Alegría de vivir

sábado, 30 de mayo de 2009

Hay una serie de música que además de gustarle a uno, le hace sentir la alegría de vivir, que es un término en si mismo curiosísimo.
Yo he de reconocer que la música que más alegría de vivir me hace sentir es el folclore y dentro de ese folclore, hay uno especialmente divertido, el de los Balcanes.
Es una música de una extraña mezcla, habitualmente caótica, con muchos instrumentos y muy a menudo, es imposible que no te arranque un bailoteo

Esta está sacada de Eurovisión, que ofrece la posibilidad de conocer música balcánica a patadas, cuando se deciden a no llevar la típica cancioncita comercial.
Representaba a Serbia.


Esperando

lunes, 25 de mayo de 2009

Este sábado por la mañana, encontramos refugiada tras el sofá a una mariposa que llevaba algunos días paseando por la terraza.
Al meterse en casa, corrió el destino que suelen correr los insectos y perdió a bocas de los gatos, parte de una ala.
Cuando la encontré la saqué a la terraza en mis manos; una vez sobre la mesa pude comprobar que faltándole tanta ala la cosa estaba complicada.
Abrí las manos y la invité a bajar, pero se ve que últimamente hay algo en mis manos que agrada a los insectos y decidió que no se bajaba.
Aproveché para sacarle algunas fotos, sin duda, nunca antes había tenido una oportunidad cómo esta.
Más tarde, corrió a refugiarse dentro del asa de una regadora, bastantes horas después el refugio se reveló como una trampa de la que no podía salir, aunque cuando la saqué, simplemente se refugió bajo un tiesto a la sombra esperando lo inevitable.






Susto

miércoles, 20 de mayo de 2009

Ayer por la tarde, de camino a casa en el metro, subió una pareja con un carrito.
Cuando las puertas se abrieron, el niño, de unos 5 años, empezó a llorar estrepitosamente, a todo pulmón.
Lloraba desconsoladamente, por más que la madre intentaba calmarlo, lloraba y lloraba mientras todo el vagón, los miraba con curiosidad.
El padre también intentó calmarlo, pero no había manera.
Finalmente, la madre, tras tratar de calmarlo de todas las maneras, le preguntó:
-¿Pero por qué lloras?
El pequeño, sacudido por el llanto, respondió entrecortadamente,
-Por qué me he asustado- y siguió llorando.
La madre, pensando que una vez localizado el problema, el niño se calmaría esperó unos segundos, pero el niño seguía llorando.
Trató de calmarlo de nuevo, pero no había manera.
Al final, sin entender qué pasaba, le dijo,
-Pero ya está, te has asustado pero no ha pasado nada, ¿por qué lloras ahora?
-Por qué me duele-fue lo que le respondió.
La madre desabrochó al niño del carrito y lo cogió en brazos; inmediatamente dejó de llorar.

Una vez calmado, me quedé pensando en lo que había dicho el niño.
¿En qué momento perdemos nosotros la capacidad de identificar con tanta claridad nuestros miedos y por qué no somos capaces de canalizarlos de una manera tan útil?
Desde pequeños nos enseñan a no llorar, que es el principio de ocultación de nuestros sentimientos, sobre todo de los que nos hacen parecer débiles.
Después de la ocultación, viene la negación.
Y así nos quedamos aislados con nuestros propios miedos, en silencio.
Con lo fácil que sería llorar a pleno pulmón para que alguien viniese, nos abrazase y nos dijese que todo va a salir bien.

Hombres y mujeres

lunes, 18 de mayo de 2009

El otro día estaba viendo la tele y pasaron este anuncio que os dejo más abajo.
Estaba con mi medio pomelo y una amiga.
Estuvimos un rato riendo y calmada ya la risa, hablamos sobre el tema.

Que los hombres son distintos de las mujeres, es un hecho; pero ¿haya tanta diferencia entre ambos en realidad, desde un punto de vista biológico o la inmensa mayoría de nuestras diferencias son sociales?

