Y en realidad, en este
justo momento, todo es posible, no ha pasado nada que lo mande al traste, e
incluso en caso de pasar algo malo, no tendría por qué ser definitivamente el
fin.
Hay momentos en que me
siento completamente sola, que pienso que solo alguien que haya pasado por lo
mismo puede entenderme y desgraciadamente, no conozco a nadie que haya pasado
por lo mismo, aunque me sé todas las historias conocidas por el hombre, sobre
los casos igual al mío de la gente que me rodea, que después de todo, no tienen
nada que ver con el mío, por supuesto, por qué la gente no
escucha cuando hablas, sólo quieren oírse a ellos aconsejando y sentando
cátedra. En estas horas complicadas, me recuerdo que la maternidad no ha sido
nunca para mi algo imprescindible y que en caso de no darse, no va a ser el fin
del mundo.
Y sin embargo, ahí está el
miedo agarrándome del cuello, sin dejarme respirar, ni pensar, ni gritar, el
miedo que lo gobierna todo, el miedo que late en mis venas, que bombea asfixia
a cada rincón de mi cuerpo, el miedo que me recuerda que yo, en realidad, no
controlo nada en mi vida.
Cuando logro pensar, me
digo, ¿miedo a qué?, yo soy capaz de seguir viviendo a pesar de que salga mal, yo
soy capaz de seguir adelante aunque tengamos que
renunciar, yo soy capaz de afrontar la derrota.
Pero afrontar la
incertidumbre, el minuto a minuto, la obsesión del cuarto de baño, el control
del papel en blanco, la búsqueda del malestar en mi carne, eso, eso es
demoledor, es un monstruo que me engulle, es una sombra que me suplanta, es lo
más difícil que me ha tocado en esta vida, tan difícil que en estos momentos me
parece inasumible.
Diría que me queda el
consuelo de las palabras, de poder vomitar mi miedo hacia fuera, hacia el
espacio infinito, pero no es verdad, por que mi exorcismo del miedo, mi única
manera de tratar de sobreponerme, es interpretada por los demás como
derrotismo, como negatividad y otra vez los malditos consejos bienintencionados,
las historias de todas las otras mujeres que lo lograron aunque nunca les
hubiese pasado lo mismo que a mi, y cuando ven que eso no funciona, llegan las
exigencias, las imposiciones, las obligaciones, los gritos, por mi bien, para
que lo haga mejor, para que sea positiva, para que lo logre, para que...
Me he sentido tantas veces
sola en esta vida, tantas veces incomprendida, que podría decir que ha sido lo
habitual, pero nunca jamás me he sentido como me han hecho sentir en esta
etapa, jamás había experimentado lo que he experimentado al pasar por este
durísimo trámite, un trámite, que dicho sea de paso, no ha experimentado
ninguna de las personas que con tanto ahínco trata de ayudarme de
maneras que tantas veces he dicho que no sólo no me ayudan, sino que me dañan.
Nunca me había sentido tan
desconectada de mi entorno, un entorno que exige, exige, exige y que blande el
positivismo con un fanatismo terrorífico, donde no hay cabida para la duda, ni
para el desaliento, por que eso es ser una mala madre, es influir, y en
definitiva, es ser responsable de todo lo malo que te pase.
Me siento tan acorralada,
que no hago más que defenderme, que justificarme, que hacerme oír a gritos por
que las palabras ya no sirven.
Además hay que tener en
cuenta a la familia, que sufre mucho, a los amigos, que no paran de
preocuparse, a los compañeros, que se interesan tanto...y todo lo que no sea
aceptación o agradecimiento por los esfuerzos que invierten en ti, es
interpretado como desagradecimiento, rebeldía, soberbia y sobretodo,
negatividad.
Es verdad, soy una
desagradecida, por no querer escuchar más historias, más consejos, por no
reaccionar bien a las exigencias, por tener miedo, por ser débil, por sentirme
sola, soy una desagradecida por pensar que nadie me entiende, que me juzgan,
que no saben de lo que hablan, que nadie se ha preocupado por saber qué se
siente, por pedir que me escuchen, que sólo me escuchen y que todo lo que
tengan que decir es: cuentas conmigo, estoy a tu lado.
Y sobretodo, soy una
desagradecida por tratar de hacer las cosas a mi manera, en vez de a la de los
demás, que en el fondo y en realidad, es lo que no pueden perdonarme.
9 comentarios:
Hola, Que bien escribes, tienes una capacidad de plasmar los sentimiento que me ha dejado sin palabras...
Y es verdad que cada caso es un mundo, pero también es bien cierto que yo me siento super identificada con mucho de lo que cuentas.
No conozco tu andar ni tu trayectoria, pero desde aquí te doy todo el apoyo que puedo dar, con todo el cariño del mundo, cuenta conmigo, y que todo salga bien.
Un besote.
Bienvenida al resto de tu vida :) Aquí estamos, un beso.
Hola mujer desagradecida. Emoticono guiñando un ojo y otro con una sonrisa de oreja a oreja, ¿los emoticonos tienen orejas?, creo que no. En fin. Sonrisa al fin y al cabo.
Bienvenida al resto de tu vida. El pasado solo importa a los historiadores.
Como dice Elionor, bienvenida al resto de tu vida!!! te seguimos, ve contándonos, a mi me gusta escucharte, siempre.
Un abrazo!
Gracias Katrina, por lo que he podido leerte estamos en situaciones parecidas aunque distintas.
Menos mal que quedan las palabras escritas para poder expresarme, es lo que me ayuda a mantenerme cuerda a pesar de todo.
Gracias por tus palabras.
Besos
Eli, muchas gracias, aquí estaré yo también, al pie del cañón, luchando, como siempre.
Petons
Juan Luis, los emoticonos no tienen orejas, en el mundo virtual sólo hacen falta dedos para escribir y ojos para leer, así que para qué ponerles orejas? :)
Gracias y besos
Gracias Chelo, espero seguir contando muchos meses, cosas muy buenas.
Besos
Holaaaaaaaaaaaa!!!
ainss que alegría me da leerte, tu escribe escribe que aquí estamos para "escucharte" y empatizar contigo, por que sabes que? lo expresas tan bien que resulta sorprendentemente facil comprenderte.
besitos!
Gracias Iolanda, besazos.
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