Ya no soy la que fui

viernes, 27 de febrero de 2009

Eso es algo más o menos evidente, para todo el mundo, que dejamos de ser los que éramos para dar paso a un nuevo yo, que evoluciona con los años, y en algunos casos, que empeora, por qué no decirlo.

Casi todos somos conscientes de que cambiamos, aunque es difícil medir cuanto ha cambiado una persona, mucho más resulta si la persona es uno mismo.

Un buen baremo suelen ser los demás, las otras personas nos suelen comentar los cambios que ven en nosotros.
Otro, que nunca deja de sorprenderme, son los escritos de uno mismo, diarios, textos, etc.

Es mucha la gente que sólo escribe cuando está mal animicamente, supongo que por esa relación tan estrecha que hay entre arte/creatividad y sufrimiento.

Precisamente a través de esos escritos, en este caso no de los diarios, sino de textos que escribí hace más o menos tiempo, es dónde yo me he mirado hace unos días, cosas de remover carpetas a la búsqueda de objetos inservibles para tirar, motivados por la futura mudanza.

Yo escribía, cómo casi todo el mundo, para dar salida a mi dolor, en momentos en los que me sentía herida, humillada, traicionada, enfadada y sé, que esas palabras no son la medida de todo mi pasado.
Sé que no fui tan desgraciada, ni que me hicieron tanto daño.
Pero no he podido evitar sentir un abismo entre la persona que escribió todo aquello y la persona que soy ahora y eso, sinceramente, me ha hecho sentir muy feliz.

Durante tantos años de mi vida, tuve la certeza absoluta de que todos y cada uno de los días de mi existencia, iban a estar teñidos irremediablemente, de tristeza y desesperación, ha sido esa idea, tan poderosa en mi vida y tantas las energías y el esfuerzo invertido, sin apenas ser consciente de ello, en hacer de mi vida un lugar dónde poder habitar, que sólo cuando miro atrás y tengo con qué comparar, veo en que he convertido mi presente.

Y después de todo, todas las creencias del pasado, sólo fueron ideas que se convirtieron en polvo y desaparecieron llevadas por el viento, por qué por mucho que creamos, por mucho que nos digan, por mucho que sintamos que estamos marcados por la desgracia, sólo las acciones que cometemos y las que dejamos de cometer, construyen nuestro presente, modelan nuestros días y con el tiempo, es lo que va a dar forma a tu nueva vida.

Después de todo, la felicidad existe, no es un lugar al que llegar, es un modo de hacer el trayecto.

Familia...

jueves, 26 de febrero de 2009

...es la visita inesperada, a alguien muy querido y a la vez muy lejano, a alguien que creías perdido, que creías diferente, que creías extraviado y te das cuenta, de que los años pasan, dejando un poso de sabiduría hasta en la cabecita más loca, te das cuenta, de que todo lo que creíste cuando nadie más lo creía, al fin ha salido a la superficie dejando al descubierto la persona que realmente es.

Es la humildad de aceptar lecciones de quién menos esperabas, oir determinadas palabras, preñadas de razones y de razón, llenas de sentimiento pero también de perdón, de redención, de amor y un poco de rabia, aún.

Es la alegría de reconocer en uno mismo, el deseo de perpetuar unos lazos que creías rotos y ver, que hay un futuro en esa elección, un futuro que se ha de construir día a día, llamada a llamada, abrazo a abrazo.

Es la reflexión en silencio, sobre la soberbia que a veces usamos, contra los que creemos inferiores, menos listos, menos sabios, y aprender, que de esos menos a veces se aprende lo que no se ha sabido llevar a cabo, a pesar de creernos tan superiores y tan dotados para casi todo.

Es el anhelo de reecontrar aquello perdido, de darnos una oportunidad tardía, de hilvanar encuentros felices y saber que todo ello, está al alcance de nuestras manos.