Estuvimos un rato opinando sobre cual de las dos habitaciones elegiría cada uno de nosotros.
Heineken, es una cerveza que me encanta y la cerveza es uno de mis vicios, pero si este anuncio lo hubiese hecho Coronita y a pesar de que un ropero de estas dimensiones, repleto de ropa, zapatos y cientos de complementos es una cosa que me tentaría y mucho, he de confesar que em quedaría sin dudarlo con la nevera embaldosada de Coronitas y seguro que al verla chillaba mucho más que toda esa caterva de chicarrones.

Y tú, ¿con cual de las dos neveras te quedarías?



Objetos

miércoles, 13 de mayo de 2009

Mi abuela, en su afán de individualismo bien entendido, de pequeños nos regaló a mi hermano y a mi un juego de platos y cubiertos, distintos el uno del otro, y sobretodo distintos de los que utilizaba mi madre.

Mi madre, al marcharme de mi casa fue más lejos, me entregó los platos y tazas que nos compraron de bebés a ambos, el mío, que ya no conservo, era una chica con un pañuelo dando de comer a una oca.
El de mi hermano, un tren.
Aunque sólo conservo el plato, la taza hace tiempo que pasó a mejor vida, le tengo un cariño enorme.

A veces, cómo hoy comemos en él, aunque me da miedo romperlo creo que debe de ser algo útil, algo vivo.

Hoy, antes de llenarlo de comida, he recordado lo importantes que son los buenos recuerdos, los que nos transportan a momentos felices, generosos, entregados.
Y sobretodo, he recordado, lo sutil que puede ser el idioma del amor.

Por eso, hoy, un plato de nuestra infancia, representa el amor absoluto de una madre por sus hijos.

Dina quiere a los animales

lunes, 11 de mayo de 2009

Dina quiere a los animales.
Los quiere mucho.
Los quiere tanto que no hay lugar en su corazón para la compasión para las personas.

Dina viene de muy lejos,
de otra época,
de otra nación,
de un mundo en ruinas,
de un pueblo eternamente elegido que paga con odio y venganza al mundo,
que revive una y otra vez el infierno del pasado infinito.

Dina quiere huir,
quiere vivir,
quiere morir,
quiere matar,
quiere odiar,
pero sobretodo, quiere salvar,
quiere salvar alguien o algo,
quién se lo merecerá,
¡¿quién?!

Dina quiere salvar al mundo,
quiere marcar la diferencia,
quiere estar en el bando de los buenos,
quiere estar orgullosa de ser humana.

Dina quiere olvidar,
soldados en todas partes,
matando niños,
niños lanzando piedras,
padres de familia volando por los aires.
Dina quiere creer, quiere poder dormir por las noches y no despertar asustada por que todo está a punto de volar por los aires.
Dina quiere respirar.

Por eso, Dina, no puede mirar a las personas a los ojos,
por eso Dina salva al mundo salvando a los cachorros que la gente deja abandonados,
por eso Dina rastrea las calles buscando cuerpos de pequeños animales que nadie quiere, por eso Dina está sumergida en la guerra, da lo mismo cual,
por eso Dina nos odia y sin embargo, nos quiere tanto que trata de salvarnos en cada criatura que encuentra en su camino.

Por eso Dina vive en el infierno
y divisa en cada perro, en cada gato, el cielo
a Dios
por eso Dina ha renunciado a hablar el idioma de las personas
por eso Dina da miedo .

Por eso Dina está viva
y está muerta
dentro de su alma
siente el frío
siente el odio
pero sobretodo,
siente el amor.

Patrones

viernes, 8 de mayo de 2009

Durante nuestra infancia y adolescencia, aprendemos los patrones emocionales que guiarán nuestra vida de adultos.
Si tenemos suerte, no necesitaremos cambiar muchos de ellos una vez seamos mayores; sino, invertiremos el resto de nuestra vida a aprender patrones nuevos que se adapten a las nuevas personas que queremos ser.

El miércoles, me tocó enfrentar uno de los patrones aprendidos en mi infancia, probablemente, uno de los que más me va a costar cambiar y que más vulnerable me hace sentir.
Había quedado justo después del trabajo, para ir a casa de una persona muy querida para mi, con la que no siempre he tenido una relación fácil.
Ahora, que las cosas nos van tan bien, el trato se ha reanudado e intesificado.
Esa persona tenía que venirme a buscar a la salida del metro yo estaría allí sobre las 6 y media de la tarde, justo el día anterior hablamos por teléfono para quedar, yo llamaría al salir del metro y me vendría a buscar para ir a su casa, por si me retrasaba.

