Felices preñámenes y próspero Gremlin nuevo!

lunes, 31 de diciembre de 2012

Este año y por primera vez en mucho tiempo, no tengo las más mínima necesidad de hacer balance del año que acaba, seguramente por qué tengo a medias un proyecto demasiado importante cómo para dar por cerrado nada.
Por decirlo de algún modo, mi año se va a alargar un poco y todo queda en suspenso hasta que llegue nuestra Gremlin.

Este año no hay balance, pero me gustaría dejaros uno de los momentos más divertidos que hemos compartido estas fiestas con mi madre, que está inusualmente tratable y tranquila y nos ha obsequiado con un montón de perlas hilarante durante estos días navideños que hemos compartido.
Yo sólo os digo que llevo días con agujetas en el abdómen de tanto reír, por qué entre la madre que está sembrá y el maromo que está más despistado de lo normal, vivo en un festival del humor continuo.

Tengo que empezar diciendo que mi madre es un ser singular, es una persona que hace reflexiones surrealistas a más no poder, pero las hace en serio, es decir, que ella se pierde en elucubraciones muy extrañas pero creyendo que son muy normales y sobretodo, importantes, por eso y pasados tantos años,  nunca nos deja indiferentes con sus gritis jits mentales, que expone cómo si se tratase de la solución al hambre en el mundo. 
Así que estaba ella el otro día en mi casa, sentada tan tranquila en el sofá y me dice muy seria que tiene un problema con su tele, una tele led bastante nueva.
Madre- Ay, no sé qué le pasa a mi tele, que no la veo bien.
Ender- ¿Se pixela, no se ven los colores, falla la conexión?
Madre- No, no es eso, es que no se ve bien- el mundo se acabará el día que mi madre vaya al grano.
Ender- Pero puedes ser más concreta, ¿qué le pasa exactamente entonces?
Madre- Es que es una cosa muy rara que no me había pasado nunca.
Ender- Bueno, vale, pero dame más datos, una pista al menos, ¿no?
Madre- Es que no sé si igual a ti también te pasa en tu tele.
Ender- ¡Pues dime qué te pasa y salimos de dudas mujer!- empezando a ponerme ya nerviosa ante tanto misterio.
Madre- Es que desde hace un tiempo, noto que mi tele hace a las mujeres que salen en ella muy dentudas.
Ender- (Estupefacta, la miro sin saber si he entendido bien lo que me ha dicho) ¿¿¿¡¡¡Cómo???!!!
Madre- Sí, que las mujeres que salen, tienen los dientes muy grandes, así, grandes (gesto con las manos frente a los dientes fuera de la boca de mi madre imitando a alguien con muchos dientes en la boca), paletudas, unos dientacos de infarto vamos, grandes y feos feos, no sé, una cosa muy rara.
En este punto, yo ya estaba en modo croqueta, rodando por el sofá presa de un ataque de risa monumental, llorando de la risa e imaginando el desconcierto de mi madre ante la invasión de las paletudas en su tele.
Ender- (Minutos largos después, cuando al fin pude hablar) Pero vamos a ver, ¿sólo le pasa a las mujeres, a los hombres no?
Madre- (Super seria pero empezando a mosquearse conmigo) Claro, si te lo estoy diciendo, sólo ellas, y además, sólo las que salen en la tele, las que salen en las películas no, esas salen bien y es que es muy desagradable verlas así, con tantos dientes y taaaan grandes y feeeeos.
Otro ataque de risa ante la mirada reprobadora de mi madre, que ya estaba francamente mosca conmigo.
Ender- (Cómo pude y aún llorando de la risa) Y oye, ¿no has mirado en el menú de ajustes en la tele?
Madre- ¿Y qué es lo que tengo que mirar?
Ender- Pues no sé, busca a ver si hay un ajuste que se llame dientes y desde ahí, los vas empequeñeciendo, ¿no?
No, no me pegó, se empezó a reír cómo una loca ella también.

Dientes grandes, dientes grandes, Madre, tú si que eres grande.

19 de diciembre

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hoy se cumple un año justo desde que empezamos nuestro viaje oficial a la infertilidad.
Tras tres abortos, los médicos decidieron que ya era hora de tratarme y ver qué era lo que iba tan mal que truncaba nuestros planes de ser padres a las pocas semanas de la concepción.

Por estas fechas más o menos, se cumplen tres años desde mi primer embarazo, un embarazo que duró casi 12 semanas, días de felicidad e ilusión que nunca volvieron.
Ni por un momento se me pasó por la cabeza por esas fechas, que algo pudiese ir mal, todo era perfecto, según nuestros planes.
Yo me moría de sueño a todas horas, tenía náuseas todas las tardes a las 8 y me molestaban todos los olores del mundo.
Las dudas que me asaltaron unas semanas antes, justo cuándo ya pensaba que era posible estar embarazada, quedaron silenciadas predictor en mano; eso era lo que deseaba, ahora lo sabía.

En este camino angustioso, doloroso y sobretodo solitario, se han quedado muchas cosas, ha tenido un coste tremendo sobre nosotros y sobre nuestro entorno, nos ha puesto a prueba hasta dónde no creímos llegar nunca.
En este proceso me he sentido triste, juzgada, acusada, dada de lado, enfadada, frustrada, pero si pudiese elegir una imagen que lo definiese todo, diría que me he sentido descoyuntada, cómo si hubiesen estirado de mi hasta sacarme todos y cada uno de los huesos de mi sitio y me hubiesen dejado tirada en ese estado.

En este trámite se aprende mucho, qué duda cabe, a ostias, pero se aprende, sobretodo, a ser fuerte y a usar la rabia cómo combustible para seguir adelante.
A ser paciente, a insistir, a distanciarte, a tomarte un respiro.
Ni una sola vez se me pasó por la cabeza abandonar, cuántas más heridas, más fuerte era mi embestida hacia adelante, sí, cómo un animal rabioso, lo sé, por qué a ovarios no me gana nadie y eso te lo dices mientras sabes que si alguien te puede ganar a algo, es precisamente la medicina, que si algo puede poner tu vida del revés en un minuto, es un resultado médico inoportuno.

