Estoy enganchada...

martes, 31 de marzo de 2009

...a esto,




Edito para añadir enlace para que la Cane escuche la song ;D
http://www.goear.com/listen/0164600/Circuitos-de-lujo-Pastora


Edito para ponerle a CHucky la canción que hizo famosa a Pastora, a ver si le suena.

Las sonámbulas

viernes, 27 de marzo de 2009

En mi ciudad natal vivían una mujer y sus hija, que caminaban dormidas.

Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, la mujer y su hija caminaron dormidas hasta que se reunieron en el jardín envuelto en un velo de niebla.
Y la madre habló primero:

- ¡Al fin! -dijo- ¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga!
¡A ti, que destrozaste mi juventud, y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía!
¡Tengo deseos de matarte!

Luego, la hija habló, en estos términos:

- ¡Oh mujer odiosa, egoísta y vieja!
¡Te interpones entre mi libérrimo ego y yo!
¡Quisieras que mi vida fuera un eco de tu propia vida marchita!
¡Desearías que estuvieras muerta!

En aquel instante cantó el gallo, y ambas mujeres despertaron.

-¿Eres tú, tesoro? -dijo la madre amablemente.

-Sí; soy yo, madre querida -respondió la hija con la misma amabilidad.

Gibran Khalil Gibran

El día más intenso III

miércoles, 25 de marzo de 2009

Algeciras, casi las 8 de la mañana, era la segunda vez en mi vida que ponía los pies en esa tierra y tenía que recordar el camino que me llevaría hasta la estación de autocares, pero eso era fácil, sólo tuve que seguir a la gente, todos los pasajeros del ferry estaban de paso y la inmensa mayoría harían mi mismo trayecto hasta la estación dónde cada uno cogería su ruta.

La estación estaba cerca, a unos 5 minutos andando, las colas para sacar los billetes, impresionantes.
Mientras hacía cola el corazón me palpitaba a mil por hora, y si no hay billete, y si pierdo el avión, y si no hay billete, y si pierdo el avión, hasta que llegó mi turno, frente a la ventanilla:
-1 billete a Málaga, por favor.
La señorita me tiende el billete.
-A qué hora sale?
-A las 12.
Sentí cómo la tensión se aflojaba, no era la mejor noticia, debería haber podido coger el de las 11, aún es temprano, pero no quedaban billetes, el de las 11 me garantizaba que llegaría bien, sin nervios, que si algo fallase, aún tendría posibilidad de maniobrar.
El de las 12 me dejaba con un margen de tan sólo una hora, nada podía salir mal, si algo fallaba, me quedaba en tierra y lo sabía.
Ya no se podía hacer nada, sólo esperar, estar nerviosa no me iba a ayudar, así que busqué un lugar para sentarme y descansar un poco, me sentía agotada, el estómago me torturaba, así que me tomé la segunda madalena del día, bebí mucha agua y decidí dar una vuelta a la estación.

No quería alejarme mucho, mi orientación es mala y me pierdo con facilidad; a los 5 minutos de salir de la estación, decidí volver a entrar, la vista era deprimente, sólo coches y edificios grises, un lugar triste y masificado.

De nuevo dentro de la estación, descubrí unas cabinas telefónicas en una tienda, entré con la esperanza de poder llamar, pero apenas me quedaban monedas, el cambio de moneda me había dejado con apenas dinero para una emergencia, cómo esta, sin embargo, tenía una tarjeta para llamar.

Bueno no, estaba caducada...
Probé con las monedas, la cabina no las aceptaba, entré en la tienda y efectivamente, las cabinas no funcionaban...
Entré en el baño y me di cuenta de que allí había un enchufe, así que enchufé mi cargador y allí estuve media hora plantada, esperando a que se cargase, con una sonrisa en la cara, a más carga, más sonrisa y al cabo de media hora, al fin con un poco de batería, llamé a mi medio pomelo.
Le dije que estaba en Algeciras, que salía a las 12, él me dio ánimos, me explicó cómo fue su vuelta, que me daba tiempo pero que era justo, que todo saldría bien, que estuviese tranquila.
Ahora sólo quedaba esperar.

A las 11:45, apareció nuestro autocar, nada más llegar, casi sin dejar que los que llegaban bajaran, la gente se arremolinó junto a la puerta de la bodega para dejar las maletas, yo, aún imbuida en mi espíritu de supervivencia total, me acerqué y olvidando todos mis modales, me dije que por mis narices, yo ponía la maleta la primera y me subía al autocar aunque fuese a ostias, y sí, la maleta la puse la primera aunque las ostias para subir, no me hicieron falta.
Subí, me senté, agarré mi mochila, saqué la tercera madalena y la comí lentamente, arrancamos y empezamos de nuevo, respirar, expirar, respirar, expirar, respirar, expirar, tenía que llegar de una pieza, ahora no podía marearme, tenía que ser fuerte, aunque el autocar es lo que más me marea en este mundo, así que respirar, expirar, respirar, expirar, respirar, expirar, zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
Que bien, cómo me dormí, cuanto descansé, me tiré las 3 horas del trayecto, durmiendo placidamente, soñando con barquitos y aviones, no me mareé, no me agobié, no pestañeé, sólo dormí.

Málaga, estaba llegando casi al final de mi trayecto, otra vez los nervios mordiéndome el estómago, de nuevo el contador descontando minutos hasta la hora fatídica, las 4,00, mi hora límite para facturar el equipaje, la hora máxima poner mi maleta en el mostrador...eran las 3 de la tarde y no tenía ni un minuto que perder.


Salí de la estación de autobuses a toda prisa, hacía 11 días que había estado allí, un trayecto hecho casi dos semanas atrás, una sola vez en la vida, en una ciudad que no conocía de nada, pero el camino estaba grabado en mi memoria, me dejé guiar por mi instinto y calle a calle fui deshaciendo el camino, hasta llegar a la boca del tren de cercanías que me llevaría al aeropuerto.

En la estación de cercanías, la cola para sacar el billete me impresionó, sólo 5 personas, pero mi tren pasaba cada 10 minutos, ni que decir que no lo debía perder, las 3,15, tengo 45 min para llegar y la cola no avanza, la taquillera la tiene montada con una guiri que trata de pagarle con un billete de 50€, discuten, que si no tiene cambio, que si la guiri no tiene nada más pequeño, que si el precio del petroleo...

Dios!!!!! que le pague ya, joder, que voy a perder el puto tren y el puto avión y me voy a cortar las venas, que quiero llegar a mi casa, que quiero dormir en mi cama, que no puedo más!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Que si es necesario le pago el billete a la guiri de las narices, pero venga ya!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
La guiri encuentra monedas para pagar, y la cola siguió avanzando, pagé mi billete y entré en la andana, eran las 3,20 y los minutos seguían corriendo.

Avancé en la andana, al fin llegó el tren , subimos, y se puso en marcha.

Las estaciones se sucedían una tras otra, paradas técnicas y yo que no dejaba de mirar la hora.

Las 3,35, bajé del tren, el aeropuerto se alzaba al otro lado de las vías, había que subir un puente, cruzar un parking, buscar la terminal, sentía calambres en el brazo que tiraba de la maleta y en las piernas, la temperatura era insoportable y el estómago no me daba tregua, subí la cuesta del puente, subí las escaleras, atravesé el puente, crucé el parking, entré en el aeropuerto, busqué las pantallas, busqué mi mostrador, las 3,45, encontré el mostrador, dejé mi maleta en la cinta, saqué mi Dni, mi billete,mis manos temblaban, había llegado a 15 minutos de que cerraran la facturación, podía no haber llegado, podía haberme quedado en tierra, podía...

Mi maleta se alejaba y busqué un lugar dónde comprar agua, pagué la botella de agua más cara de mi vida, Lanjarón, y me sienté en un banco a bebérmela tranquilamente.

Cuando la terminé, me comí la cuarta madalena, pasé el control y dí una vuelta por las tiendas, esperé y finalmente, embarqué.
Mi asiento era de ventanilla, a la ida descubrí que me daban miedo los despegues, así que traté de relajarme, con las pocas fuerzas que me quedaban e inicié el viaje, ahora sí, de vuelta a mi casa.

Llegamos 10 minutos antes de los previsto, el vuelo había sido tranquilo, o tal vez, mi agotamiento me hacía percibir el mundo cómo algo tranquilo, quién sabe.
Una vez en el bus que tenía que llevarnos a la terminal, llamé a mi chico, venía a buscarme con mi mejor amiga, le comenté que llegaba antes, pero a ellos aún les falta un poco para llegar...cuando llegase a la terminal, no habría nadie esperándome, y después de ese día, en el que había podido soportarlo todo, lo único que me parecía insuperable, era llegar a Barcelona y que nadie me estuviese esperando.

Llegamos, salimos, la gente se abrazaba, yo seguí andando, tirando de mi maleta, sintiéndome sola cómo pocas veces me había sentido en la vida, a punto de ponerme a llorar, hasta que vi a mi chico y a mi amiga a lo lejos, que se acercaban hablando, sin verme.
Me quedé en el mismo sitio dónde estaba, esperándolos.
Me vieron, la expresión de la cara les cambió, debía de tener mal aspecto y no sólo por los kilos perdidos, yo no venía bien, ellos lo sabían, los últimos días habían sido malos y no por estar enferma, había revivido situaciones que creía que jamás se repetirían, que eran pasado, y había quedado claro, que en cualquier momento, esos fantasmas podían volver a alcanzarme y eso, más que cualquier otra cosa, venía grabado en mi mirada, en mi expresión...