A media tarde, le mandé un sms para decirle que elegiría la línea roja para llegar de las varias opciones que tenía, pero no contestó.
Antes de salir del trabajo, le llamé por si acaso, pero el móvil estaba apagado. No me gustó, pero pensé que estaría durmiendo la siesta o que se yo, e igualmente fui hacia allí.
Al llegar volví a llamar y el contestador, seguía puesto.
Dejé el segundo mensaje de voz de la tarde, bastante enfadada.
No era sólo el hecho de dejarme plantada, que es una cosa que me cabrea considerablemente, era el hecho del desinterés, del pasotismo, del volver a lo de antes.
Esperé un tiempo prudencial, y volví a llamar, el contestador me invitaba a dejar un mensaje, que por supuesto dejé, echando chispas.
Me marché, el viaje de vuelta era de unas 20 paradas de metro, así que tuve tiempo para muchas cosas.
Ya no estaba enfadada, sólo triste, muy triste.
Me sentía traicionada, abandonada y humillada, di rienda suelta a todo el miedo que iba ido acumulando durante las últimas semanas a que algo saliese mal, a la angustia de sentir que una vez más todo había sido para nada y me abandioné completamente a todas esas emociones, convenciéndome así, de que estaba cantado que eso iba a pasar, que nunca debí confiar, que había sido débil, frágil, tonta.
Hacía tiempo que no me sentía tan mal.
Mi cuerpo hizo por mi, lo que mejor sabe, dar una salida a la angustia y empecé a encontrame muy mal, unas nauseas tremendas se apoderaron de mi a la mitad del viaje.
Entonces sonó el móvil, un número desconocido.
El móvil al que había estado llamando, había quedado inoperativo a causa de una portabilidad ese día, su dueño no lo sabía por qué era un móvil de empresa y está de vacaciones, nadie lo había avisado.
Yo, que aún estaba enfadada y dolida, acepté la explicación pero mis emocuiones tardarían bastante en disiparse, pero justo después de la llamada, ya no me sentía mal.
El resto del viaje lo pasé tratando de convertir toda esa desazón que aún sentía en algo nuevo, algo a lo que pudiese recurrir cada vez que estuviese a punto de dar rienda a todos esos arquetipos tan dañinos que insistimos en repetir una y otra vez, para no volver a tener que pasar por lo que acababa de pasar gratuitamente.
Había una explicación lógica, sólo se trataba de esperar.
Nunca antes en mi vida, me había dado cuenta tan claramente del daño que nos hacen todas esas ideas preconcebidas que vamos asumiendo como verdades absolutas, esta vez, el conflicto llegaba en el momento más delicado, justo en el momento de transición, cuando estaba abandonando ideas antiguas y tratando de aceptar esos nuevos patrones, los que quiero para mi vida, justo cuando más vulnerable me sentía.

Ayer, una nueva llamada, para asegurarse de que todo estaba bien, para invitarme de nuevo.
Sabía que me había enfadado, aunque no sabía lo mucho que me había afectado, volvió a disculparse, hablamos un rato, reímos.
Tampoco él hace unos meses hubiese hecho esa llamada.

La aventura cotidiana

miércoles, 6 de mayo de 2009

Llevamos casi tres semanas en el piso nuevo.
Nuestra vida, desde unas semanas antes, se había convertido en una aventura y con el traslado, algunas cosas han cambiado, pero sigue siendo una aventura.

Vivir en un piso que no es tuyo, pero que está a punto de serlo, tiene sus inconvenientes; el más importante, que no puedes tocar nada hasta que lo compres.
Si encima estás pensando en hacer obras, según que apaños son una pérdida de tiempo y dinero y aguantas deseando que los trámites vayan rápido y pronto puedas cambiar la aventura del piso del año de la catapún por la aventura de las obras, la aventura mayor del reino, vaya.

Aparte de tener un montón de cosas aún en cajas, lo que implica que has de vivir con lo mínimo posible, es que las tienes por todas partes, además de muebles desmontados cubriendo paredes cual tapices, pero en la versión incómoda y fea.