Mañana, quedarán 9 semanas para el presumible día del parto y a pesar de esos tres abortos, de los seis meses que he pasado haciéndome pruebas y más pruebas, de las pruebas y más pruebas que me han hecho durante el embarazo, a pesar de haber estado en riesgo virtual desde el primer día de concepción, a pesar del calvario de las agujas en todas sus variables posibles, sé que no nos han tocado las peores cartas posibles en este trámite.
Sé que hemos tenido más suerte que desgracia, a pesar de que me siguen diciendo que aún puede pasar cualquier cosa, y puede.

Hoy sólo quiero decir, que a pesar de toda la mierda que nos ha caído encima, gracias, por tener la oportunidad de luchar a brazo partido contra un destino incierto, gracias por la oportunidad de ganar y por la de perder también.
Gracias, por la oportunidad de poder demostrar de que pasta estamos hechos.

¡Ohhhhhhhh, qué pena!

viernes, 7 de diciembre de 2012

El otro día Papá Calamar, fué a hablar con uno de nuestros vecinos por un tema de fugas de agua y esas cosas que le tocan hacer por qué es el casi presi de la comunidad.
El vecino no estaba, pero sí su mujer, son un matrimonio mayor y hasta ese día nos parecían la mar de simpáticos y agradables, ella insistió en enseñarle el piso a Papá Calamar  y hablarle de cosillas varias.

Al cabo de un rato, le dijo que ya se había dado cuenta de que estoy embarazada y que felicidades (varios vecinos le han dicho ya a Papá Calamar que ME feliciten a MI, pero ellos si me ven no me dicen ni mu).
Luego le preguntó qué que era el Gremlin.
Papá Calamar, lleno de orgullo le dijo,
-¡Es unA Gremlin!
La vecina puso cara de pena, lo miró y le dijo,
-Vaya, que mala suerte...bueno, el próximo ya será un niño.

No tengo palabras.

Doctora, doctora

viernes, 30 de noviembre de 2012

El otro día tuve visita con mi ginecóloga, le comenté que cuando me rasco el culo, inmediatamente, deja de picarme, ella me miró unos instantes, se tocó la barbilla pensativamente, asintió y finalmente me dijo,
-Muy bien, puede que no sea nada, pero como es un embarazo de riesgo, tenemos que asegurarnos.
Ta vamos a hacer una analítica, una ecografía y te voy a derivar al dermatólogo.

Lo cierto, es que me he dado cuenta de que cuando bebo líquido, al cabo de un rato meo, pero no me atreví a decirle nada, no sea que me derive también al urólogo y ese ya me da cosa.
¿Estaré poniendo mi vida en peligro?

Y usted, ¿qué hace aquí?

viernes, 16 de noviembre de 2012

Como os he comentado algunas veces ya, debido al síndrome antifosfolipídico que padezco, me está llevando un amplio equipo médico que trata por todos los medios y no sin improvisaciones varias, que Gremlincita llegue a buen puerto, esto es, los amorosos brazos de su madre, o sea, yo.

Esto significa que desde el mes de diciembre de 2011 me han hecho más pruebas que a un piloto de la NASA y que al cabo del mes veo a un montón de médicos.
Los médicos son esos profesionales de los que esperamos sabiduría, seguridad, claridad mental y apoyo emocional, pero a menudo nos encontramos con señor@s con bata blanca y arreando, de lo anterior mencionado, ni rastro
Por este motivo, se dan un sinfín de situaciones marcianas en las que el paciente y acompañante, yo y medio pomelo, se quedan completamente descolocados ante algunas preguntas y respuestas médicas dignas de mención y publicación bloguera.

En el top ranking de médicos que me dejan con la boca abierta, está sin duda la hematóloga, esa señora a la que se ve un rato competenete y lista (no, no es sarcasmo), tiene la habilidad innata de hacerte salir de la consulta con ganas de acabar con tu vida, de hecho, si en la misma consulta pudieses practicarte un suicidio, mejor que mejor, por qué cuando te atiende, aparte de las lindezas que salen por su boca, te deja muy claro con esa forma de mirarte que tiene por encima de las gafas, que no entiende cómo:
a) Aún no has abortado.
b) Aún no te ha dado una trombosis masiva que te ha matado.
c) Las dos cosas juntas.
Es de esos médicos que aunque tú le digas cosas cómo,
-Bueno, ya estoy de 12 semanas, ¡es la vez que más lejos he llegado!- con la voz rota de la emoción, te mira con maldad y te dice,
-Bueno, aún pueden pasar muchas cosas, ehhhhhhhhhhhhhhhhh.
La traducción a esta frase, hay que buscarla en los puntos a, b y c mientras, ella te mira con cierta sorpresa por qué aún no te has muerto.
Pero a pesar de que la Sra. merece el puesto de honor en el ranking médico, la frase que pasará a la posteridad por su infinita claridad, ayuda y consuelo, fue la que me soltó en la primera visita cuando la ginecóloga me derivó para ver qué recomendaba ella, si pincharme heparina ya o esperar al tercer trimestre, mientras ella me había recetado una pastillita de Adiro cada día.
La hematóloga me miró, miró el informe, me miró otra vez y me dijo:
-Bueno, la verdad es que yo desaconsejo la heparina ahora, pero es que total, si la tomas tampoco pasa nada por que tampoco sabemos si te va a hacer nada, ni ahora ni más adelante, para evitar lo que te pasa.
Pero es cómo lo del Adiro, que te lo tomas pero si no te lo tomaras sería lo mismo, aunque daño no te hace.
¿Cuándo tienes visita con la ginecóloga?
Y yo, con voz estrangulada,
-El lunes- esto era un viernes. Se queda pensativa un rato y me dice,
-Bueno, sigue con el Adito, total por dos días más, no te va a pasara nada.
Pero, ¡en qué quedamos! si el Adiro es inofensivo ¿¿¿¿¿a qué viene lo de los dos días?????
Y la heparina, sirve, no sirve, me la tomo, no me la tomo, mejor me tomo un laxante, ¡¡¡¡¡¡pero dígame usted algo concreto por Dios!!!!!
Al final con tanta ayuda, la ginecóloga decidió lo que le salió del higo, por qué ayuda de la hematóloga, cero.