Solté la maleta, tiré la mochila y el bolso, abracé a mi chico, abracé a mi amiga, y por una vez dejé que los demás tomasen el control absoluto y me llevasen de vuelta a casa.

El día más intenso II

martes, 24 de marzo de 2009

Estaba en el ferry, al fin, esperando que se pusiera en marcha.
Ahora debía afrontar una realidad que en ese momento podía cobrarse un precio muy alto;

me mareo hasta en patinete.
Es así, soy de esas personas que se marea horriblemente en (por orden de gravedad):
-Autocar
-Autobus
-Coche
-Metro
-Avión
Cierto era que de las dos, hasta el momento, veces que había ido en barco, no me había mareado, pero ahora estaba enferma, llevaba muchas horas sin comer, el mar estaba movido y aquello era un fast ferry y se movería más rápido que a la ida, que fue en un ferry de los grandes, sin nombrar el hecho de que a menor volumen de la embarcación más movimiento de la misma y para una persona que se marea en metro, la cosa pintaba mal.

Pero no, aquel día, probablemente, el día más intenso de mi vida, hice un pacto conmigo misma antes de iniciar la vuelta a casa, en ese pacto, me prometí poner todos mis recursos a mi propio servicio, para utilizarlos lo mejor posible, y llegar bien a mi casa (o cómo mínimo llegar).
Así que respiré hondo, el barco se empezó a mover, 5 minutos después de llegar yo y el par de muchachos que llevaba detrás.
La gente iba y venía, el barco empezó a coger velocidad, todo se movía y yo seguía respirando, expirando, respirando, expirando, concentrada en mis cervicales, que no estén demasiado rígidas, concentrada en mi cuerpo, que se mueva con el vaivén del barco, concentrada en mi estómago, que no se tense, respirando, expirando, respirando, expirando.

Me habían comentado, que el mar Mediterráneo es la parte fácil del trayecto, que al llegar al Atlántico es cuando los barcos empiezan a moverse y la gente a marearse.
Si os han dicho lo mismo, os han mentido.
El trayecto por el Atlántico, con temporal de viento incluído, fue una maravilla, suave, rápido, fácil, pero en cuanto entramos en el Mediterráneo, cosa que se supo por dos fenómenos simultáneos, el más notable, el barco empezó a dar unos saltos de vértigo y el más obvio, los móviles empezaron a pitar al unísono indicando que habían recibido un sms que les daba la bienvenida, de nuevo, a su operador español, la cara de la gente, empezó a cambiar de color y sobre todo de expresión.

En ese viaje, éramos unos 70 pasajeros, había un poco de todo, niños pequeños, gente joven, matrimonios de todas las edades, iban y venían, o estaban sentados tomando algo, o leían revistas, o estaban asomados viendo el mar...todo eso empezó a cambiar a los 15 minutos de haber entrado en el Mediterráneo.
Yo, que me había puesto los cascos para escuchar música y concentrarme mejor en mi respiración, me encontraba observando cuando vi a un niño de unos 8 años que con el llanto pintado en la cara se acercó a su madre y justo entonces, empezó a vomitar, la madre, gustosa hubiese socorrido a su hijo, o a su hija, que segundos después, imitó al hermano, pero en ese justo momento, empezó a vomitar también.

Si te mareas en metro, ver vomitar a los demás no es demasiado recomendable, si encima tu estómago anda mal, ya ni te cuento, así que desvié mi mirada hacia el otro lado, con poca suerte, debo confesar, puesto que el espectáculo era el mismo, gente que vomitaba, por aquí y por allí, durmientes que despertaban de su sueño con la boca llena, leyentes que empapaban las lecturas, bebientes y comientes que invertían el sentido del proceso...

Respirar, expirar, respirar, expirar, por Dios, no mires, concéntrate, concéntrate, respirar, expirar.

Abrí los ojos, para comprobar que mis dos vecinas de mesa, se hallaban en el mismo proceso vomitivo que el resto, y comprobé, que mirase dónde mirase, la imagen se repetía alcanzando casi por completo, a todos los viajeros del ferry.

Es difícil describir lo que pasaba por mi cabeza en esos momentos, no soy muy aprensiva, pero me mareo con facilidad, llevaba 3 días con dolor de estómago, dolor que por cierto, incluía las arcadas cómo sintóma y estaba en un ferry lleno de gente que vomitaba sin parar, la situación menos adecuada para mi en ese momento, situación que se alargaría durante el resto del viaje.
Tal era la intensidad de los vomitos, que llegó un momento que me emparanoyé de tal manera que no sabía si continuar en mi meditativa posición, de respirar, expirar, con la música puesta, o mejor, quitarme los cascos y abrir los ojos, no fuese que alguien, en un arranque de vómito sin control, fuese a hacerlo encima mío, así que me quité los cascos y abrí los ojos.

Daba miedo, verlo y oírlo.

La gente gemía, y lloraba., y vomitaba, vomitaba por todas partes.
Pensé que daba lo mismo que mejor seguía cómo estaba, me volví a poner los cascos y cerré los ojos, que fuese lo que Dios quisiera, respirar, expirar, respirar, expirar.
Y así continué el resto del viaje, con los ojos cerrados, concentrada en mi respiración y esperando que nadie me redecorase la indumentaria.

Lo más curioso de esta desagradable situación, fue que en uno de los momentos que abrí los ojos, al hacer un repaso general de la situación me di cuenta de que había un chico que estaba sentado muy recto, con una sonrisa en la boca, y me miraba con cara de, ey, yo tampoco estoy vomitando.
Resultó que junto al muchacho sonriente, los dos mozos que entraron después de mi, un chavalillo que luego se sentaría a mi lado en el autocar y yo misma, sumábamos 5 personas, solo 5 personas que no vomitaron en ese trayecto.
Cómo todos los viajes sean igual, debe de ser un chollo trabajar limpiando en un ferry...

Al fin estábamos llegando, el ferry fue perdiendo velocidad, los saltos que daba cada vez eran menos acusados, la gente, iba desfilando al cuarto de baño y salían con las caras mojadas, con mejor aspecto, cuanta menos velocidad, caras más relajadas, la gente suspiraba, sonreía, no veían el momento de abandonar ese vehículo infernal revuelve tripas, hasta que finalmente, llegamos, el ferry paró los motores y se formó una cola para salir, los primeros, los no vomitantes que no nos tuvimos que limpiar.

Estaba a punto de desembarcar en Algeciras, sabía que a partir de ese momento, el tiempo volvía a estar en mi contra, debía coger el autocar que salía cómo muy tarde a las 12, si podía ser el de las 11, pero la cosa estaba complicada cómo comprobamos a la ida, así que allí esperando a que abrieran las puertas parecía que estuviesemos esperando el pistoletazo de salida en una carrera.
Pero las cosas de palacio van despacio, y pasar la aduana en Algeciras lleva su tiempo.
La cola, dos funcionarios para 70 personas, que si miran el pasaporte, que si hacen una comprobación, que van, que vienen...al fin me llegó el turno y salí de la aduana.

Ahora tenía que sacar el billete para el autocar que me llevaría a Málaga, mi avión salía a las 4,15 de la tarde, el trayecto hasta Málaga son 3 horas y seguramente, cómo pronto, podré coger el de las 12.

Teniendo en cuenta que la hora límite para facturar son las 3,30, ¿llegaré?

El día más intenso I

lunes, 23 de marzo de 2009

El otro día, hablando de esos días que quedan guardados en nuestra memoria por ser particularmente duros, estresantes, horrorosos, odiosos, acabamos hablando de mi regreso de Tánger a Barcelona, desde luego,uno de los días más intensos de mi vida, que aglomeró un sinfín de emociones y vivencias, que tardaré años en olvidar.

La aventura en sí, empezó el día anterior, ya que nos encontrábamos en las afueras de Rabat, dónde pasamos el día, para terminarlo en un pueblecillo dónde vivía la família política de mi amiga y anfitriona.
El plan era coger un taxi desde allí hasta Tánger, dormir , madrugar y coger el ferry rumbo a Algeciras.
Teniendo en cuenta que el trayecto nos podía llevar unas 4 horas, sobre las 8 debíamos salir, sin embargo, a las 8 llegó el taxi y uno de los miembros de la familia decidió mandarlo de vuelta, era pronto para que nos marcháramos, según ellos.

Hacía 3 días que estaba enferma, con unos retortijones estomacales que hacían que me doblase de dolor cuando estaban en su máximo apogeo y que me tenían sin casi comer, desde hacía los mismos días, puesto que salvo un arroz hervido que me prepararon una vez, el resto de personas con las que estaba, el concepto de que cuando estás enfermo del estómago a causa de algo que has comido, has de hacer dieta, no lo comprendían muy bien; bueno, no lo comprendían en absoluto.

Finalmente, en un estado de nervios más que notable, por parte de mi amiga, de su madre y yo misma, conseguimos coger el taxi que nos llevaría a Tánger de vuelta, eran las 10 de la noche y nos esperaba un trayecto de, con suerte, 4 horas, trayecto que en si mismo, ya resultó una experiencia de terror extremo, puesto que sin en Marruecos las carreteras son peligrosas y los conductores suicidas, a eso teníamos que sumarle, que era de noche y que el taxista hallaba todo tipo de rutas alternativas para ganar terreno a la carretera; invadir el carril contrario más de lo necesario, salirse de la carretera por los laterales, no necesariamente los de su sentido, pasar rozando árboles y otros elementos contundentes del paisaje y un largo etc.