También está el hecho, para mi muy preocupante, de que el suelo es de un material resbaladizo, lo que convierte mis paseos en zapatillas en carreras de bólidos de corto recorrido, o sea, de la puerta de la habitación a la esquina de la mesa, de la puerta de la cocina a la nevera, de la entrada de la terraza a la otra esquina de la mesa y así un largo etcétera que siempre termina en derrape y golpe, maniobras varias de brazos y piernas y un sudor frío que me empapa la frente pensando lo cerca que he estado de estamparme de morros contra el suelo.

Hemos descubierto un nuevo deporte a practicar en familia, con la inestimable colaboración de nuestros dos gatos, que consiste en abrir una puerta y ser lo suficientemente rápido para salir o entrar, y a la vez conseguir que el gato se quede dónde está, para que no entre dónde no debe.
En nuestra anterior casa no habían puertas y no acaban de entender para qué sirven.
De este deporte hay varias variantes;
-el de saca al gato de debajo de la cama
-el del haz el sifón toda la noche para que el gato deje de arañar y aporrear la puerta cómo un psicópata
-el de persigue al gato por la terraza para que no se fugue a la terraza de al lado

La ubicación de la tele es un poco extraña, está en una esquina sobre un mueble, por qué el cable de la tele estaba allí y si lo alargamos corremos el riesgo de que los gatos se lo coman, cómo todo cable que ven, así que ahí se queda, lo que nos obliga a ver la tele desde el sofá en una postura absolutamente pilatística en su versión enredo.

Los primeros días, sufrimos un grave episodio de desubicación que consistía en meterse sistematicamente en la habitación en vez de entrar al baño, además de hacerlo teníamos la clara impresión de que las habitaciones se movían para fastidiar, por que el medio pomelo es despistado, pero yo no.

La cocina tiene unos mármoles enanos y sobretodo, bajos, que hace que te tengas que agachar casi doblando las rodillas para poder lavar los platos o utilizar el mármol; nuestras espaldas odian este piso.

Mi chico, desde que llegamos tiene un chichón crónico causado por el parapeto que hay en la terraza, el que cubre el cuartito de Liliput, pues es un parapeto de Liliput, así que hay que salir y entrar con la cabeza gacha y moverte por el parapeto con la cabeza gacha.
Y claro, eso para Mister Memoria de Pez, es complicado, así que, chichón crónico.

Pero el cuarto de baño, probablemente es la guinda del pastel; aparte de la pica de las manos para habitantes de Hobbiton, y no hablo sólo de la altura sino también del tamaño, lo que te obliga a lavarte la cara casi metiendo la cabeza dentro de la propia pica, está el hecho de que tiene una pequeña bañera, pegada a la taza del water.
La barra de la bañera para la cortina, es de lado a lado, o sea, que en vez de hacer una ele que es lo que necesita esta bañera, es una barra recta de toda la vida, lo que deja el lado de la taza completamente descubierto.
Eso, no sería muy grave en si mismo, sino fuese por un pequeño detalle; la potencia del teléfono de la bañera es parecida a un geiser y no estoy exagerando.
El resultado es que te estás duchando y aunque te pegues a la pared, lo mojas absolutamente todo, la taza del water, las 4 paredes del baño, la estufa eléctrica...todo.
Y hasta eso sería tolerable, pero es que además de que lo mojas todo, la potencia del agua duele.
Y eso unido a la temperatura a la que sale el agua, parece que el calentador no regula bien y es o fría o hiviendo, eleva a la ducha a catergoría de tortura china.
Y si encima eres la chica de la casa, ojito por qué al ducharte quedas justo delante de la ventana que por fuera tiene unos cristalitos individuales horizontales y justamente le falta el último y si no voy con cuidado puedo dar buenas clases de anatomía al vecino de enfrente y a dos de los de abajo.


Pero aparte de todo esto, estamos encantados de la vida; en serio.

Una vida

martes, 5 de mayo de 2009

El otro día estaba en mi recién estrenada y muy merecida terraza, revisando mis plantas.