Otra respuesta médica que nos dejó a medio pomelo y a mi ojipláticos, fué la que nos dió una de las doctoras del departamento de riesgo, tras hacerme la primera ecografía para controlar el peso de Gremlincita.
Tras la ecografía del segundo trimestre, detectaron que la peque iba muy justa de peso, debido al síndrome que padezco pensaron que el embarazo podía verse comprometido, por lo que me pidieron una ecografía urgente a los 15 días, para ver si crecía o no.
Es decir y para que quede claro, que 15 días después de la ecografía de control del segundo timestre, se programó otra ecografía única y exclusivamente para controlar el peso y así el crecimiento de Gremlincita y poder descartar daños en la placenta.
¿Se entiende no?
Pues bueno, llegó el día de la eco y me tocaron dos novatas que iban bastante perdidas, además Gremlincita no para quieta y hacer mediciones con algo que se mueve tanto, no es fácil, lo entiendo.
El caso es que no me contraban la arteria uterina y se pusieron nerviosas, llamaron a la doctora de riesgo, ojo, una de las doctoras que me lleva en consulta, vino, miró y remiró, lo econtró todo en su sitio y nos dijo:
-Está todo bien.
Y preguntamos,
-¿Y el peso?- sí, llamadnos raros, no preguntamos ni por el plato del día en la cafetería, ni por la previsión meteorológica, ni por la bolsa, preguntamos por el peso, por qué la ecografía era para eso, para ver lo que pesaba la churumbela y entonces, ella nos mira y nos dice,
-¿El peso? es que no estamos aquí para esto (esto es, conocer el peso de la Gremlin).
Sí, en serio, esa fué la respuesta, al vernos la cara de alucine nos explicó que es que quedaba mucho para el parto, que se podían dar muchas variaciones, que esto y que aquello, pero vamos, que el peso era lo de menos.
Yo imagino que si le hubiésemos preguntado por los avances sobre los descubrimientos en Marte, le hubiese parecido mejor, cómo más en sintonía con lo que allí estábamos tratando.
Al final y no sin poco insistencia, logramos saber el peso y que no había daños en la placenta.

Pero la que sin duda ha sido la pregunta que más nos ha gustado en estos meses, fué la del médico que le tenía que hacer a la Gremlin un ecocardiograma para descartar daños en el corazón, sí, es que entre ella y yo tenemos de todo .
Llegamos supernerviosos a la visita por que en la eco del primer trimestre se había activado un indicador de riesgo de daños cardíacos y había que descartarlo, pero tuvimos que esperar 5 semanas para ello ya que el corazón entonces, no estaba suficientemente formado, así que te tiras 5 semanas esperando, cagao y nada más llegar y tras la espera de rigor, te llaman a la consulta, tratas de entrar, no puedes por qué la puerta está cerrada con llave y el médico que está dentro, o sea, dentro, no encuentra la llave para abrirte la puerta.
Cuando lo consigue, y tras debatir las bondades de hacer las prácticas en urgencias o con él con dos aprendizas, me dice que me tumbe en la camilla y una vez allí me dice:
-La verdad es que no sé qué haces aquí. ¿Qués es lo que quieres, un pliegue nucal?
En fin,que el médico es estupendo, pero lo de mirarse la hoja de la derivación no es lo suyo y preguntas como esa la dejan a una pensando que las cosas no deberían ser así.
En la segunda ecocardio, sí, han tenido que hacerle dos por qué no estaba claro del todo, me vino a preguntar lo mismo, menos mal que se acordaba de mi caso y que yo me entero bastante bien de lo que me pasa, que sino menudo diálogo de besugos.

Y os he de confesar que vivo con miedo de llegar un día a la visita de la ginecóloga, entregar el papel de visita, esperar mi hora mínimo de rigor y ver que la enfermera sale a buscarme y me dice:
-He visto que está usted embarazada y que ha entregado este volante de visita para la ginecóloga, pero esto no es aquí criatura.
Y yo diré,
-¿Ah no?, y ¿dónde es?
Y ella me dirá,
-Pues dónde va a ser, en la planta de arriba, ¡¡¡¡¡¡en podología, mujer!!!!!!!

A lo Concha Velasco

martes, 30 de octubre de 2012

Hoy he tenido un día atroz, acorde con el tiempo de mierda que ha hecho por mi tierra y que justifica el estado de mis arterias cerebrales.
Parecía que las migrañas me daban un descanso allá sobre la semana 21, pero se lo han pensado mejor y volvemos a las andadas con semanas de 5 migrañas por lo menos.

Ha sido una migraña tan mala, que me he meado encima.
Sí, lo sé, así a bote pronto parece que no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Cualquiera que haga un poco de memoria, recordará que se dice por ahí que los embarazos y las pérdidas de orina, van de la mano, y si no lo sabíais, os lo digo yo, que sí, que lo había oído, pero como con tantas otras cosas, piensas que eso es algo que les pasa a las demás y que a ti no te puede pasar NUNCA.
 Y si te pasara, te imaginas que te pasa por una tos, por un estornudo, por una carcajada, por cosas más o menos asociadas a la pérdida de orina, vamos.

Entonces llega un día como hoy, un día lluvioso de los que te causa una de esas migrañas con mareos y náuseas, pero náuseas de migraña, no de preñamen, y te da una arcada tan bestia, que te meas, así, sin más.
Y tu maromo que está contigo en la cocina mientras te asalta la arcada malévola que te dobla por la mitad y te tiene agarrada al silestone como si te fuera la vida en ello, flipa en colores cuando una vez recuperada el habla le dices con un hilo de voz:
-Joder, ¡¡¡que me he meado!!!
Y él te mira ojiplático y oyes como se activan sus mecanismos cerebrales y no sin lógica, asocia la arcada al vómito, ¿¿¿pero al pis????, ¿¡¿es que ahora se vomita por la vagina o qué pasa?!?
Por qué eso sí, yo soy capaz de sacar hasta la vejiga de un espasmo meón, pero de mi boca no sale nada, así tenga una arcada que me disloque la caja torácica.

En fin, que os lo digo yo, el embarazo provoca incontinencia urinaria y arrebata la dignidad de una mujer, todo a la misma vez.
Una se imagina que no ha de usar una compresa en 9 meses y de hecho es que no tiene ni una compresa en casa desde hace meses por qué sabe que no las necesita, pero claro, lo que no te dicen es que en vez de compresas, lo que has de comprarte es un paquete de Tena Lady.

Por suerte, el embarazo produce estreñimiento, por qué si me llegan a decir que además da diearreas, os juro que viviría aterrorizada.