La disciplina del recogedor

miércoles, 25 de febrero de 2009

Hay cientos de maneras de forjar el espíritu de una persona, la mayoría de los padres, eligen métodos muy vistos cómo que te busques un trabajo a los 16 años y ese tipo de cosas que lo vuelven a uno responsable y diligente, sin duda preparado para la vida adulta y todas esas cosas tan de película americana de adolescentes o de valores humanos o cómo se le quiera llamar.

Sin embargo, hay métodos innovadores para fortalecer el espíritu de un adolescente, incluso de un niño, que desde luego no salen en una película americana.

Para mi, el mejor nunca visto, es el de la disciplina del recogedor, ese complemento inseparable de la escoba que puede ser de todo tipo y toda clase, sin embargo, el recogedor deberá ser, sin duda alguna y por imperativo legal, un regogedor de mano, o sea, sin la extremidad esa diabólica que sirve para no tener que agacharte, extremidad que puede echar a perder a una persona, convirtiéndola en un vago de la peor clase y calaña.

Esta disciplina, deberá ser aplicada desde tierna edad, a poder ser, irá acompañada, cómo no, del uso de la escoba, ya que la disciplina del recogedor sin el uso habitual de la escoba cómo complemento, no tendría ningún sentido, ciertamente, así que se cogerá a la tierna criatura o criaturas, se le dará una escoba para que barra y a la hora de recoger la suciedad, se le inculcará el valor que doblar el lomo para realizar tan noble acción; a tener en cuenta que es necesario que ante la pregunta del millón, que antes o después será formulada por el tierno infante, de,

-y por qué no compramos un recogedor con mango?
debemos contestar invariablemente,
-agacharse a recoger la suciedad, forja el carácter
a poder ser, hay que decirlo tras un momento de reflexivo silencio, con afectada pose de estar diciendo algo, realmente trascendental que probablemente, dará una nueva perspectiva vital al tierno infante.

Por último, añadir que hay una variante muy sufrida de la disciplina del recogedor, que es privar a la tele de mando a distancia, habitualmente cuando esto es así, la persona que siempre deberá levantarse para cambiar de canal, será el tierno infante cuyo carácter hay que forjar, no tiene sentido que se levante otro miembro de la familia que seguramente, ya tiene completamente forjado su carácter y molestarlo con semejantes pequeñeces, por descontado.

Y hasta aquí, la clase didáctica del día.


Palabras de amor

martes, 24 de febrero de 2009



El mayor de tus defectos nisiquiera le hace sombra a la menor de tus virtudes.

Y es por eso que te quiero.



Después de buscar tanto...

lunes, 23 de febrero de 2009

Hace años, cuando yo era pequeña, vino un hombre a mi casa, a entrevistar a mi abuelo.

Después de esa vez, vino otras más; siempre llevaba una libreta y tomaba notas con un lápiz amarillo de rayas negras.
Llevaba años buscando una serie de artículos publicados en un períodico de la época anterior a la guerra y había entrevistado a todos sus autores.
De los 7 que mi abuelo escribió, 5 fueron localizados con cierta facilidad, dos, se encontraron al cabo de años de búsqueda y el último, se localizó muchos años después.

Cuando el periodista avisó a mi abuelo, mi madre se ofreció a ir a buscar el artículo, localizado en el archivo histórico de nuestra ciudad y cómo si tuviese miedo de lo que iba a encontrar, me pidió que la acompañara.

Llegamos al archivo, nos ubicamos, mi madre estaba nerviosa, se notaba, hicimos la petición y esperamos, esperamos, esperamos; al fin, nos avisaron.
Pasamos a una sala dónde se cargaban los archivos, en una especie de film que se visiona con una máquina , nos sentamos y leimos.

En ese momento, cobré consciencia de lo poco que conocemos a nuestra familia, al leer las palabras de ese hombre, escritas tantos años atrás , palabras ansiosas de cambio, palabras llenas de ilusión, de sueños, de futuro.
Allí estaba, el último artículo, buscado durante tantos años, perdido durante tantos años.