Del anterior inquilino hemos reciclado un barreño enorme que utilizo para guardar el agua de lluvia, sobretodo para mis orquídeas y semilleros varios, que está bajo un pequeño cobertizo para que no se evapore.

Mientras estaba por ahí dando vueltas, por el rabillo del ojo vi algo que se movía en el barreño, pensé que sería una mosca o una avispa, sin embargo, al fijarme, descubrí a una mariquita que luchaba ya casi en las últimas, por sobrevivir a pesar de haber caído de pleno en esa trampa mortal.
Metí la mano en el barreño y la saqué con un dedo, me senté en la mesa que está al sol y esperé pacientemente a que decidiera bajar de mi mano, y quedarse en la mesa.


Sin embargo, la mariquita deambuló por mi mano durante varios minutos, despreocupadamente.
Daba unos cuantos pasos y desplegaba las alas rojas, por debajo se asomaba unas membranas completamente mojadas que trataba de secar al tibio sol, para luego replegarlas nuevamente y seguir dando vueltas.

Todo esto duró un buen rato, yo le ponía el dedo cuesta abajo tratando de que bajase a la mesa, y ella, obstinadamente, trepaba por mi dedo hasta llegar a la palma en vez de ir hacia la mesa.
Al llegar a la palma, volvía a abrir las alas y otra vez las dejaba secar.


Cuando al fin, se supo suficientemente seca, decidió aceptar mi invitación, bajó por mi dedo y aterrizó en la mesa, por cuyo margen caminó durante un rato más.

Después, segura de que todo iba bien, alzó el vuelo con orgullo, sabiendo que acababa de burlar a la muerte en sus mismas narices.
Mi mano quedó sobre la mesa, sintiendo aún el hormigueo de sus diminutas patitas recorriéndola.





El día de la madre

domingo, 3 de mayo de 2009

Pasé mi infancia y parte de mi adolescencia, teniendo una especie de sueño extraño, justo antes de dormirme, todas las noches de mi vida.

Durante mucho tiempo pensé que era un sueño que me asaltaba justo cuando me dormía pero también tenía algo de recuerdo lejano y eso me confundía.

Nunca pensaba en ello, era algo que sucedía cada noche y desparecía de mi memoria justo cuando me dormía, no me inquietaba pero sí tenía curiosidad por saber que era.

Durante todos esos años, justo antes de dormirme, cuando no estás ni despierto, ni dormido, una imagen que no visualizaba me invadía, trataba de asirme a ella con todas mis fuerza, me esforzaba por no quedarme a las puertas de esa sensación que me inundaba pero nunca podía ir más allá y durante unos instantes, antes de perder la consciencia, sentía que una vez más me quedaba a las puertas de algo maravilloso.

Ese sueño inconexo me persiguió durante gran parte de mi vida, estuvo ahí cómo un enigma que había que descubrir, esperando el momento de ser mostrado.

Y un día, sin más, justo antes de dormirme, logré aferrarme a esa sensación que empezaba a manifestarse, la agarré con fuerza, traté de seguir las imágenes, entender las sensaciones.
Al principio todo era confuso, sólo había caos, pero poco a poco, todas esas sensaciones empezaron a encajar cómo un puzzle, empezaron a dejar de ser difusas y algo estalló en mi mente, un fogonazo de luz dorada lo alumbró todo y entonces lo supe.

Durante mi infancia y parte de mi adolescencia, justo antes de dormirme, todas las noches, no hacía otra cosa más que reproducir mi primer recuerdo consciente.
Cómo lo supe, no podría explicarlo.
Por qué de repente pude recordarlo, tampoco.
Sólo sé que la certeza absoluta de lo que era se había introducido en mi mente.
Mi primer recuerdo consciente no tenía imágenes, aunque yo había creído que sí, sólo sensaciones; la sensación que vislumbraba cada noche antes de dormirme y nunca se completaba, era el profundo bienestar de un ser ligado a otro ser por el lazo de amor más potente del universo.
Era mi madre acunándome en sus brazos; y yo, yo era un bebé.
Mi madre, en esta vida me ha hecho dos de las declaraciones de amor más bellas que nunca he oído.
La segunda, en palabras.
La primera, ésta.

Sweet Dreams

viernes, 1 de mayo de 2009

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