No hablarás mal de los muertos

sábado, 13 de octubre de 2012

El 13 de agosto pasado, mi abuelo murió debido a una infección en la garganta que avanzó muy deprisa y en menos de una semana se debilitó tanto que no resistió a pesar de haber tenido un postoperatorio perfecto.
Como había perdido el 100% de la movilidad, se tuvo que quedar ingresado en una residencia ya que mi madre, viviendo sola, hacía tiempo que apenas podía con él, pero ahora ya era imposible.

Mi abuelo no comprendió esa decisión y la peleó con todas las fuerzas que le quedaban, mi madre pagó un alto precio por ella y sólo le quedó aguantar el chaparrón, la terrible frustración de un padre que volcaba contra ella toda su rabia y frustración, día tras día.
Debe ser terrible, levantarte un día de la cama, estar sentado en tu sillón preferido, dar un mal paso, caer y ya no volver nunca más a tu casa, a tu cama, a tu vida.
Mi abuelo, a pesar de sus 96 años, estaba completamente lúcido, aunque había desarrollado manías típicas de la edad que lo volvían irracional a ratos.

Le había dicho a todo el mundo en la residencia que iba a ser bisabuelo de nuevo, se alegró tanto que no hacía más que hablar de ello.
 La última vez que lo vi, yo estaba casi segura de que ya estaba embarazada aunque él no lo sabía.
Mi madre tuvo que irse a hacer unas gestiones y yo me quedé en el hospital con él, dándole la cena.
Lo hice fatal, le tiré la crema de zanahoria por encima varias veces, llenaba mucho o poco la cuchara, iba demasiado rápido...
De repente, me dijo que seguro que lo que yo más deseaba era darle de comer a uno pero pequeñito, a un hijo, a ese hijo que no lográbamos tener.
Me quedé con la cuchara suspendida, conmocionada.
Era la primera vez en mi vida que mi abuelo abordaba algo personal conmigo, era reservado hasta la médula y nunca supo comunicar sentimientos, afectos o aliento, por qué eso eran mariconadas.
Quiso saber como me sentía por ello y me comunicó su pesar por nuestra situación.
Desde que había ingresado esta última vez se le veía muy desinhibido con todo lo emocional, reclamaba mimos a todas horas, besos y caricias, te miraba a los ojos y te decía que te quería.

A mi me resultaba desgarrador ese grado de intimidad con aquel hombre  duro, que nos había educado en la dictadura de la disciplina más férrea imaginable, aquel hombre que todos tenían idealizado, que nos había acogido, vestido y alimentado, aquel padre más que abuelo, perfecto en el desconocimiento y la lejanía.
Yo siempre tuve una relación difícil con él, desde muy pequeña quedó patente que nuestra convivencia no iba a ser fácil y tal vez por eso, volcó todos sus esfuerzos sobre mi hermano con el que tenía una relación muy especial.

Cuando mi abuela murió, lo pasé muy mal, pero no sentí que quedaran cuentas que saldar, sin embargo, mi abuelo se va dejándome heridas abiertas que nisiquiera sabía que existían.
Quedo como la incorrecta política que se atreve a desmentir la versión oficial y dice que siente rabia contra el hombre perfecto.
Pero lo más curioso, es que en las largas horas de hospital, descubrí que mi madre, a pesar de ese amor incondicional que le profesó durante toda su vida, se encuentra igual que yo, cabreada contra esa versión oficial, con sus propias cuentas que saldar.
Por que la muerte, no es ni mucho menos el fin de las relaciones que tenemos con nuestros seres queridos y aunque sé que esas heridas sanarán muy pronto, también sé que tenemos derecho a hablar mal de los muertos.
Tenemos derecho a decir que no eran perfectos, y que a pesar de ello, los quisismos con toda nuestra alma.

Los gatitetes

jueves, 4 de octubre de 2012

Querida Gremlincita,
estos son tus gatitetes, el tremendo Áyax i el dócil Nox, cada uno únicos en su estilo.

Ya verás que Áyax es un zalamero que te mirará con ojitos tiernos para que le hagas todo tipo de mimos y que en cambio Nox, se quedará a una distancia prudencial haciendo ver que no quiere nada de ti aunque nunca se aleja mucho.

A Nox le gusta que lo acaricien mucho y bien fuerte, sobretodo debajo de las orejas y la barbilla, no le gusta que lo cojan en brazos pero se deja, en cambio Áyax se pone tan nervioso cuando lo tocas que te muerde y araña, pero muy flojito y jugando y si lo cojes en brazos tratará de subirse a tus hombros, no en balde sus primeros meses los vivió como un gato loro, siempre encaramado a alguna de nuestras espaldas.
Áyax es muy sociable, cuando viene alguien a casa se sube enseguida a su falda, lo huele y lo adopta, lo mismo para un vendedor que para nuestros amigos y es un gato muy valiente y atrevido.
Nox en cambio, cuando viene alguien suele esconderse debajo del sofá y en raras ocasiones trata con extraños a los que le cuesta mucho acostumbrarse.
Y sí, es un gato más bien cagón.
Nox es un sibarita melindroso al que le vuelven loco el jamón serrano y las aceitunas, que no pierde una para pedirte algo de comer, son esas raros momentos en los que él viene a ti y no a la inversa.
Áyax tiene claras sus prioridades, si en una mano tienes comida y en la otra nada, se acerca a la que no hay nada por que sabe que puede obtener mejores mimis de esa mano.
Nox es el mayor y Áyax el pequeño, cuando llegó le hizo la vida imposible a Nox, estresándolo hasta el límite de sumirlo en una depresión.
Tras muchos esfuerzos y muchos mimos, conseguimos que la convivencia fuese pacífica y ahora Nox es el guardián custodio de su tete y pobre de ti que te metas con él.
A Áyax le gusta dormir a los pies de mami mientras que a Nox le gusta más dormir sobre su almohada por lo que es fácil encontrame custodiada de pies a cabeza durante las noches más frías de invierno, y a mi me encanta, para qué negarlo.
Nox es un gato tranquilo y reflexivo, todo lo hace con mucha lentitud y no le gusta mucho moverse, ronronea enseguida y soporta con mucha paciencia las trastadas de papi y mami, Áyax en cambio es un gato muy movido que se pasa el día dando saltos y carreras y su mayor diversión es observar a Nox para gastarle bromas pesadas, pero como Nox es un buenazo, se deja hacer.

¿A que tienes ganas de conocerlos?