Por la mejilla de mi madre, se descolgaba una lágrima de emoción, permaneció en silencio minutos después de haber terminado de leer y sólo dijo:

-Que hombre tan admirable...

Estuvimos allí largo rato, mientras estuvimos calladas, pude imaginar, cómo eran los lugares que se describían en el artículo, un pequeño pueblo,de calles polvorientas, transitadas, soleadas, los trabajadores del campo, llevando sus cestos de aceitunas, la cooperativa, bulliciosa, construida con tablones de madera, que gruñían al ser pisados, en penumbra para aliviar el calor de la calle, gente yendo y viniendo atareada, el olor de las aceitunas impregnándolo todo, voces, risas, vida.

Sólo un espejismo, la realidad fue muy distinta.

Pero por un momento, leyendo esas palabras, pudimos imaginar, lo distinto que el mundo podría haber sido y descubrí, el hombre tan admirable que mi abuelo había sido, antes de ser, el hombre admirable que ha sido durante toda mi vida.




1984

domingo, 22 de febrero de 2009


1984, Valencia


Barcelona recuerda

sábado, 21 de febrero de 2009


Barcelona, Plaza Real


Mapa sonoro

viernes, 20 de febrero de 2009

Cuando tienes un día cómo el de hoy, en el que te levantas con una migraña considerable, con ayuda de un día nublado, del ciclo hormonal y del estrés padecido la tarde anterior, hay una cosa en la que reparas sobre todas las demás; el ruido.

En si mismo, el ruido para un migrañoso es un tema a tener controlado, pero en un día cómo el de hoy, en el que te has de marchar del trabajo por qué no puedes más, por qué estás trabajando casi con los ojos cerrados ya que te molesta la luz, en el que bajas la voz al hablar, por qué hasta tu voz te suena demasiado alta, en un día como este, la vuelta a casa puede ser traumatica.

Bajas a la calle y ha salido el sol, el tráfico suena particularmente agudo, así que tratas de llegar pronto al metro, en la andana, te ves asaltado por el sonido del monitor de tele que no necesitas para nada, dónde ponen una y otra vez el último álbum de los Chichos con colaboraciones excepcionales, que te tiene ya a punto de arrancar la megafonia para que al menos dejen de ponerte los mismos 5 segundos de canción irreconocible.
Al fin llega el metro, te metes dentro y otra megafonia te repite por octavo mes consecutivo que debido a las obras del transbordo de Diagonal tal y cual cosa, a un volumen propio de un campo de fútbol y no de un vagón de metro, es que a nadie le molesta que esté tan innecesariamente alto?????
Después viene el anuncio de la siguiente estación con dosmil enlaces a distintas líneas de metro y de más, que parece no acabar nunca.

Bajas, transbordo, el metro se marcha de la andana haciendo el mismo ruido infernal de siempre, llegas al pasillo y está uno de los muchos musicos aporreando el instrumento de turno, emitiendo puro ruido, por qué no, eso NO es música y pasarán un exámen o lo que sea para que les dejen tocar en el metro, pero muchos de ellos son un castigo divino que se extiende de lado a lado del pasillo persiguiendote con el soniquete descompasado de un acordeón o con el chimpún de una base musical del todo a 100 que sólo se deja de escuchar cuando llegas a la andana del otro metro, dónde te espera una cuña fantástica de TMB dónde te avisan que tengas cuidado con tus cosas por qué el ladrón espera un descuido tuyo para apropiarse de tus cosas, y cómo hoy están generosos, te lo ponen en japonés, en árabe y en castellano, eso sí, a toda castaña, para luego recordarte que el último trabajo de los Chichos ya está a la venta y tal y Pascual...