Mi amiga y su madre, decidieron que si nos íbamos a matar, lo mejor era dormir.
Yo, por el contrario, decidí que si nos íbamos a matar, lo mejor, era verlo venir, así que me pasé las 4 horas del viaje completamente despierta y sufriendo cada curva, adelantamiento y derrape, con una calma y una entereza, que he de reconocer, me sorprendieron a mi misma.

A medida que nos íbamos acercando a Tánger, se fue haciendo patente, que un temporal de viento, llevaba horas azotando la zona.
En si mismo los temporales de viento, me dan bastante lo mismo, pero cuando estás a punto de regresar, al fin, a tu adorada patria y lo vas a hacer en ferry, un temporal de viento, suele significar quedarse en tierra hasta que las condiciones mejoren, y a más largo plazo, significa, perder el vuelo que te lleva a tu casa y esa idea, tras 12 días en Marruecos y tras 3 de ayuno y retortijones, era más de lo que podía soportar.
Así que allí estaba yo, en un taxi que conducía un taxista loco, rezando todo lo que sabía para dejar de ver palmeras que se doblaban sobre sí mismas y objetos variados volando.

Sobre las 2 de la madrugada, llegábamos a nuestro destino, molidas y de los nervios, teníamos unas 2 horas para dormir, así que puse mi móvil a cargar, ya que era muy importante que al día siguiente tuviese la batería a tope, y teniendo en cuenta que allí la red eléctrica es mucho menos potente, dos horas de carga no sirven para mucho.
Lo que yo no sabía, es que mi amiga tuvo la misma idea, sólo que en vez de poner su cargador en el ladrón, dónde yo lo hice, ella desenchufó el ladrón y lo puso directamente en el enchufe, motivo por el cual, mi móvil no se cargó más que unos 5 minutos, o sea, nada.

No sé ni cómo, pero me dormí, agotada.
Mi nerviosismo era tan grande que me desperté a los 40 minutos bañada en un sudor frío, a pesar de la cálida noche de agosto que hacía y el resto de la noche, apenas descansé.
A las 4 de la mañana nos levantamos, recogimos todo y salimos rumbo al puerto, una vez en la calle, mi estómago empezó a emitir sonidos aterradores y aunque yo no tenía diarreas, me imaginé lo peor y tuve que volver a subir para verificar que no iba a tener un susto a mitad del camino; mi amiga me confirmaba que era cosa de los nervios, que a ella también le solía pasar a la vuelta.

Conseguimos un taxi y llegamos al puerto, eran casi las 5 de la mañana, el ferry salía a las 6, así que íbamos bien.
Después de una cola de narices, llegué al mostrador para que me sellaran el pasaporte y empezaron mis problemas.
El funcionario, sin mirarme a la cara, empezó a negar con la cabeza y a hablar, en árabe, y me devolvió el pasaporte, sin sellar junto con el billete.
Traté de entenderle por todos los medios, pero no, él no estaba muy por la labor, así que fui a buscar a mi amiga para ver que pasaba.
El motivo por el cual no podía volver a mi país, era de tal gravedad, que casi muero de la impresión...la tarjeta que hay que rellenar obligatoriamente, tanto al entrar cómo al salir del país, indicando tus datos y dónde te vas a hospedar o has estado hospedado, no era del color adecuado, o sea, cuando yo compro un billete de ferry, la compañía me facilita dicha tarjeta, yo la relleno y la entrego, fácil ¿no?, pues no.
Para este funcionario, esa tarjeta no era reglamentaria, y con esa tarjeta, yo no salía de Marruecos.

Nada, pues búscate otra tarjeta, pero claro, si las tarjetas sólo se dan con el billete, ¿dónde consigues una tarjeta a menos de 30 minutos de la salida del ferry?
Mi amiga, en ese momento, se lanzó en picado a los mostradores de venta de billetes, pidiendo una nueva tarjeta pero le decían que si no compraba también el billete, no había tarjeta.
En otro momento, haces lo que sea, para convencerlos, pero con el tiempo en contra, las cosas son más complicadas.
Cuando ya empezábamos a creer que me quedaba en tierra por el capricho de un funcionario con ganas de joder, uno de los muchos chanchulleadores que andaban por allí, se apiadó de nosotras, digo se apiadó, por qué el individuo en cuestión vivía de robar las tarjetas de marras y revenderlas, imagino que a guiris cómo yo misma y a lo mejor, hasta se partía los beneficios con los funcionarios, vaya usted a saber.
Lo normal hubiese sido que nos vendiera la tarjeta, pero debía de haber algo conmovedor en la cara de mi amiga y la mía propia, por qué se acercó y se la dio a mi amiga sin más, con una sonrisa.
La rellené a toda prisa, y al fin me dejaron pasar; tenía frente a mi, a una marea humana y tan solo un arco para pasar los equipajes, 20 minutos para coger el ferry y un nudo en el estómago.

La cola era una especie de masa uniforme que avanzaba sin ningún orden, dónde te clavaban codos, te pisaban, trataban de colarse y depositaban sobre ti maletas de 80 kilos, con total naturalidad.
Yo, de habitual cededora de asientos, educada en la correción de las colas, paciente y disciplinada, tuve claro, que o me espabilaba, o perdía el ferry.
Así que cuando tuve al alcance de mis manos la cinta del arco, traté de subir mi maleta con todas mis fuerzas, arrancarla del bosque de piernas que la oprimía y depositarla en la cinta a pesar de los pasajeros que para poner la suya tiraban al suelo las demás, de los empujones y codazos y he de confesar con orgullo, que sólo me llevó unos 5 minutos hacerlo.
Lo mejor de todo esto, es que el arco pitaba continuamente, puesto que nadie ponía ni las mochilas ni los bolsos en la cinta y cómo allá dónde fueres, haz lo que vieres, yo hice lo mismo, por qué en esa cinta llena de manos que lo tocaban todo, yo no dejaba mi bolso, ni borracha.

Al fin, superado el arco, y recogida la maleta frente a los militares que nos observaban sentados en sus sillas, comiendo algo y hablando animadamente entre ellos, (ojo, si quitas la maleta muy rápidamente, querrán revisarla, si la dejas, te gritarán para que la saques por qué molesta), me dirigí a la cola del ferry; ya solo quedaban 10 minutos para las 6.
En el tunel distribuidor del puerto había un amable anciano, que miraba tu billete y te señalaba la cola, la mía, estaba en el mismo distribuidor, una cola enorme para un ferry enorme.
Pero había algo que no iba bien; si yo tenía un billete para un fast ferry, ese no podía ser mi barco, era demasiado grande para ser fast, así que no localizando a ningún empleado cerca, llamé a mi medio pomelo que había hecho el camino de vuelta hacía 9 días, con la poca batería que tenía y le pregunté si su ferry era pequeño y si tenía alguna característica para reconocerlo.
Efectivamente, mi ferry debía tenía que ser pequeño, un ferry de la compañía Acciona para ser concretos y solía estar al final del puerto.
Le conté mi situación a mi medio pomelo, que faltaban unos 10 minutos para las 6, que no encontraba el ferry y que estaba sin batería.
Días después de mi llegada, mi medio pomelo me confesó, que en los años que llevabámos juntos, jamás había pasado tanta ansiedad cómo aquel día, que se puso tan nervioso que pensó que ya no me volvía a ver, que no podría salir del país y que terminaría en el desierto del Sáhara en un harén intercambiada por dos cabras y un camello.

A 10 minutos de la salida del ferry, lo tuve claro, yo cogía ese ferry aunque fuese lo último que hiciese, así que dejé la maleta en la cola, a merced de la chica de delante, todo lo que tenía valor lo llevaba encima, y en ese momento la maleta me daba lo mismo, y me puse a buscar frenética al abuelito, le pegué en los morros el billete, insistió en señalar la cola de la que salía y le dije:
-Fast ferry, Acciona!!!!
El abuelo me miró y señaló hacia otro lado.

Asomé la cabeza y casi me muero del susto.
Sí, había un ferry de Acciona en el puerto, pero estaba lejos, lejos, lejos.