Mejor y peor

domingo, 30 de septiembre de 2012

Desde hace unas semanas, mi madre y yo, tenemos mucho más contacto del habitual debido a un drástico cambio de sus circunstancias.
Como está en una fase rememorativa, me cuenta muchas cosas de mi familia, me habla de mis abuelos y de su vida con ellos o de los primeros años de su matrimonio, que aún eran felices.

El otro día, mientras me hablaba del período en el que ya estaba separada de mi padre, me dejó caer entre frase y frase, así, de modo casual, que mi vida había sido mucho mejor que la suya.
No es algo nuevo, desde que tengo uso de razón, viene machacándome con que yo he tenido una vida mil veces mejor que la suya, más feliz, más plena, con menos carencias, etc.
Para ella el hecho fundamental, es que yo tengo pareja mientras que ella perdió a las dos que tuvo, por lo que en su mente, una mujer sola siempre será desgraciada y una mujer acompañada no.

Mi madre, como tantos hijos de la posguerra, tuvo una infancia dura, sus padres, muy humildes, le dieron lo que pudieron, y según ella misma, eso fue suficiente.
Pero sus padres, la quisieron con locura y fueron unos padres cariñosos que la apoyaron en todo, siempre, tanto en sus decisiones como en lo económico.
Mi madre siempre ha vivido bajo el ala protectora de un padre que se ha desvivido por que no le falte nada, que se ha hecho cargo de todo cuando ella no ha podido, y ha tenido una relación estrecha y muy buena con su madre, con la que se llevaba a las mil maravillas.
Sus padres no le dieron una vida perfecta, pero ella fue una hija querida, protegida y segura, a la que no le faltó de nada de lo que realmente importa, con una infancia muy feliz que recuerda con cariño.
A pesar de la difícil separación de sus padres y el terrible precio social que mi madre pagó por ello, siguieron a su lado, cada uno a su manera, y siempre fue lo primero para ellos.

Yo no tuve una infancia feliz, y tampoco una buena adolescencia.
Crecí en un hogar roto, sin afecto, con unas normas estrictísimas imposibles de cumplir.
Mi hermano y yo, fuimos rehenes de una guerra interminable entre mis padres, que ni una sola vez antepusieron nuestro bienestar a sus rencillas, fuimos desatendidos en todos los aspectos por mi padre en incontables ocasiones, y machacados por nuestra madre día tras día por el simple hecho de ser hijos de nuestro padre.
No recibimos apoyo emocional, por que siempre estuvimos bajo sospecha de ser los peores hijos del mundo.
No recibimos apoyo económico, por que no nos lo merecíamos.
Mi casa fue un infierno.

Mi hermano y yo llevamos toda la vida pagando las secuelas de una infancia terrible, tratamos de recomponernos como podemos, de superar nuestros fantasmas, nuestras heridas, de amar sin haber sido amados, de perdonar sin dejar de recibir ofensas, de crecer, de olvidar, pero somos personas marcadas por el dolor y la ira.

Mi madre tuve muy mala suerte con los hombres, es verdad, pero todas sus desgracias ocurrieron cuendo ella era una adulta que podía elegir, cambiar y defenderse.
Nosotros no estamos solos, tenemos a nuestro lado alguien que nos quiere y nos comprende, hemos formado nuestras propias familias y parecemos medianamente felices, pero no albergamos en nuestro corazón ni un solo recuerdo feliz y entrañable de cuando éramos unos niños y eso estará con nosotros siempre, insipirándonos para ser mejores personas, o destruyéndonos por el peso del dolor.

Y por más vueltas que le doy, no soy capaz de ver en qué exactamente, mi vida ha podido ser tanto mejor que la suya.

Acto reflejo

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El otro día estaba tumbada en la cama, boca arriba, intentando echarme la siesta, rutina sagrada de mi preñez, y justo cuando me estaba quedando dormida, me pasó eso que nos pasa a veces justo en ese momento, que sentimos que caemos, o que tropezamos y nuestro cuerpo físico se sacude, normalmente dando una patada o un movimiento espasmódico similar.

Bueno, eso es lo que se suponía que debía pasar, pero al sentir que caía, lo que hice fue levantar mi brazo derecho y protegerme la barriga, el primer arranque de movimiento de brazo fue violento y enérgico, pero posé la mano con total delicadeza sobre el vientre a pesar de estar aún dormida.

Como suele pasar en ese momento, me desvelé, más asustada por mi propio movimiento, que por otra cosa y me vi la mano sobre la barriga.
Justo hacía unos días me preguntaba si mi inconsciente sabría ya que estaba embarazada, y tal vez parezca una pregunta extraña, pero tras tres abortos os puedo asegurar que la mente de cualquier mujer urde una espesa tela de araña para protegerse y la aceptación del embarazo, puede ser un trámite lento y costoso.

Nuestra rutina es ahora así, repleta de pequeñas señales que nos avisan que vamos por el buen camino, es un camino muy largo y es muy difícil, sobretodo cuando te enfrentas a los comentarios de los demás que no pueden entender por qué no estamos exultantes y en una especie de nirvana continuo.

Cuando las cosas van mal, hasta el más obtuso puede entender que estés triste, pero cuando las cosas van bien y más cuando te encuentras en semejante momento de tu vida, tu obligación es ser muy feliz.
La pregunta que más nos hacen es si estamos contentos o felices, para acto seguido recordarnos que no podemos menos que estar eufóricos.

No es que espere que a estas alturas nadie nos comprenda, si los malos momentos fueron un calvario de comentarios que no nos ayudaron en nada, ahora no va a ser distinto.
Pero no, no estamos contentos, ni felices, ni nada parecido.
Las heridas que dejan el proceso por el que hemos pasado son difíciles de preveer, las descubres día a día, cuando topas con ellas y te das cuenta de que ahí tienes otro obstáculo que superar.

No sé cómo podría bautizar el estado en el que estamos, pero seguramente, lo más cercano a la realidad, es aceptación, estamos viviendo el proceso de aceptación.
Y en la aceptación no hay dicha, por qué aún no somos plenamente conscientes de todo lo que está pasando y eso es así por que más de dos años padeciendo como cabrones es lo que tiene, que endurece, que protege, que hace que te distancies.
Y claro que somos felices, pero no estamos felices, aún no podemos.

Miramos las ecos de nuestro pequeño gremlin y nos preguntamos si es real, si saldrá bien, si tendremos suerte, si...
Todos los futuros padres tienen miedo, pero nosotros, además de miedo tenemos una cautela infinita.