Llega el metro, te metes dentro y de nuevo, una megafonía te avisa de la próxima parada, a toda potencia, por si los transeuntes que circulan por la calle también quieren enterarse y entre estación y estación te recuerdan que en tal línea han puesto en modo de pruebas el nuevo sistema de anuncio de estaciones.

Llegas a tu parada, de nuevo el metro abandona la andana con un ruido de mil demonios, subes a la calle, andas un poco y al fin llegas a tu casa, cierras las cortinas y te metes en la cama.

Y yo, cómo soy una privilegiada, vivo en una calle silenciosa, así, que al menos, aunque sea de día, y viva en una ciudad super ruidosa con un montón de campañas estúpidas, ineficaces y sobre todo hipócritas para controlar el ruido, voy a poder dormir hasta que esta migraña infernal decida darme una tregua.

Adoro Barcelona.


Tiempo

jueves, 19 de febrero de 2009

Hay un hombre muy mayor en el bar, rodeado de gente joven, gritando, bebiendo, riendo.

El hombre mayor, no ríe, ni grita, está solo, fuma, toma café levantando ritmicamente su taza cada pocos segundos, mojando sus arrugados labios, concentrado en su libro, masticando el humo de los cigarros que se suceden uno tras otro, cómo las páginas de su libro.

Está al fondo, sentado en la mesa más escondida, la más tranquila, abstraído, parece que sólo exista para él, ese grueso libro, que lee con devoción cómo si el universo empezara y acabara en sus numerosas páginas.

Las conversaciones cruzadas, el ruido, las risas, no pueden hacerme desviar mis ojos del libro, no puedo dejar de tratar de averiguar, de qué trata, hasta descubrir en sus ilustraciones, jugadas de ajedrez, tal vez avanzado, tal vez básico, no se puede apreciar desde el lugar en el que estoy.

Un pensamiento cruel, cruza velozmente por mi mente, al descubrirlo me sorprendo, pero es tarde, ya ha sido pensado, ya ha tomado forma, se ha apoderado de mi mente, durante el suficiente tiempo para existir.

Tan mayor, para qué aprender más, para qué lo vas a necesitar, cuanto tiempo te va a durar.

Para qué?

Viejo, eres viejo, pronto morirás, pronto, pronto, pronto.

Aparto los ojos avergonzada del hombre muy mayor que está en la esquina, dejo que continue sumergido en su lectura.

El tiempo que sea necesario,
el tiempo que le quede.

En mis pesadillas

miércoles, 18 de febrero de 2009

No es muy usual, encontrar el paisaje exacto de las pesadillas de uno en el extraño mundo de la vigilia, pero el otro día, entré en una portería de un piso por casualidad, caminé con cuidado por el pasillo en obras con baldosas de varios tipos que formaban un puzzle de pésimo gusto, parcheado con puertas para salvar socavones y agujeros, que a juzgar por la oscuridad, parecían llevar al mismísimo centro de la tierra.

Superado el pasillo, la escalera parecía despojarse de su aparente normalidad, las paredes ya no eran blancas, ni había iluminación, ni siquiera baldosas nuevas, por feas que fueran, era cómo atravesar una puerta que llevase a mis pesadillas, un edificio que se alzaba con seis plantas de alto, para terminar en una claraboya cochambrosa, recorrida por metal gastado, mostrando al oscuro cielo, las almas de sus habitantes.

Es difícil describir qué se siente cuando se está en un lugar cómo ese, un lugar dónde sientes que has estado tantas noches, un lugar que ha sido escenario de tus fantasías tenebrosas y oscuras y también es difícil desprenderse de la emoción que causa, recorrer esas paredes con la mirada, permanecer en silencio tratando de escuchar las palabras susurradas hace tiempo, tratando de captar los fantasmas del pasado, adentrándome casi en completa oscuridad, por las solitarias escaleras, que estoy segura que al final, conducían al mismísimo infierno, sólo que en sentido ascendente, a ese cielo de oscuridad monstruosa que parecía engullirlo todo.