Pero lejos.
Con lágrimas en los ojos, agarré mi maleta y salí corriendo, bueno, más bien arrastrándome, rumbo al ferry lejano, por el camino encontré a un trabajador del puerto, con el que había hablado mi amiga dentro para que me ayudase un poco una vez pasase el arco, vino hacía mi y me cogió la maleta para ayudarme con una sonrisa. Yo, con un hilo de voz le dije:
-Fast ferry, Acciona- y él con los ojos cómo platos señaló el ferry al fondo del puerto miro el reloj y dijo:
-Deva!!!-una de las pocas palabras que aprendí en árabe, que significa, ahora, o sea, que se iba ya!
Cogí la maleta, le di las gracias y salí lo más rápido que pude.
-Quédate y ayuda a los demás, por mi ya no puedes hacer nada- le dije aunque él no me entendiera.
Mientras trataba de correr todo lo que podía, el pulso latiendome en las sienes, mi cuerpo tan débil que caminar ya era un esfuerzo, me di cuenta de que llevaba justo detrás a dos chicos, arrastrando sendas maletas con la misma cara que debía tener yo en ese momento.
-Fast ferry?- pregunté. Asintieron con la cabeza, sonreí y les hice un gesto con la mano, venga, vamos, que llegamos...o no.
Así que allí estábamos, yo a la cabeza, con mi maleta, mi mochila, mi bolso, mi estómago enloquecido, mi pulso disparado, consciente de que tenía que seguir corriendo, a pesar del dolor, a pesar del llanto que me impedía respirar con normalidad y de repente, me di cuenta de que la gente gritaba, no, no gritaba, la gente nos gritaba, miré a mi alrededor y vi que la gente que andaba por el puerto, empleados, viajeros, estaba gritándonos, dando palmas, levantaban las manos, haciendo señas...nos estaba animando, joder, que nos estaban animando!!!
Y de repente, salió un hombre de la nada y me pidió que parara.
Medio ahogada, tratando de recuperarme me quedé mirando al hombre, que era muy mayor y que no paraba de hablar y de reír, hasta que caí en la cuenta de que era la persona que miraba los billetes...la cola de los ferrys es tan larga que el revisor suele estar lejos del propio ferry, le echó un ojo, siguió hablando y me puso una mano en el hombro.
No sé lo que decía, pero sola, con lágrimas en los ojos, con cara de angustia y su mano en mi hombro, con una sonrisa tranquilizadora en su anciano rostro, no puedo más que decir que por unos instantes, me sentí arropada, cuidada y a salvo; pero sólo unos instantes, quedaba mucho trecho que recorrer y seguí corriendo.

El ferry ya estaba cerca,
-Los coches, he de mirar cuantos coches quedan por subir, hasta que suban todos esperará, pero luego se marchará- pensé.
Tres, quedaban tres coches por subir, yo seguía corriendo, dos, sólo dos, aún me quedaba un trozo, pero el último coche ya estaba entrando y yo no había llegado.

Recuerdo que ese fue el peor momento, por qué pensé que me dejaban en tierra en cuanto la compuerta de la bodega se cerrase.
Sin embargo, al fin, llegué y empecé a subir la rampa que lleva al barco, agarrada a la barandilla, tirando de la maleta casi sin fuerzas, me planté frente a los militares que controlan los pasaportes, que hablaban tan animados, cómo si yo no estuviese a medio metro tendiéndoles mi pasaporte.
Insistí en mi gesto, acerqué más mi pasaporte, pero nada, ni caso, ellos a lo suyo.
Me acordé de todos los encuentros en esos días con los militares, con la policía y muy a pesar de saber cómo las gastan me encendí y casi gritando dije:
-Bueno, qué, me va a mirar alguien el pasaporte o me voy!!!
Me miraron con cara de pocos amigos, me cogieron el pasaporte y con un movimiento de la cabeza me dijieron que entrase.

Ahora, además de todo, estaba temblando cómo un flan.
Llegué hasta la puerta del ferry, la abrí, una azafata me sujetó la puerta, me saludó y cuando me vio los ojos sonrió y me dijo:
-Tranquila, ya has llegado- yo sonreí sin poder hablar, me senté en una mesa y rompí a llorar,sólo unos instantes, cubriendo mi cara con las manos.

Saqué un pañuelo, me sequé la cara, me compré dos paquetes de dos madalenas, que serían mi alimento para todo ese día de trayecto, me senté de nuevo y mandé dos sms; uno a mi amiga para decirle que estaba en el barco, que gracias por todo.
Otro para mi chico, diciéndole que estaba bien, que ya estaba rumbo a España.
Luego apagué el móvil para ahorrar batería.

Respiré hondo y esperé a que aquello se pusiese en marcha, puesto que al final, el viento había amainado y saldríamos según lo previsto.

Ahora empezaba una nueva aventura, el reto de llegar con el estómago en su sitio y con el contenido del mismo íntegro, a Algeciras.

Por qué mi viaje, acababa de empezar y aún me quedaban un montón de peripecias por vivir...

"Sólo le faltan los calzoncillos pero no me parece normal tener que regalárselos yo"

viernes, 20 de marzo de 2009

No sé a quién le hacen falta los calzoncillos.
No sé exactamente, que querrá decir que le faltan, si es que hay un individuo que va por el mundo sin calzoncillos, o es que le faltan en el cajón de la ropa, o es que le están regalando ropa por turnos y sólo falta eso...

Y mucho menos sé, por qué no es adecuado regalarle, al ¿susodicho?, unos calzoncillos.

Pero hay que reconocer, que si vas por la calle y oyes a una mujer joven, decir justo esto, vehementemente, a otra mujer, un poco más mayor que asiente energicamente ante la obviedad de que ella no los debe regalar, uno no puede menos que interesarse por la conversación.

Así me quedé yo ayer, mientras iba por la calle, al pasar ante el par de señoras, que emitían semejante y tajante juicio, con total convencimiento.

No pude menos que sentir, no enterarme de qué iba la cosa y el resto del camino fui imaginando de qué podían estar hablando.

A ver, será que la mujer joven, llamémosla A, tiene una mejor amiga que se casa y en la lista de bodas, han incluido un pack de lujosos calzoncillos de marca para el futuro esposo, pero a A, no le parece decoroso que precisamente ella, que salió previamente con el futuro esposo, le regale tan íntima prenda.

O bien, será que su cuñada, casada con su hermano, el año pasado para el cumpleaños de su hija, no le hizo ningún regalo y ahora le ha comentado, que les vendría bien que la familia les comprasen un poco de ropa para su hijo, ya que el hermano se ha quedado sin trabajo, y justo lo que nadie les ha comprado, son los calzoncillos, aunque A, por despecho, no piensa comprárselos.

Podría ser que A, tenga un amigo nudista, que hace 2 años abandonó la vida mundana y decidió irse a una comuna nudista para vivir a su aire y justo ahora, los amigos han decidido hacerle un regalo útil y han incluido los calzoncillos en el mismo, pero claro, a A, regalarle ropa a su amigo, no le parece adecuado.

O tal vez, resulta que A, tiene un vecino, con la irritante costumbre de ponerse los calzoncillos a modo de gorro y la hermana del vecino, apelando a la amistad vecinal compartida, les ha pedido que le regalen para su cumpleaños, el del vecino, no el suyo propio, la prenda que más disfruta utilizando tan poco ortodoxamente, su hermano.

Sea cómo fuere, ya no lo sabremos, pero la frase de marras, me tuvo entretenida un rato.

Tragasueños

jueves, 19 de marzo de 2009

El otro día estabamos en un bar, haciendo tiempo .
Justo al lado de la puerta del bar, que era un bar de barrio, pequeño, había dos máquinas tragaperras.

A los 5 minutos de estar allí entró un matrimonio mayor, ella se quedó al lado de la máquina con el carro de la compra agarrado con fuerza y él empezó a meter moneda tras moneda.

Al principio casi no reparé en ellos, cuando llevaban más de 15 minutos empecé a observarles, justo entonces, se marcharon, él gruñendo sobre algo, malhumorado, y ella con la cabeza gacha.

Al cabo de unos 10 minutos, entró una señora mayor, descuidada, se dirigió a la barra y cambió un billete de 20€ , se dirigió a las máquinas y eligió la misma máquina que el matrimonio de antes.

Antes de empezar a jugar, tocó un lateral de la máquina y luego se llevó esa mano a los labios.

En unos 10 minutos, había agotado las monedas, volvió al mostrador y cambió otro billete de 20€ en monedas que liquidó en unos 10 minutos más.

Le iba dando al botón con nerviosismo, siempre con el mismo movimiento repetitivo tras el que golpeaba la máquina, compulsivamente, comprobava el resultado de la apuesta y movía la cabeza al ver que una vez más no había premio.

Liquidados los 20€, fue a cambiar un nuevo billete, también de 20€, que gastó en 10 minutos más.

60€ en media hora.

Antes de marcharse, se quedó parada delante de la máquina, con la expresión extraviada, toco el botón una vez más, ya sin monedas y siguió mirando la máquina, con una mezcla de anhelo, resignación y necesidad en sus ojos.

Se dio la vuelta y desapareció por la puerta, y fue cómo si nunca hubiese entrado.

TMB responde

miércoles, 18 de marzo de 2009

El otro día, hablando de TMB y de que si te cuelas los revisores pueden multarte, CHucky preguntó si los revisores del metro te pueden parar y pedir el Dni, puesto que según él, sólo lo puede hacer la policía.

Cómo no encontraba esta información, mandé un mail a TMB para preguntarles el proceder en estos casos y esto es lo que me han contestado:

"En referencia a su consulta le detallamos los diferentes puntos en cuestión:

Cuando se detecta que un usuario permanece en el interior de las instalaciones del metro sin poder presentar un título de transporte válido, se le solitica una percepción m ínima de 40 € con una bonificación del 50 % si el pago se realiza al instante.

Los protocolos de actuación que han de seguir los agentes de Intervención del Ferrocarril Metropolitano de Barcelona, los encontrará aquí:

Ley 4/2006 del 31 de marzo, ferroviaria http://noticias.juridicas.com/base datos/CCAA/ca-l4-2006.html

Artículos del 52 al 54 de la Ley 7/2004 del 16 de julio de medidas fiscales y administrativas:http://noticias.juridicas.com/base datos/CCAA/ca-l7-2004.t2.html#a52

Reglament de viatgers de Ferrocarril Metropolità de Barcelona, S.A.:http://www.tmb.cat/ca ES/barcelona/bonviatge/normesdus.jsp


Respecto a pedir la documentación, en el conjunto de las leyes arriba referenciadas se recoge que "(...) los empleados del titular de la infraestructura y de las empresas ferroviarias y el personal contratados (...) tiene, en los actos de servicio y en los motivados por éstos, la consideración de agentes de la autoridad".