Por eso, despertarme con mi mano protegiendo mi vientre, es un regalo tan valioso, es una prueba de que a pesar de todo, vamos hacia adelante.

Viernes 13

lunes, 16 de julio de 2012

Sí, ya sé, hoy no es ni viernes, ni 13, pero seguidme la corriente, imaginaros que sí, por qué el viernes 13, fué un día tan intenso, que no pude contarlo y como las emociones yo me las cobro en forma de migraña, me he pasado el fin de semana postrada lánguida y dolorosamente.

No me dan miedo los días de superstición, cómo van a dármelo si mi medio pomelo nació en martes y 13 y vino de culo, muy en su estilo, por cierto, menos me va a dar miedo un día que nisiquiera pertenece a mi cultura, pero el viernes 13, oí a varias personas hacer comentarios en los que coincidían que debían ser cuidadosos no les fuese a pasar algo malo.

Nosotros por primera vez, pudimos ver a nuestro pequeño gremlin y oímos su corazón latiendo con furia.
Por primera vez, las semanas coincidían, el tamaño era el correcto, tenía pulso, estaba viv@.
Después de casi tres años, por primera vez un médico nos decía algo bueno; lo mejor que podíamos saber, que vive.

Yo me había preparado tan bien, esperaba tan poco de los médicos, que no supe qué hacer aparte de confundir su corazón con la vesícula vitelina y reír al borde de las lágrimas con la mano de mi chico apretándome fuerte.

Pero eso no era todo; al fin han encontrado qué es lo que me pasa, después de 8 meses y un montón de pruebas, la sangre les ha dado la razón.
Es curioso, la doctora me comunicaba el doble positivo con pesar, yo le respondí con alivio, que sólo se puede combatir lo que se conoce y que ahora ya sabemos qué pasa y que esa era la segunda mejor noticia que podían darme.
El remedio, que debe aún confirmar un último médico, no es agradable, especialmente para mi, pero como sé que todo este proceso tiene tanto de prueba vital, me lo tomo cómo lo que es, un reto de superación que afrontar.

Me gustan los viernes 13 que traen vida.

Cosas que no III

viernes, 6 de julio de 2012

Lo siento, pero no estoy vomitando como una loca, ya sé que cuando dices que te encuentras fatal es obligatorio que tu fatalez radique en vomitar 43 veces en un día, pero si tenemos en cuenta que desde que entré en la adolescencia hasta el día de hoy, he vomitado sin ayuda*, tres veces solamente, resulta evidente que no vomito.

Ya sé que soy rara y desde aquí pido disculpas públicas por no vomitar en este estado tan exclusivo del vómito, pero es que no entra en mis funciones básicas, aunque tal vez os tranquilice saber que lo que son náuseas tengo tantas que el cepillo de dientes se ha convertido en mi peor enemigo.
Si sirve de consuelo diré que por lo demás, me encuentro como el culo y que ya he empezado a elaborar mi lista de recriminaciones a la futura retoña por hacérmelas pasar tan putas; sin vómitos, eso sí.

*La ayuda consiste en meterte el puño dentro de la boca hasta la mitad del esófago unas 5 veces antes de porder vomitar un par de veces, y repetir esta maniobra tantas veces como necesites para vaciar del todo el estómago.
Si no es así, ni de coña.

Amor de madre

miércoles, 4 de julio de 2012

El otro día os contaba que mi abuelo lleva unas semanas en el hospital, bueno, lleva ya un mes y pico entre hospital y centro de recuperación.

En esas semanas ejercí de nieta ideal sin precedentes, más que nada por qué ya estábamos intentando engendrar un gremlincito y sabiéndome la mujer más fértil de mi pueblo, intuía yo ya que fijo estaba preñada y que en cuanto el test diese positivo, mi vida se iba a reducir a estar en el sofá y a llamar por teléfono.

Por eso precisamente, tarde sí y tarde también, me aparcaba largas horas en el hospital en compañía de mi abuelo, mi madre, la visita de turno y el personal hospitalario, que básicamente se reducía a tres personas.

Mi madre es de esas madres que te hace saber en todo momento y con todo lujo de detalles, lo lejos que estás de ser la hija perfecta que tanto soñaba y por ese motivo estuve años creyendo que a cualquiera que le hablase de mi, le explicaría la calamidad de hija que yo era.
Pero no, a mi podía mortificarme, pero a los demás les contaba que era muy guapa, muy lista, muy espabilada, muy trabajadora, muy guapa...descubrirlo fue un shock para mí, lo reconozco.

Además, mi madre es muy poco madre, que tiene de maternal, cariñosa y cuidadora, lo que yo de astronauta, así que era mi padre el que me mortificaba en público con la dichosa cancioncita de has visto que hija más guapa que tengo, que los padres acuñan en su lenguaje básico, tal como asomas la cabeza al mundo.

Pero el otro día, no sé si por la falta de sueño, el cansancio, el estrés o lo que fuese tras una semana viviendo en el hospital, mi madre enganchó por banda a una de las enfermeras del turno de tarde y cuando yo ya me despedía y trataba de irme a mi casa, va y le suelta a la enfermera con toda la pachorra del mundo:
-Lola, ¿tú conoces a mi hija?
Lola me mira y bueno, conocerme, conocerme, no me conoce, pero lleva unos pocos días viéndome.
-Uy, pues no, ¿es tu hija? os parecéis mucho.
Esto último es completamente falso, vamos, que yo sé que mi madre y yo no nos parecemos en nada en la cuestión física, a pesar de que la gente, cuándo no sabe qué decir, lo suelte a traición.
-Cuando la he visto, he pensado que era tu hija por qué es igual de alta que tú- insiste Lola.
Tampoco, mi madre y yo no somos igual de altas, le paso como 10 cm.
Y entonces mi madre, va y dice,
-¿Has visto que guapa que es?
Y cómo si eso no fuese bastante, va y remata,
-De pequeña me paraban por la calle para decirme que era preciosa.
Lo cierto es que yo no daba crédito a lo que oía, pero ¿en serio madre? ¿en serio esto es necesario? 
La Lola que se queda pensativa y me dice,
-Uy sí, claro que eres muy guapa.
Yo sonrío con cara de quiero irme de aquí ahora mismo y sale de mi boca un gracias estrangulado y ella insiste,
-Que sí, que eres muy guapa.
Y yo con la misma cara y el mismo gracias, y ella que no me ve muy convencida, arremete,
-Que sí muchacha, que eres muy guapa, que si no lo pensase, no lo diría.
Y yo buscando algún tipo de arma blanca para acabar con esa situación tan embarazosa y mirando a mi madre con cara de muy pocos amigos, cuando al fin llaman a Lola y se va cómo ha venido, rauda, veloz y muy sudada. 

