La mayoría de personas que
me rodean, ven el parto cómo un mal necesario, cómo un trámite, cómo ese
momento que hay que superar de la manera que sea, lo más rápido e indoloramente posible.
Yo tuve 9 meses para
prepararme para un parto que no tuve y que tampoco preparé por qué no pude.
Necesitaba ir paso a paso, día
a día y en ese ejercicio no cabía la posibilidad de mirar más allá de la semana
40.
Los médicos que me
atendieron durante mi embarazo no me informaron de nada relativo al parto, sólo
me comunicaron que por seguridad tendría un parto inducido si no me ponía yo de
parto de forma natural antes y que en ambos casos, sería un parto monitorizado, lo que en cristiano quiere decir que te obligan a estar tumbada en la cama al menos hasta que te ponen la oxitocina.
Yo no quería un parto
inducido, aún sin saber lo que sé ahora de ellos, sentía en mi fuero interno
que esa no era la manera, pero el embarazo se complicaba, los factores de
riesgo se multiplicaban y los médicos insistían siempre que podían en el
discurso del miedo.
A pesar de todo, llegadas
las últimas semanas, yo tenía bastante claro que mi embarazo, a pesar de tener
riesgo, había ido bastante bien y nada podía demostrar que los problemas de
peso del bebé estuviesen relacionados con la trombofília detectada por lo que
me planteé muy seriamente rechazar el parto inducido y esperar a ponerme de
parto de manera natural.
Pero tuve miedo, tres abortos
y un embarazo tremendo, lleno de ansiedad, de pruebas, de presión médica, minan
mucho y estaba claro que no iba a encontrar ningún tipo de apoyo a mi decisión
en el equipo médico.
Sentía en mis entrañas que
eso no era lo correcto, que no era necesario, y sobretodo, que no era lo que quería,
pero todo el mundo a mi alrededor repetía una y otra vez que no había para
tanto, que en realidad no cambiaba nada, que fuese cabal, que no quisiese
desafiarles sabiendo ellos tanto y yo tan poco.
Yo sabía que el riesgo a que
pasase algo en esos días fuera de cuentas era un riesgo que podía ser muy real
o no existir en absoluto, pero enfrentar esa decisión completamente sola* no es
nada fácil, por lo que cedí y accedí a que me programaran el parto.
Tres semanas antes del día
que cumplía las 40 semanas pregunté qué posibilidades existían de tener un
parto natural a través de un parto inducido.
Es una pregunta absurda pero
sobretodo, ingenua, ahora lo sé.
Se me informó de que era
completamente posible, pero no se me informó detalladamente de lo que era un
parto inducido, por lo que la información recibida no me sirvió para saber a qué
me enfrentaba realmente.
En ese punto, mi moral
estaba ya tan mermada por todo el proceso que no me quedaban ánimos para
informarme por mi parte.
A nadie le importa el modo
en que mi hija llegó al mundo por qué nadie entiende cómo se siente una madre a
la que le han robado el parto, nadie se hace cargo del sentimiento de vacío, de
la rabia, de la frustración, pero sobretodo, del lo incompleta que se siente
una mujer que no ha parido cómo deseaba, peor aún, cómo sentía que debía
hacerlo.
No hay para tanto.
No es tan diferente.
Eso que te has ahorrado.
Cuando me pusieron la
oxitocina, al principio, cuando las contracciones eran leves y esporádicas,
hubo un momento en el que pensé que podría pasarlo sin la epidural.
Me sentía tan fuerte, tan
valiente, quería callarles la boca a todos los que habían cuestionado una y
otra vez mi resistencia al dolor.
Los voy a dejar con la boca
abierta.
Voy a poder.
Pero cuando rompí la bolsa
de aguas me sumí en un dolor tan intenso y tan insoportable que bastó menos de
una hora para suplicar por la anestesia.
Por qué el dolor que sentía,
era el dolor más absurdo, antinatural y estéril que había padecido en mi vida.
No era un dolor de aviso, no
era un dolor de progreso, no era un dolor de esfuerzo, era un dolor vacío que
mi mente y mi cuerpo, rechazaban, un dolor contra el que luchaban, un dolor que
me bloqueaba la respiración.
Un dolor que aniquila.
Respira cómo te han enseñado
me decía mi compañero y ni siquiera las palabras para maldecirlo salían de mi
boca.
Por qué no podía respirar, estaba
a merced del dolor, yo trataba por todos los medios de asirme a algo en medio
de esa tormenta, sabiendo que si lo lograba podría recomponerme, controlar al
dolor y no la inversa, pero no había nada a lo que agarrarse, la mano de mi
chico no era suficiente, por qué al apretarla mi propio cuerpo irradiaba dolor,
buscaba en mi cabeza, una imagen, una palabra, un recuerdo pero mi mente no
funcionaba sólo era un circuito interrumpido atrapado en un bucle de
padecimiento.
Quería moverme, ponerme a
cuatro patas y huir de la camilla por qué no hay posición menos útil y más dolorosa para parir
que estar tumbada, pero ya no podía moverme y tampoco soportaba el dolor de que
me moviese otro.
Eso es lo que te da y lo que
te quita la oxitocina.
Pero da igual, por qué está
la epidural y cuando te la ponen, eres la mujer más feliz del mundo, aunque
apenas sientas tu cuerpo para traer a tu hija al mundo, aunque tengas que parir
atada al monitor y tumbada sin ningún tipo de control sobre un proceso activo que
depende únicamente de ti y en el que no puedes ser más pasiva.
Y por eso, por qué no pude
traer a mi hija al mundo cómo deseaba y por un embarazo traumático y
complicado, mi posparto ha sido tan duro.
Por qué HE de ser feliz por
qué he tenido una hija, sobretodo yo, después de tantos problemas, al fin lo he
conseguido y no soy feliz.
Por qué he de sentirme
agradecida y lo que me siento es enfadada.
Por qué he de ser positiva y
me siento triste.
Ahora, que me he informado,
entiendo lo que me pasa y por ello me será más fácil superarlo, sobretodo por
qué descubres que lo que te ha pasado, no te ha pasado sólo a ti y que además,
tienes derecho a sentirte mal aunque la gente de tu entorno no te comprenda y
siga pensando que no sabes lo que quieres y que te quejas por todo.
El parto no es un trámite,
no es un mal necesario, no es algo que pasar rápido y dopada, es la manera en
que tu hija/o vendrá al mundo, es un modo de expresión, es un regalo, es una
reivindicación, es el caos, es la euforia, es la reafirmación más poderosa que
una mujer puede hacer sobre el sentido de la vida y si te lo quitan te están arrebatando una parte de ti misma.
*El padre de la criatura hubiese secundado cualquier decisión que yo tomase y fué la única excepción en mi entorno.