Si el cliente ha sido multado y notificado sobre la bonificación arriba comentada, dispone de 30 dias hábiles para abonar dicha sanción o realizar posibles alegaciones.
En el caso de que dichas alegaciones hayan sido rechazadas y el cliente no hace efectivo el pago, se formula denuncia ante la Direcció General del Transport Terrestre de la Generalitat de Catalunya.
Dicha infracción constituye una multa de hasta 600 €.

Para más información puede visitar nuestra página web www.tmb.cat A la espera de poder atenderle en posteriores ocasiones,
Atentamente,
Centros de Información y Atención al Cliente de TMB."

Pues eso, que según TMB, si te piden el Dni, es cómo si te lo pidiera la policía.

Al menos en Barcelona, ¿en, Madrid será lo mismo?

Palabras

martes, 17 de marzo de 2009

Hay un dicho, frase, enseñanza, llámale x, que dice lo siguiente:
-Lo que vas a decir, ¿es verdad?
-Lo que vas a decir, ¿es útil?
-Lo que vas a decir, ¿es bueno?
Son tres filtros que nuestras palabras deberían pasar antes de ser dichas.
Si vas a hablar con alguien, si le vas a contar a alguien algo de otra persona, deberíamos tener en cuenta si lo que vamos a decir es completamente cierto, algo que hayamos podido comprobar de alguna manera, por qué sino tenemos esa certeza, sólo estaremos difundiendo un rumor.
También deberemos meditar, si lo que vamos a decir, es de alguna utilidad; con esa información, la otra persona podrá hacer algo de provecho, aprenderá algo, o sólo vamos a contarlo para desprestigiar a otros, para herir a la persona que nos escucha, para conseguir algo de ella?
Por último, aunque estemos seguros que lo que vamos a decir sea cierto, deberemos tener en cuenta si lo que vamos a decir es bueno, si nuestras palabras van a causar una cadena de acciones positivas o si por el contrario, lo que vamos a contar va a lastimar a mucha gente y a pesar de que les hayamos dicho la verdad, habrá servido para algo.
Y todo esto viene por qué es terrible el poder que tienen las palabras; terrible y bello, por supuesto.

Terrible, cuando una persona, llevada por la rabia, por la frustración o sólo por qué se aburre, habla mal de otra, a menudo, sin fundamentos, sólo por que le ha parecido que era algo, que nisiquiera sabe, por qué no la conoce.
Simplemente, hablar por hablar.
Pero claro, hablar por hablar, es más divertido cuando hablamos mal.
Bello, por que hay veces que estamos mal y una persona que no nos conoce, nos dedica unas cuantas palabras que nos animan y hacen que veamos las cosas de otra manera, que pensemos que lo que nos pasa no es tan grave, que decidamos no rendirnos, al menos no hoy, que no hay para tanto.
El mundo es un lugar complicado, pero nunca dejo de preguntarme qué pasaría si todos ejercitásemos un poco, sólo un poquito, la responsabilidad de las palabras, que se pueden resumir en los tres primeros puntos.
Hablar es un acto casi obligatorio en nuestra sociedad, la mayor herramienta de sociabilización, nos pasamos el día hablando, así que aplicar lo anterior sería un ejercicio de conciencia tremendo.
Nunca he dejado de creer que el mundo se puede cambiar y sé que se puede hacer, por ejemplo, con las palabras; casi siempre no con las que decimos, sino con las que callamos.


Baguettes (dedicado a CHucky)

miércoles, 11 de marzo de 2009

Ya que estamos estos días, tan animados hablando del funcionariado de este gran país que es el nuestro, voy a explicaros la última aventura con este gremio, acaecida ayer mismo.

Para hacer la nueva hipoteca, necesitábamos la vida laboral, que no teníamos, así que nuestro gestor lo solicitó por internet.
Pasados 15 días, el documento no había llegado a nuestro domicilio, total, es normal, sólo han pasado 15 días y todos sabemos que la sede central de la Seguridad Social, está ubicada en Pernanbuco y por eso tarda 15 días en llegarte un documento enviado vía Correos, claro que la otra opción, es que Correos sea lento, aunque no creo que esa eso, no, eso noooooo...


Así que nuestro gestor nos comentó que debíamos ir personalmente a solicitar esta información, buscó una delegación que abriera por la tarde y concertamos una cita y allí nos presentamos.

Había una guardia de seguridad en la puerta, que nos pidió los nombres para comprobar que teníamos cita, los verificó y nos dejó entrar, llegamos al arco de seguridad y cómo era la guardia de seguridad la que nos tenía que pasar los objetos por la cinta y estaba fuera peleándose con dos ciudadanos que no tenían cita, pasamos sin más sin que nadie verificara que no llevavamos nada peligroso, total, los arcos están para eso, para pasarlos sin control alguno.

Superado el arco, llegamos al mostrador dónde ponía que para que te atendieran debías pedir número en información, pero claro, en información debería estar la guardia de seguridad atendiendo, y aún estaba fuera, peleandose con los inisitentes ciudadanos, así que nada, allí espera que te espera, ante la atenta mirada de 5 empleados del Estado, que no tenían a ningún ciudadano en sus respetivas mesas, pero que tampoco hacían amago de agilizar el proceso.

Seguimos esperando, hasta que la guardia de seguridad, que no daba abasto, por cierto, llegó y nos dió número tras explicarle que habían pedido cita dos personas, mi compañero y yo, pero puesto que la vida laboral había llegado justo ese día por correos (¡aleluya!) sólo haría la gestión yo misma, así que sólo un número, por favor.
-Entonces, ¿cuantas personas van a pedir la vida laboral?- nos pregunta la guardia un poco confundida.
-Yo, sólo yo, ves, lo pone en tu lista, soy fulanita de tal a menganito lo puedes borrar.
Sí, pero no, nos busca en la lista, nos marca a ambos y repite:
-Entonces ¿cuantos números quieren?
-Sólo uno, para ella- interviene el gestor- mira, a él ya le ha llegado la vida laboral- le aclara enseñándole el sobre para que lo vea bien.

Bien, parece, pero sólo lo parece, que nos ha entendido, tenemos el 262, no hay nadie en ninguna mesa, 5 empleados del Estado sin atender a nadie, pero no, el turno no avanza, sólo estamos allí, esperando 5 minutos largos, mientras se miran entre ellos, dan vueltas de una mesa a otra, nada, que no hay prisa.
Finalmente el empleado del Estado A, decide que ya es hora que alguien nos atienda, ¿no? y dice:
-Oye B, hay gente esperando, ¿puedes atenderlos?
B se gira, nos mira y le contesta:
-Uy, ya te dije el otro día que hace más de una semana que no me fucnciona el programa para hacer las vidas laborales, pregúntale a C a ver si puede (C está en la mesa de al lado, tal vez practican algún código secreto de rangos para comunicarse entre ellos)
B se gira hacia C y le dice:
-¿Los atiendes tú?
C nos mira, mira a A y le dice que está acabando no sé que cosa; eso debe de ser un no.
Bueno, son 5 y lo hemos probado con 3, ya sólo quedan 2, sino siempre queda la posibilidad de que nos saque la vida laboral la guardia de seguridad, total, es la única que parece que tiene algo importante qué hacer.
A llega a la conclusión de que será mejor que nos atienda él mismo, ya se sabe, si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo, así que nos llama con la mano para que nos acerquemos.
Nada más sentarnos le dice el gestor:
-Sólo es para su vida laboral (señalándome a mi) la de él (señalándole a él) ya la tenemos- A asiente con la cabeza y se pone a teclear furiosamente en su teclado, tras hacer ver que no le hemos dicho HolaBuenasTardes a lo que no respondió absolutamente nada pero nos miró por encima de sus gafas con una expresión ciertamente difícil de interpretar que bien habría podido ser la de , anda e id a la mierda, o bien, arreando que tengo prisa, o también, ay que joderse, mira que querer la vida laboral...

Esperamos unos minutos, yo, ciertamente alucinada, por la eficiencia del empleado del Estado A, que sin darle ni mi Dni, ni mi nombre, ni nada, está trabajando tan intensamente...hasta que se acerca C y le dice:
-¿Ya está?-B asiente, le da a imprimir y la da a C el papelito que acaba de imprimir, se gira hacia mi cómo si fuera la primera vez que me viera y me dice:
-¿Me das el Dni?
Ahhhh coño, ya me extrañaba a mi...NO estaba haciendo mi gestión, simplemente hemos pasado de esperar de pie a hacerlo sentados.
Se lo doy, empieza a teclear furiosamente de nuevo y de repente, levanta la cabeza y dice:
-¿Pero cuantas vidas laborales váis a pedir?
Suspiro.
Volvemos a explicar, que sólo la mía, asiente y sigue aporreando las teclas un buen rato.
En ese momento aparece C, se pone detrás y le pregunta:
-Oye, ¿pero cuantas vidas laborales van a querer?
Joder que una, que la mía coño, que sólo la mía, la mía, la mía!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
-Sólo una, la de ella-repite el gestor por quinta vez ya, con una sonrisa tensa.
-Ahhhh-dice C y se marcha.
El funcionario A, empieza a comprobar mis datos, bueno, parece que sólo aciertan en el número del Dni y en el nombre de mis padres, lo demás, o está desfasado o mal, confieso que la parte desfasada, por mi culpa.
Y al fin, parece que ya estamos a punto de acabar cuando el empleado del Estado A le da a la tecla de aceptar y,
uyyyyy,
casiiiiiii,
no,
el programa le da un error, nada, lo mejor en estos casos es cerrar la ventana sin leer el mensaje del error e insistir, no, tampoco, pues bueno, lo repetimos 4 veces más, alguna tendrá que colar, ¿no?, pues no, así que el empleado del Estado A decide ir a lo seguro, a ver, a ver, qué pone, mmmm, uy, que me falta un dato, lo pongo aquí, le doy a aceptar, ostias si es que esto de los ordenadores es la leche, ahora sí que sí, si es que soy lo más (cara de satisfacción funcionaral).