Sus escalones desgastados, antiguos, deformados, custodiados por esas barandas oxidadas, se elevaban uno a uno, seguidos por las paredes llena de humedades, desconchadas, formando un mosaico de cientos de colores ya usados, colores, olvidados, colores desprendidos, paredes desiguales en las que se abren cómo heridas, puertas que parecen bocas sin dientes, bocas sin voz que tragan y escupen a los escasos habitantes.

Antes de subir, si reunes el valor de hacerlo, está la vigía del lugar, guardiana muda, imperturbable, que espía tus movimientos, una tenue sonrisa ilumina su rostro sin ojos, te desafía, te llama, en sus manos sostiene una luz que jamás ilumina nada, sus brazos alzados, dejan al descubierto unos pechos desnudos, descarados, que tal vez, te puedan hacer olvidar que no debes traspasar ese umbral, que ese, es un camino de ida sin vuelta, siempre arriba, hacia arriba, escalón a escalón, sólo el sonido de tus pasos te acompaña, sólo el sonido de tu respiración te sigue, sólo la negrura te envuelve...

Cómo no suelo hacer caso de avisos, ni de vigías, subí la escalera hasta arriba, despacio, silenciosamente, espiando mis propios movimientos a cada recodo, hasta finalmente llegar arriba del todo, entonces, sólo entonces, reparé en que los escalones que fui subiendo habían ido siendo engullidos por la oscuridad que parece envolverlo todo aquí dentro.

Así que estoy aquí arriba, debajo de la claraboya iluminada por un tenue resplandor de una luna que no brilla, sentada, esperando a reunir el valor necesario para adentrarme en la escalera sumergida en la oscuridad y volver a bajar, algún día; a no ser, que esté de nuevo sumergida, en alguna de mis pesadillas.

En tus ojos verdes

martes, 17 de febrero de 2009

Una lágrima tuya
contiene cientos de palabras amargas mías
palabras que debieron ser calladas
o contadas,
en otro lugar
a otra persona

y sin embargo,
todas se derramaron en tu presencia.

Marca el límite de lo tolerable,
de lo que se debe decir,
de lo que se puede escuchar,
de lo correcto,
de lo honesto,
de lo pactado.

Una lágrima tuya,
me devuelve al pasado,
me recuerda quién fui
en quién no me he convertido todavía
y en quién no quiero seguir siendo.

Me susurra silenciosamente
que clase de persona eres tú
y que clase de persona soy yo.

Sin dudarlo
todas y cada una de las veces,

me devuelves una sonrisa
un silencio amable
a pesar de que yo
impotente
con la rabia a flor de piel
apuñale las sonrisas
con palabras y más palabras
que deben ser

calladas
olvidadas
restituidas
trasformadas.

Todas las mañanas del mundo

domingo, 15 de febrero de 2009

Hace un día triste y gris, cómo tantos este invierno frío y tortuoso.

Cómo deseo que termine de una vez, con sus noches largas y sus días apagados,
cómo necesito que la luz lo invada todo y traiga esperanza,
cómo anhelo que los últimos vestigios de estas semanas ciegas se marchen dando paso al fin
a nuevas horas pobladas de sonrisas sinceras.

Este invierno que nunca termina,
está agotando mis venas,
cómo lo hacen los parásitos que se alimentan del odio, de la mezquindad, del rencor.

Mi impaciencia late tensa, cómo las cuerdas de un violín desafinado.


En mi otro mundo

viernes, 13 de febrero de 2009

Estoy en una casa en el barrio de mi infancia, la casa está muy elevada, casi en la montaña, estoy andando por el interior de sus habitaciones que están muy oscuras.

Sin embargo en alguna parte del piso hay mucha luz, se cuela a raudales, casi atravesando las paredes de la parte en penumbra.

