Esta mañana me he levantado, con claros síntomas de padecer el efecto castaña pilonga.
En vez de despertarme solita, que es cómo suelo despertar, me ha sonado el despertador del móvil, una experiencia poco agradable y casi desconocida para mi.
Ese sonido horripilante me ha arrancado de un maravilloso sueño en el que estaba abrazada a un personaje de una serie que jamás hubiese pensado que iba a colarse en un sueño mío y menos para abrazarme, consiguiendo hacerme sentir maravillosamente bien, pegada a su camisa blanca perfectisimamente desarreglada, oliendo a limpio y confortable; por mi, me hubiese quedado el día entero dejándome abrazar por este muchacho que tan amorosamente me acurrucaba y que hay que decir de paso, tan guapo resultaba así de cerca.
En vez de eso, me he despertado sin saber dónde estaba ni que pasaba, he mirado el despertador y efectivamente, era la hora de levantarse, mi gato me miraba sobresaltado desde mi almohada, pensando, sin duda alguna, que tengo que cambiar la canción del despertador del móvil, en su cara se leía claramente, que él también había tenido un despertar brusco, nada que ver con mis amorosas manos y besitos matutinos, que es a lo que está acostumbrado.
He intentado incorporarme y me he dado cuenta de que no podía apenas moverme...lo he tenido claro, el efecto castaña pilonga, ataca de nuevo.
Es lunes, ha pasado el fin de semana y en vez de estar fresca cómo una rosa, estoy castaña pilonga, algo significativo y alarmante si tenemos en cuenta de que a cada semana que pasa estoy más y más cansada.
Más cansada y más hasta las narices de una situación que no depende de mi, sino de una panda de mandarinas que me traen loca, haciendo de mi día a día, algo pesado y sobre todo, cansado, cansado, cansado.
Los días pasan lentamente, trato de ser consciente del aquí y del ahora, trato de resistir...pero estoy agotada.
Por eso, me levanto los lunes sufriendo el efecto castaña pilonga, contando los días que faltan para llegar al viernes y deseando que pasen rápido...
El cansancio es sólo una parte de la desesperanza que a veces parece invadir mi vida, un sentimiento que se extiende cómo el aceite en los momentos en que las cosas no salen cómo me gustarían, en los momentos en que la ilusión se vuelve fracaso, esos momentos dónde un escalofrío helado me recorre la espalda haciéndome sentir por unos instantes, que puede que mi vida alguna vez se vea invadida completamente por esa sensación de derrota.
Es sólo un instante, después la sensación se difumina cómo un aroma cargante.
Por eso, todos los días de nuestra vida, debemos luchar contra el efecto castaña pilonga.
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4 comentarios:
Ender, me ha hecho reír la definición que das del efecto pilonga, nunca lo había oído. Ese efecto desaparece el mismo lunes, o al menos a mí me desaparecía, antes de convertirme en jubilata. Y cuando se hacía endémico, cuando la tensión de la empresa se me hacía insoportable, me cambiaba de empresa, es bastante gratificante hacerlo, te carga las pilas. Me quedo con tu frase final, la de que debemos luchar a diario contra el efecto castaña pilonga. Me gusta leerte.
Es normal que nunca lo hayas oído, es una definición que acuñé el otro día, cuando no podía más.
Me acordé de que hay gente que es un poco mandarina y otros un poco kiwi o pomelo, y me dije, este es el efecto castaña pilonga, por qué no!
No me digas que ahora que estás de jubilata echas de menos el trabajo????
A mi también me gusta leerte y ver tus dibujos!!
Besitos castañeros :DDDDDDD
Aparte de lo de castaña pilonga, me encanta lo de mandarinas, que yo asociaba a riquísimas naranjas y, desde hoy han adquirido un significado que me lleva a la adolescencia...todavía.
Hola MariaJesús, bienvenida :D
Lo de mandarina lo dice un conocido mío, llama mandarina a la gente que es un poco cándida, simple (de no complicado, no de tonto) o inocente.
Pomelo sería una persona cándida pero un poco más espabilada y kiwi sería una persona un poco imprevisible, jajajajajaja.
Ya ves que cosas...
Gracias por el comentario!
:D
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