Mientras se va imprimiendo la tan ansiada vida laboral, al empleado del Estado A le suena el móvil, descuelga, empieza a hablar y cuando termina de imprimirse me tiende la hoja dando así por terminada nuestra interacción, de la misma manera que ha empezado, en silencio.
Yo, pongo cara de ajo y utilizando el mismo sistema de comunicación le digo que no con la cabeza y señalo en dirección a su teclado, dónde tiene mi Dni, lo mira cómo a un ente extraño, me lo da y sigue hablando por el móvil.
Bueno, si no contestó al HolaBuenasTardes no íbamos a esperar que lo hiciera al AdiósGraciasBuenasTrades, ¿no?

Salimos y allí estaba ella, la guardia de seguridad lidiando con ciudadanos sin cita previa, negándoles el paso, manteniendo el orden establecido.
Nos miramos mi compañero, el gestor y yo y dije:
-Vamos, salgamos rápido, no sea que nos pregunte cuantas vidas laborales vamos a pedir...


-Para saber el por qué de Baguettes, pincha aquí

Sólo 15 minutos...

martes, 10 de marzo de 2009

El metro me mola, no solo el metro en si mismo, sino todo lo que se deriva de su uso; las averías, las colas para validar el billete, las obras inacabables en todas las líneas, el volumen de la megafonía del metro, etc, etc, etc.

Pero lo que vi ayer, me dejó estupefacta.

Un papá, que había tenido la suerte o la desgracia, no sabría decir, de haber tenido gemelos, estaba hablando por el interfono que tienen las estaciones antes de validar el billete, para que, en ausencia de todo rastro humano, puedas hablar con algún empleado en caso de tener algún problema (emoticón partiéndose de la risa).

El papá, que estaba ya un poco fuera de si mismo, se encontraba gritándole al interfono así que fue fácil escuchar la conversación.
La cosa era que, con el carro que llevaba para sus gemelos, no pasaba por la máquina habitual que valida los billetes, por lo cual, se dirigió al única de tamaño grande, que hay en toda la estación, pasó su billete, pero la máquina diabólica, no se abrió.
Así que se dijo, voy a llamar a este interfono para que alguien me abra la p...uñetera puertecita y pueda entrar.
El ingenuo papi, espera que te espera, pero no aparece nadie.
Justo cuando yo bajé, el buen hombre le decía al empleado que lo atendía, que no podía comprender que:
-no hubiese personal en la estación para ayudarlo
-que la máquina no funcionase
-que a pesar de haber pagado su viaje, estuviese esperando a que alguien le abriera, todavía
-que hubiesen pasado más de 15 minutos desde la primera vez que había pedido, vía interfono, que alguien se personase para abrir la p...uñetera puerta para poder entrar.

El empleado del metro, le comentaba que es que no había suficiente personal, vaya, un poco reproduciendo el lema, pues dos piedras o es lo que hay, justo lo que quiere oir un papi con dos bebés tras esperar durante 15 minutos y que no se prersente ni Dios para dejarle pasar.
Una situación de lo más normal vaya, dos bebés, esperando indefinidamente a que algún empleado decida que a pesar de que no haya personal, alguien, quien sea, le abra la puerta al pobre hombre, aunque no sea por él, por sus bebés.

Y en ese momento, me planteé muchas cosas.

La primera, muy en caliente, que esto se soluciona abriendo a la fuerza las puertas de la máquina que no dejaban entrar al papi con el carrito, o sino, romperlas directamente, a ver si así si viene alguien aunque sea a detener al papi.

Por qué si te lias a romperlas, seguro que aparece alguien, ¿verdad?

La segunda, es ¿porqué TMB ha tenido esta obsesión en substituir hasta lo insostenible al personal humano, por máquinas expendedoras, que en caso de problemas, evidentemente, no te pueden ayudar?

¿Porqué han ido cambiando todas las máquinas validadoras tipo torno, por máquinas validadoras tipo puerta de vidrio, que en caso de no funcionar, no permiten entrar en el metro de ninguna de las maneras?

Y además, ¿porqué estas máquinas validadoras, tienen tantas averías?
En una estación dónde hay la friolera de tres máquinas, una para salir y dos para entrar, cómo mínimo, una de las dos de entrada, puede estar estropeada de 2 a 3 veces por semana.

Si ponemos el ejemplo de la estación de Hospital Clínic, de 9 máquinas validadoras que hay 2 son de salida, lo que nos deja con 7 para poder validar nuestro billete, de estas 7 que hay, 1 es la especial para cochecitos o sillas de ruedas y tiene una doble puerta, así que no se utiliza, lo que nos deja con 6, de esas 6, la mayoría de los días, al menos 1 no funciona, un número considerable de días, las que no funcionan son de 2 a 3 y hemos tenido, bastantes veces, la suerte de que no funcionen hasta 4 o 5, dejando o 2 o 1 máquina para validar el billete; en esos casos se llegan a formar colas de hasta 30 personas.
No hablemos ya, de las estaciones dónde la que se avería es la de salida, dejando a la gente en la andana a la espera de que venga alguien de alguna parte, para dejarte salir del metro.

La tercera es, porqué TMB sólo pone personal en las estaciones para vigilar a los usuarios y no para ayudarlos, desde que se eliminaron las taquillas con personal, los usuarios que validan sus billetes en una boca del metro sin taquilla de venta con personas, se ven obligadas a todo tipo de peripecias ante cualquier problema, cómo no poder entrar por qué la máquina detecta error en el billete y tener que irse a la otra boca, dónde algún empleado le pueda cambiar el billete, siempre que haya alguien en la taquilla, por supuesto.

Desde hace un tiempo, TMB, decidió, dos cosas:
-cambiar las máquinas validadoras
-contratar a personal de seguridad
Este personal de seguridad está para persuadir de que nadie se cuele, pero si tienes algún problema, tampoco te lo solucionan, pues no es su cometido, pero si ven a alguien colarse, cómo mucho, su intervención se limitará a cagarse en la p**a madre de alguien y poco más, así que; ¿para qué sirven exactamente?
No lo tengo claro.

La cuarta cosa es, ¿porqué TMB ha invertido tanto dinero en equipar con televisiones el interior de algunas líneas de metro, monitores que no sirven para absolutamente nada y sin embargo aún no han habilitado el 100% de las estaciones con accesos para minusvalidos y cochecitos de bebés poniendo ascensores y porqué hay tantas salidas de estaciones que no tienen escaleras mecánicas?
¿Acaso es que TMB cree que ni los minusvalidos, ni los padres con cochecitos con bebés, ni las personas mayores, necesitan usar el trasporte público?
¿Es que es más importante ir viendo la tele en el metro, que tener accesos decentes?

La quinta cosa es, porqué el Excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona, insiste en que sus ciudadanos utilicen el transporte público, cuando este está absolutamente desbordado de usuarios desde hace años, usuarios que han de soportar todos los días vagones de metro tan llenos que la gente va pegada a los cristales cual metro tokiense.
¿Es que pretenden meter aún más gente en los vagones o es que van a contratar a empujadores para que quepan más?

Pero cómo se puede pretender que la gente utilice el trasporte público, si:
-En las horas punta, hay tanta gente, que a veces no se puede subir y has de dejar pasar algunos metros.
-Tiene averías cada dos por tres, averías que se solucionan en una media de 10 minutos, cierto, es poco tiempo, pero si hay una avería y dejas sin servicio una línea durante 10 minutos, cuando el servicio sea restituido, deberás dejar pasar una media de 4 metros, hasta conseguir subirte a alguno.
-La frecuencia de metros en un horario de lo más concurrido, cómo puede ser de 6 a 7 de la tarde, puede llegar a ser de hasta 5 minutos en algunas líneas y en los fines de semana, de hasta 8 minutos.
¿Es que los fines de semana el billete que pagamos es más barato y por eso, debemos esperar mucho más?

Conclusión; TMB pierde mucho dinero por la ingente calidad de usuarios que se cuelan, eso es una evidencia.
Pero ¿estarán relacionadas estas pérdidas con la reducción sistemática de personal en todas las estaciones?
Si es así, eso significa que un usuario del metro que pague cada día su billetito, deberá asumir que:

1.Se le pongan unas máquinas que se averían con frecuencia, para que no se cuele, cosa que no hace.
Por supuesto, en el billete, este usuario asumirá el coste de las nuevas máquinas.
2.Se contrate a personal para vigilar que nadie se cuele, cosa que este personal, no hace, así que se cuela hasta el Tato.
Por supuesto, en el billete, este usuario asumirá el coste de los empleados de seguridad.
3.Se tenga que chupar unos trenes llenos hasta la bandera y unos trenes que tardan un huevo en llegar, eso sí, llevarán tele.
Por supuesto, en el billete, este usuario asumirá el coste de las teles nuevas.