Una vez solas, me quedo mirando a mi madre con odio filial y ella que me dice,
-¿Qué pasa?
y yo con  más odio filial,
-¿Que qué pasa? ¿tú te crees que se le hace pasar esto a una hija que está ya más cerca de los 40 que de los 30? ¿pero tú te crees que a estas alturas es normal que me hagas pasar por esto?
Y mi madre que me mira como si estuviese completamente loca, pero loca, loca, loca, y me responde,
-Uy, pero si aparentas muchos menos mujer.

Ah bueno, que descanso, entonces sólo me deben quedar unos 5 años o así para sufrir estas embosacadas...

Con uñas y dientes

domingo, 1 de julio de 2012

Hace unas semanas, mi abuelo se rompió el fémur en una caída, fué una de esas caídas en las que no saben si se rompió el hueso antes o después del golpe.
El resultado, como es de esperar en una persona de 96 años en un estado de salud no muy bueno, fué el ingreso inmediato y operarlo lo más rápidamente posible para evitar que el hueso roto sesgara alguna arteria.

Lo más rápidamente posible pese a lo grave del caso, fueron 6 días después, en sólo tres había eliminado la medicación que le impedía entrar en quirófano y se necesitaron 3 más para que le hicieran un hueco para llevar a cabo esa operación de tan alto riesgo que llevaban días repitiendo como loros, casi seguro, le iba a costar la vida.

A todo esto, mi abuelo no sabía lo que la operación entrañaba, por lo que más allá del dolor del hueso roto, estaba tranquilo, rodeado de su escasa familia que iba y venía todos los días.

Llegar a los 96 años en el estado de mi abuelo no es ningún premio, más allá de las dolencias habituales, azúcar, tensión, corazón, está el hecho de que no ve nada de un ojo debido a un glaucoma, no oye casi nada debido a una sordera que ganó trabajando, no puede casi andar y lo de tenerse en pie es complicado también.

Su gran ilusión siempre había sido llegar a los 100 años, pero desde hace muchos meses, repite sin cesar que esto no es vida, que más vale estar muerto, y nada más ingresarlo, le explicó a todo el que quisiera oirle, que preferiría morirse en la misma cama del hospital que vivir un día más así.

Mi chico, con su ánimo bromista habitual, le preguntaba el día antes de meterlo en quirófano si ya no quería llegar a los 100, a lo que mi abuelo respondía encongido de dolor, que no, que ya no quería.

Cuando mi madre nos llamó para confirmar que ese mismo día, por la tarde, entraba al fin a quirófano, nos dirigimos al hospital tan aprisa como pudimos, mi abuelo estaba contento, tantas atenciones, su hija, sus dos nietos y sus parejas, toda su familia allí presente, que le atendían en todo momento, y lo animaban, a pesar de que lo iban a meter en quirófano, algo que no le gusta nada, estaba feliz.

A las 4 de la tarde lo vinieron a buscar, lo acompañamos hasta la puerta del quirófano donde tuvimos que despedirnos y entonces, cuando el último de nosotros le había besado y le decía adiós con la mano, él se nos quedó mirando con la expresión muy seria, desconcertado y sobretodo, aterrado.
Abrió la boca para hablar, levantó una mano, pero no dijo nada.
Justo en ese momento, cuando nos vió retroceder delante de la línea amarilla, se dió cuenta de que estaba solo, que la lucha por su vida, una vez más, iba a librarla solo.
Fueron unos instantes indescriptiblemente angustiosos en los que no podíamos venirnos abajo a pesar de que nuestras entrañas se estrujaban y gritaban.
Sonreíamos con sonrisas llenas de lágrimas, aparentábamos ser fuertes y él no podía hacer otra cosa que creernos cuando le decíamos que nos veíamos en un rato.

De la hora y pico que debía durar la operación, pasamos casi 4 esperando, preguntando, entrando y saliendo.
Pero al fin, todo había acabado, todo había salido bien, nos mandaron a la habitación a esperarlo y a pesar de tener la puerta cerrada, en cuando salió del ascensor pudimos oír su voz grave y potente hablando con los muchachos que le llevaban en camilla.
Entró en la habitación tan eufórico que les preguntamos a los médicos si es que le habían dado alguna droga, estaba como no lo había vist en años, alegre, parlanchín, risueño, cariñoso...
Justo cuando mi chico se acercaba a la cama para saber como estaba, mi abuelo le decía que ahora sí se sentía preparado para llegar a los 100 años.
Y entonces entendí que no, que no lo habían drogado, no era eso, lo que pasaba es que a pesar de todo el dolor y cansancio, el ser humano se aferra a la vida con uñas y dientes y no hay nada tan poderoso como el verse a punto de morir para querer seguir luchando.

Por qué a pesar de todo, su deseo de estar vivo, seguía siendo fuerte.

La musiquita del viernes

viernes, 29 de junio de 2012

Röyksopp- Happy Up Here

La gota que me vuelve loca

miércoles, 27 de junio de 2012


El primer día de mi nueva vida

lunes, 25 de junio de 2012

Esta mañana me he levantado y he pensado que hoy empieza mi nueva vida.

No estoy haciendo nada que no hiciese antes, aunque ahora lo estamos haciendo distinto, parece que ahora es más oficial, deba ser más seguro, más definitivo.

Esta mañana he padecido mi primer ataque de ansiedad, lo he visto todo negro, me he preocupado, he creído que todo saldría mal y por supuesto, no he dejado de notar que me encuentro demasiado bien para que todo esté yendo bien.

A partir de hoy, enfrento una carrera de resistencia que tiene la primera parada el 13 de julio y luego ya se verá.
La enfrento con mis miedos, con mis experiencias, con mis temores y con todo el tiempo libre del mundo, que por descontado, debo gastar en mi casa y en reposo.
Necesito creer que todo va a salir bien, pero hasta creerlo me da miedo.