Es decir, que todas las medidas que TMB tome para que nadie se cuele e incrementen el valor del billete, los deberá asumir el usuario que sí paga aunque TMB no mejore, en realidad, nada de lo que un usuario habitual quiere que se mejore y considera necesario e incluso primordial mejorar.

Una vez más, el usuario responsable, es el que se ve perjudicado.

Otro día podemos abordar el fascinante y no menos terrorífico mundo de los autobuses.


Sleeping dogs lie (Los perros dormidos mienten), Bobcat Goldthwait

lunes, 9 de marzo de 2009

Amy, es una chica normal y vive una vida normal. Tiene un novio con el que se va a casar y en terminos generales, es feliz.

John, su novio, cree que ella es la persona con la que puede ser completamnete sincero, contarle todo aquello que nunca ha contado a nadie y trata de que Amy, le cuente, a su vez, ese secreto que todos tenemos, nunca confesado.

Efectivamente, Amy tiene un secreto que nunca ha contado a nadie, cosa que no es de extrañar, dado lo escabroso del secreto.
Presionada por la insistencia de John, decide contarle ese secreto perturbador justo el fin de semana en que han ido a visitar a los padres de ella ,para presentar a su futuro marido.

Y se lo cuenta; Amy, hace unos años, le practicó una felación a su perro, no sabe exactamente por qué, pero lo hizo.

A partir de ese momento, la vida de Amy, da un giro radical, su novio no la comprende, su familia al enterarse la hace de lado, etc.

Con este impactante argumento, empieza la película Los perros dormidos mienten, una película que trata básicamente de la sinceridad o de la necesidad de la misma.

¿Es necesario que nuestra pareja sepa absolutamente todo sobre nosotros, incluso esas cosas que no inciden directamente sobre la relación?


¿Pueden o deben, las personas guardar una porción de intimidad para si mismos, o por el hecho de estar en pareja todo debe ser contado, casi cómo si de un mandamiento se tratara?

John, le dice en un momento de la película a Amy, que quiere conocer todos los actos que la han convertido en la persona que él ama, incluso esos más inconfesables, imagino que creyendo que lo más inconfesable que puede haber cometido su novia, es algo fácilmente aceptable.
¿Cuando le pedimos a una persona que nos confiese todo, le pedimos, de verdad, que nos lo confiese todo, o sólo lo que estamos dispuestos a aceptar, lo que nos es fácilmente tolerable?

¿La sinceridad a toda costa, es buena o es mala?

La mayoría de personajes de la película, menos Amy, está de acuerdo en que hay que ser sincero, contarlo todo y así medir a la otra persona, ya de paso, sabremos si nos merece o no, por qué total, lo que hicimos ya pasó y nada puede ser tan grave para no ser perdonado...¿o sí?

¿Es más grave lo que hizo Amy, que por ejemplo, que haber cometido un asesinato?
No, no lo es, claro, pero qué resulta menos difícil de aceptar, o mejor dicho, ¿se pueden equiparar en cuestión de shock emocional, ambas acciones?

¿La verdad y la sinceridad son la misma cosa?

En otro momento de la película Amy, dice eso de : -la verdad está sobrevalorada.

Ciertamente, la verdad, o la VERDAD, está sobrevalorada o malinterpretada, no sé exactamente.
Creer que la verdad es una especie de panacea en las relaciones, me resulta de lo más cándido, por qué la verdad es sólo el primer impacto, vale, es importante, pero ¿qué hacemos con la verdad?

¿Aprendemos algo cuando nos confiesan alguna verdad, o cuando la confesamos?

¿Tratamos de cambiar las verdades que no nos gustan?

¿Tratamos de descubrir las verdades de los otros para amarles más o para tener motivos para dejar de hacerlo?

¿Se es deshonesto cuando se miente, siempre, en todos los casos, aunque seamos consecuentes en todo lo demás o no se puede ser consecuante cuando se miente en una sola cosa?

La verdad en si misma, es un objeto inerte, que debemos modelar, que causa en nosotros reacciones, que nos ennoblece, que nos envilece, que nos hace crecer o volvernos miserables, con la verdad perdonamos, creamos, crecemos, con la verdad destruimos a los demás, los chantajeamos, los arruinamos; la verdad no es nada, pero lo es lo que hagamos con ella.

Sí, la verdad está sobrevalorada, pero la honestidad, no.


Freedom

sábado, 7 de marzo de 2009


Freedom



Foto conceptual o adicta a las bambas Victoria

viernes, 6 de marzo de 2009

En una ciudad cómo Barcelona, se le hacen fotos a muchas cosas, fotos que hacen los turistas y fotos que hacemos los barceloneses, a distintas cosas, sobretodo, a cosas muy urbanitas cómo carteles, grafitis o pintadas, que se suelen utilizar en revistas de tendencias urbanas, especiales sobre ciudades, etc.

Así que en Barcelona, hay un ingente número de personas sacando fotos por las calles, yo misma me armo a veces con la cámara y le saco fotos a todo aquello que me llama la atención, que pueden ser bastantes cosas en una ciudad cómo esta.

Hace un par de días, mientras caminaba por una de las partes más visitadas por los turistas en mi barrio, vi a unas chicas sacando fotos, nada anormal.
A todas luces, eran extranjeras y estaban justo delante de una pequeña iglesia, sin embargo, a medida que me acercaba, me di cuenta de que había una que me miraba mucho, deduje que me iba a abordar, detecto cuando la gente va a hablarme por la calle y juro por Dios que lo hace más a menudo de lo que me gustaría, así que ralenticé el paso para que se pudiese acercar y pedirme lo que yo creía que me iba a pedir; que les sacase una foto a ella y a sus amigas, justo en frente de la iglesia dónde estaban haciendo pruebas con la cámara.

Efectivamente, la muchacha se acerca y me pregunta en un vacilante castellano, algo de una foto rápida, yo, cómo iba convencida de que me iba a preguntar si le hacía una foto con sus amigas, le digo toda ufana, que sí, que vale, así que sonríe, toma distancia y enfoca mis bambas (en mi tierra, bambas son calzado deportivo), entonces repaso mentalmente lo que me ha dicho y caigo en que me ha pedido sacarle una foto a mis bambas.

Ahhhh, no soy la única que saca fotos conceptuales a las bambas!!!!!

En mi caso, la costumbre de sacarle fotos a nuestras porpias bambas nació en el Altes Museum, en Berlín, esperando a poder fotografiar a Nefertiti, había una cola de gente delante nuestro y el flash estaba prohibido, yo hacía poco que tenía mi cámara y no la dominaba, y pensé, mira que cómo saque la foto con flash...me muero, así que me fui a un rincón de la sala y hice una foto al suelo.

No, no había flash, pero salió una foto la mar de maja de mis bambas rojas y me dije, oye, mira que foto tan conceptual y de ahí nació la manía de sacar fotos a las bambas en los viajes, por qué además, las bambas de puntera roja, me encantan.

Así que ya sabéis, si véis por ahí alguna foto de unas bambas negras de puntera blanca, igual soy yo ;D

Una muestra de la chaladura compartida (mis fotos son malas, lo sé, pero a juzgar por cómo encuadró la foto la muchacha, las suyas serán igual de malas)

Foto conceptual o adicta a las bambas Victoria, Cracovia
Foto conceptual del viaje o adicta a las bambas Victoria, Berlín
Foto conceptual o adicta a las bambas Victoria, Granada
Foto conceptual o adicta a las bambas Victoria, Lisboa

Demostración de que la lengua castellana no es machista...en absoluto

jueves, 5 de marzo de 2009

Me ha llegado este mail, y me ha parecido bastante ilustrativo sobre una de las muchas discriminaciones que perpreta nuestra lengua contra las mujeres aunque por supuesto también las hay homófobas, racistas, otras son ofensivas con las personas que sufren alguna discapacitación y un largo etc.

A mi la frase que dice, la lengua tiene el uso que se le da, me gusta mucho.
Pero debe la lengua, que es increíblemente rica en expresiones, adecuarse a la correción política de los tiempos que vivimos?
O a la sensibilidad de nuestros tiempos, que no es la misma cosa?

Debemos dejar de utilizar expresiones que ahora resultan ofensivas para determinados colectivos o amparándonos en la cultura y en la riqueza de la lengua, las debemos utilizar siempre que queramos, puesto que existen?

Es un tema que creo que da para debatir largo y tendido.

Mientras llegáis a una conclusión, podéis leer el mail.

ZORRO: Espadachín justiciero
ZORRA: Puta

PERRO: El mejor amigo del hombre
PERRA: Puta

AVENTURERO: Osado, valiente, arriesgado, hombre de mundo
AVENTURERA: Puta

AMBICIOSO: Visionario, enérgico, con metas
AMBICIOSA: Puta

CUALQUIER: Cosa o persona indeterminada
CUALQUIERA: Puta

HOMBREZUELO: Hombrecillo, varón mínimo o pequeñito
MUJERZUELA: Puta

HOMBRE PUBLICO: Personaje prominente
MUJER PUBLICA: Puta

GOLFO: Masa de agua marina, parcialmente rodeada de tierra
GOLFA: Puta

LOBO: Mamífero predador rapaz y feroz. /Hombre experimentado y agresivo
LOBA: Puta

LIGERO: Hombre débil y/o sencillo
LIGERA: Puta

ADULTERO: Infiel
ADULTERA: Puta

PUTIN: Jefe de Estado ruso
PUTINA: Putilla

Y para terminar de manera definitiva:

HOMBRE QUE VENDE SUS SERVICIOS: Consultor
MUJER QUE VENDE SUS SERVICIOS: Puta


Fumar, fumar, fumar

miércoles, 4 de marzo de 2009

A veces, ser un poco raro, tiene sus ventajas, cómo, por ejemplo, reparar en cosas, en las que poca gente más repara.

Una de ella, que siempre me sorprende, es a la velocidad que comen los fumadores, sobre todo, en el trabajo.

Si tienes una hora para comer e inviertes, al menos 30 minutos en hacerlo en condiciones, te quedan, para fumar, 30 minutos más.
En 30 minutos, cualquiera puede fumarse, al menos 4 cigarrillos; será poco?

Sin embargo, mis compañeros fumadores, cuando llega la hora de la comida, salen disparados a fumarse dos cigarros de golpe, van al comedor, se calientan la comida a toda leche, si hay cola en el microondas, los puedes ver mirando el reloj y moviendo la cabeza, pensando en los cigarros que no van a tener tiempo de fumar, calientan la comida y en unos 10 minutos a lo máximo, se han zampado la comida, a una velocidad que yo no puedo creer que incluya el masticarla.

Se levantan de la mesa, aún con la boca llena, limpian la fiambrera y aún guardando los cubiertos en la bolsa, salen por la puerta a toda velocidad, con el ansia nicotinera pintada en los ojos, a fumar y fumar y fumar, durante no menos de 40 minutos.

En sí mismo, me parece algo absolutamente irreal que una persona se alimente mal, con prisas, o que coma menos, sólo para arañar un poco de tiempo para consumir cigarro, tras cigarro, pero es lo corriente, lo habitual, es perfectamente normal y aceptable, que haya gente que casi no coma por fumar, que se deje la comida para ir a fumar, o que la trague de una pieza, siempre en vistas de conseguir 5 minutos más aderezados de alquitrán.

Yo me quedo masticando lentamente mi comida, aún me queda más de la mitad y no puedo dejar de felicitarme, por no seguir siendo esclava, de un vicio tan inútil.


En todas partes hay tesoros

martes, 3 de marzo de 2009

Hay muchas maneras de planear una tarde divertida con niños.

Yo conozco una muy especial; se trata de coger el coche y llevarte a los chiquillos a un vertedero, sí, sí, a un vertedero, sin antitetánica, sin guantes, sin botas...

Es una aventura emocionante y original a la par, hundir los pies entre los deshechos a la búsqueda de tesoros inimaginables, tratar de encontrar el máximo de juguetes en el menor de tiempo y apilarlos en una montañita que irá creciendo primero y menguando después, llegado el momento de decidir qué rescatar y llevar a casa.

Hay que ser cauteloso con los descubrimientos y acercar las manitas despacio a los hallazgos, no sea que ese cordón tan chulo que puede servir para tantas cosas, sea en realidad la cola de una enorme rata dispuesta a hincarte sus largos dientes en cuanto la toques, o tal vez, si no te mueves con cuidado, al poner los pequeños pies sobre un montón inestable, puedas acabar en el suelo para regocijo del resto de niños, que sin duda, se reirán durante semanas de tu desgracia.

Pero si eres cauteloso, rápido y listo, podrás encontrar fabulosas barbies medio calvas, a las que sólo les falta una pierna o un brazo, coches con tres ruedas, balones deshinchados, tragabolas con hipopótamos sin cabeza o soldaditos sin manos.
Podrás encontrar libros a los que sólo les faltan algunas páginas, velas con formas de animales a menos de la mitad, peluches destripados y coches de bomberos sin sirena y sin puertas.

Mientras vas buscando y rebuscando, se oyen los gritos de asombro de otros hallazgos, los mayores, también buscan sus propios tesoros; sillas, mesas, cómodas, cualquier cosa que se puedan llevar y utilizar.

Finalmente, a la hora de meter los tesoros en el coche, hay que negociar, esto cabe, esto no, esto está demasiado sucio, esto está demasiado roto...

Cómo siempre, los mayores, arruinando la diversión.


Amigos de alquiler

lunes, 2 de marzo de 2009

Hace muchos años, en otra vida que quedó muy atrás, tuve una mejor amiga muy querida.
Esta mejor amiga, no siempre sabía ser amiga de sus amigos y por eso estaba muy sola.
Estaba sola, pero tenía una pareja de la que presumir, una pareja que la había sacado de su triste mundo y le había enseñado cosas que ella nisiquiera había imaginado que existieran, siempre a base de refinamiento y dinero.

Y a pesar de todo el dinero invertido en su felicidad, ella no era feliz.
A pesar de los lujos, los viajes, nunca era feliz.

Así que cuando la vida nos unió de nuevo, su príncipe azul descubrió que había una cosa sobre todas las demás, que hacía feliz a su princesa, algo que el dinero no podía comprar; su mejor amiga.

Se acercaba la fecha de cumpleaños de mi amiga, y su príncipe, pensaba y pensaba en cómo podía hacerle el mejor regalo, el regalo perfecto que la dejara absolutamente fascinada pero por más que pensaba no se le ocurría nada tan perfecto cómo para estar a la altura de su princesa, hasta que tras mucho pensar y pensar descubrió con cierto asombro, que lo que más feliz la hacía era estar con su mejor amiga.
Así que decidió que el regalo seríamos sus amigos...aunque amigos, amigos, ella no tenía, así que decidió invitar a su mejor amiga y a otras personas, que al menos por una noche, pudiesen parecer sus amigos.

He de reconocer que si me sacas de la cama de madrugada para invitarme a un cumpleaños, tal vez no esté muy atenta y seguramente fue por eso, por qué aún estaba dormida, que entendí que el cumpleaños se iba a celebrar un día antes de lo que se celebraba, ya que la fecha exacta caía en viernes y todo lo demás se perdió en las marismas del sueño profundo del que acababa de salir.

Así que llegó el viernes y allí nos presentamos, yo y mi acompañante.
Allí estábamos, plantados en la puerta del restaurante, uno de esos restaurantes de los que en la vida podríamos pagar, dispuestos a darle una sorpresa a mi amiga, con nuestras mejores galas y nuestras mejores sonrisas.

Nada más llegar, un amable empleado nos preguntó si teníamos mesa reservada, le comentamos que veníamos al cumpleaños de mi amiga y el color de la cara del amable empleado fue adquiriendo una serie de tonos variados, que pasó del blanco riguroso de absoluto pánico, a varios tonos de rosa hasta llegar a un rojo carmesí tipo preocupación intensa, de la que le puede costar el puesto a alguien.
Pasado el primer momento de crisis, el amable empleado, puso su mejor sonrisa, nos pidió que esperáramos un momento en el lujoso hall tras preguntarnos si seríamos tan amables de aceptar un refrigerio para amenizar la espera.

Volvió al cabo de unos momentos, con el refrigerio, que nunca sabré qué llevaba, pero que estaba estupendo y volvió a marcharse.
Esta operación la repitió varias veces, hasta salir y explicarnos muy amablemente, que la reserva para el cumpleaños estaba hecha para el día siguiente.

Tras hablar con el estupendo príncipe azul, que me confirmó que era cierto, regresamos a nuestra casita, compuestos y sin cumpleaños, para el día siguiente, repetir la operación, paso a paso.

Esta vez, nisiquiera hizo falta que nos presentaramos, el amable empleado nada más vernos, nos hizo pasar a la mesa reservada, junto con el resto de amigos ocasionales y allí esperamos pacientemente, hasta que mi amiga, engañada, cómo no, apareció con su maravilloso y adinerado, príncipe azul, haciendo ver que pasaban por allí.

Ella, paseo la mirada por la sala, y de toda la gente allí reunida, sólo me vio a mi, casi inmediatamente, se abalanzó para abrazarme y rompió a llorar por la alegría del inesperado encuentro.
Después beso y saludó al resto de invitados y se sentó a esperar a su principe azul que se había quedado hablando con el encargado del restaurante.

Cuando éste llegó, me miró fijamente y con una sonrisa entre malvada y cabrona le explicó a todo el mundo lo sucedido el día anterior, todos rieron divertidos mi despiste, pero claro, estábamos hablando de un sitio caro, de cierta reputación y de un cliente habitual...así que cuando el pobre encargado del restaurante supo que estábamos en la puerta por el cumpleaños, tuvo un ataque de pánico y puso la cocina patas arriba cocinando una tarta de cumpleaños improvisada, que jamás se llegó a comer, puesto que los que nos habíamos equivocado éramos nostros y no él.

El estupendo príncipe azul, ya estaba empezandom a arrepentirse de haber invitado a semejantes patanes que le hacían quedar mal ante todos sus conocidos, aunque lo que no sabía era que lo mejor estaba por llegar...

Y así fue, cómo por una noche, me convertí en el regalo de mi mejor amiga y traté de sobrevivir estoicamente a tanto lujo, dinero, comida y bebida cara, sonrisas de alquiler, amigos ocasionales y un sinfín de cosas más, que, afortunadamente, ya he olvidado.


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