Y en realidad, en este justo momento, todo es posible, no ha pasado nada que lo mande al traste, e incluso en caso de pasar algo malo, no tendría por qué ser definitivamente el fin.
Hay momentos en que me siento completamente sola, que pienso que solo alguien que haya pasado por lo mismo puede entenderme y desgraciadamente, no conozco a nadie que haya pasado por lo mismo, aunque me sé todas las historias conocidas por el hombre, sobre los casos igual al mío de la gente que me rodea, que después de todo, no tienen nada que ver con el mío, por supuesto, por qué la gente no escucha cuando hablas, sólo quieren oírse a ellos aconsejando y sentando cátedra. En estas horas complicadas, me recuerdo que la maternidad no ha sido nunca para mi algo imprescindible y que en caso de no darse, no va a ser el fin del mundo.

Y sin embargo, ahí está el miedo agarrándome del cuello, sin dejarme respirar, ni pensar, ni gritar, el miedo que lo gobierna todo, el miedo que late en mis venas, que bombea asfixia a cada rincón de mi cuerpo, el miedo que me recuerda que yo, en realidad, no controlo nada en mi vida.
Cuando logro pensar, me digo, ¿miedo a qué?, yo soy capaz de seguir viviendo a pesar de que salga mal, yo soy capaz de seguir adelante aunque tengamos que renunciar, yo soy capaz de afrontar la derrota.
Pero afrontar la incertidumbre, el minuto a minuto, la obsesión del cuarto de baño, el control del papel en blanco, la búsqueda del malestar en mi carne, eso, eso es demoledor, es un monstruo que me engulle, es una sombra que me suplanta, es lo más difícil que me ha tocado en esta vida, tan difícil que en estos momentos me parece inasumible.

Diría que me queda el consuelo de las palabras, de poder vomitar mi miedo hacia fuera, hacia el espacio infinito, pero no es verdad, por que mi exorcismo del miedo, mi única manera de tratar de sobreponerme, es interpretada por los demás como derrotismo, como negatividad y otra vez los malditos consejos bienintencionados, las historias de todas las otras mujeres que lo lograron aunque nunca les hubiese pasado lo mismo que a mi, y cuando ven que eso no funciona, llegan las exigencias, las imposiciones, las obligaciones, los gritos, por mi bien, para que lo haga mejor, para que sea positiva, para que lo logre, para que...

Me he sentido tantas veces sola en esta vida, tantas veces incomprendida, que podría decir que ha sido lo habitual, pero nunca jamás me he sentido como me han hecho sentir en esta etapa, jamás había experimentado lo que he experimentado al pasar por este durísimo trámite, un trámite, que dicho sea de paso, no ha experimentado ninguna de las personas que con tanto ahínco trata de ayudarme de maneras que tantas veces he dicho que no sólo no me ayudan, sino que me dañan.

Nunca me había sentido tan desconectada de mi entorno, un entorno que exige, exige, exige y que blande el positivismo con un fanatismo terrorífico, donde no hay cabida para la duda, ni para el desaliento, por que eso es ser una mala madre, es influir, y en definitiva, es ser responsable de todo lo malo que te pase.
Me siento tan acorralada, que no hago más que defenderme, que justificarme, que hacerme oír a gritos por que las palabras ya no sirven.
Además hay que tener en cuenta a la familia, que sufre mucho, a los amigos, que no paran de preocuparse, a los compañeros, que se interesan tanto...y todo lo que no sea aceptación o agradecimiento por los esfuerzos que invierten en ti, es interpretado como desagradecimiento, rebeldía, soberbia y sobretodo, negatividad.

Es verdad, soy una desagradecida, por no querer escuchar más historias, más consejos, por no reaccionar bien a las exigencias, por tener miedo, por ser débil, por sentirme sola, soy una desagradecida por pensar que nadie me entiende, que me juzgan, que no saben de lo que hablan, que nadie se ha preocupado por saber qué se siente, por pedir que me escuchen, que sólo me escuchen y que todo lo que tengan que decir es: cuentas conmigo, estoy a tu lado. 
Y sobretodo, soy una desagradecida por tratar de hacer las cosas a mi manera, en vez de a la de los demás, que en el fondo y en realidad, es lo que no pueden perdonarme.

Máquinas de amar

sábado, 3 de marzo de 2012

Una de las cosas que más cuesta de aceptar de la raza humana es ese don que parece ser innato para dañar al prójimo.
El ser humano es capaz de lo más noble y de lo más abyecto, aunque no en la misma medida a juzgar por como va el mundo.

Uno podría pensar, echando una ojeada a un periódico, que las personas son monstruos que cada vez se acercan más y más al filo de lo insoportable.
Uno podría estar seguro de que lo único que mueve a la humanidad es la avaricia, la maldad, la crueldad.
Si miramos alrededor no cuesta mucho hacerse una composición de lugar, de un lugar espeluznante en el que nadie está a salvo, podemos llegar a creer que las personas somos máquinas de odiar, de dañar; máquinas de matar.
Pero a pesar de que el mundo es un lugar que da miedo, un lugar del que siempre me he sentido forastera, un lugar del que a menudo quiero huir, no puedo evitar mirar un poco más allá y fijarme en algunas cosas.

Cuando una nación decide entrar en guerra contra otra, lo hace por avaricia, por poder o por dinero, pero cuando un país entra en guerra, sus habitantes no luchan por orgullo o por idealismo, lo hacen por defender lo más sagrado para ellos; sus familias.
Es una contradicción difícil de asimilar que tras las acciones más violentas de las personas a menudo se encuentra un sentimiento de protección hacia los suyos, un intento de defensa, el sentido de preservar lo que conocen.

A veces, después de ese impulso, está lo demás, esa parte animal incontrolable que las sociedades luchan tanto por soterrar, por disimular, por extirpar, y entonces, lo que somos y no lo que pretenden que seamos, se abre paso y nos quedamos con la boca abierta, de pasmo, de horror, de sorpresa y censuramos, acusamos, juzgamos.

Somos máquinas imperfectas, que perpretan actos atroces en nombre de lo que más amamos.
Somos sociedades hipócritas que no nos enseñan a conocernos, que no nos dan herramientas para asumir lo que somos, que nos mantienen en el filo de lo tolerable y que cuando lo cruzamos, nos arrojan a la hoguera.
Somos animales que no quieren serlo, somos bestias nobles, somos peligrosos, somos violentos, somos monstruos con ideales.

Somos lo que somos, y estoy bastante convencida de que si tratáramos de conciliar ambas partes en vez de esconder lo que nos parece indigno, al mundo le iría mucho mejor.

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