Ando instintivamente hacia esa parte, a pesar de que estoy cómoda justo dónde me encuentro, envuelta en las sombras, sólo alcanzo a entrever el dibujo del empapelado antiguo y probablemente descolorido de las paredes del largo pasillo que lleva, invariablemente, hacia la luz.

Camino muy despacio, arrastrando mi mano por la pared, me demoro en llegar, degusto los detalles, el tacto del papel rugoso, el olor a antiguo de la casa, el sonido amortiguado y mortecino de mis pasos ligeros, la luz transformándose al ir avanzando…y llego hasta una puerta acristalada que abro con cuidado para descubrir que una parte de la casa no tiene paredes, simplemente termina en la calle cubierta por unas sábanas blancas que se balancean al ritmo del caprichoso viento.

Llego hasta las sábanas tendidas, quiero ver que hay más allá, alcanzo una de ellas y me asomo al otro lado. Sólo una calle dónde hay gente, una calle de mi niñez, tranquila, llena de recuerdos.

Me siento en el borde de esta casa imposible, para ver a la gente pasar, dejo que el sol bañe mi cara, el calor me hace sentir bien pero hay algo que me inquieta, algo que no deja que me quede allí, simplemente mirando, algo en mi interior, un anhelo que me hace ir más allá, sé que estoy buscando algo y puede que esté cerca, lo presiento…me levanto, observo la casa y subo a la parte más alta, el calor recorre mi piel, penetra en mis venas, estremece mis sentidos.

Busco con mis ojos hasta que encuentro lo que estaba buscando, el destino de toda mi existencia, está allí, a pocos pasos del lugar en el que me encuentro, hay un mar de azul absolutamente inverosímil que se adentra en la ciudad lamiendo los cimientos de los edificios, llamándome con sus cadenciosos movimientos, chocando contra los pies de los transeuntes que caminan felices por las aceras inundadas.

He de ir hasta allí, he de sumergir mi ansiosa carne en ese manto brillante que destellea cómo una promesa tentadora.

Dejo la casa, casi no puedo esperar hasta llegar pero sé que debo ser cauta, este lugar es excepcional y puedo encontrar maravillas en cualquier esquina, he de estar alerta para no perderme nada.

Voy descalza también, que mis pies rocen estos suelos, que se empapen de la magia que trasmiten, no tengo prisa, me muero de ganas por llegar, acorto la distancia segura de mi misma, siento en mi interior cómo el mar se acerca, siento sus olas atrayéndome, el pulso acelerado, ya puedo ver cómo serpentea entre las esquinas de las casas, ya mis pies se mojan en su tibia agua, pero sigo avanzando hacia este mar que no tiene playa pero que se extiende eternamente, más allá de la ciudad.

Dejo atrás el laberinto de hormigón, aquí el sol brilla con más intensidad, es casi cegador, muestra el mundo bajo una nueva luz, todo es más intenso, más real, sólo colores puros, sólo el mar, no hay nada más en todo el universo, nada más bello que contemplar, está simplemente ahí, rodeándome con ese azul eléctrico que me hace jadear, miro alrededor y ya no existe nada más que esta superfície de agua, que me estaba esperando desde siempre, trato de asirme a algo, tengo miedo de ser engullida y desaparecer, pero no hay nada, nada, sólo el mar y yo, a merced de este vigoroso y poderoso elemento, un mar que cuanto más avanzo más compacto parece.

A lo lejos se está formando una gran ola, sé que es peligroso, sé que va a destruir todo lo que conozco, pero no lo puedo evitar, en este día de luz, con el color de este mar que me tiene hipnotizada, sigo andando, la ola se acerca lentamente, sus dimensiones ya son aterradoras, puedo apreciar perfectamente la pendiente que se va formando en su perfil, avanza sin el menor ruido, sin asustar a nadie más que a mi, soy infinitamente pequeña, pero avanzo, que más da que mi mundo desaparezca, si lo va a hacer entre las olas de este mar calmado y amoroso, ancestral y primario, que más da si las aguas que me acunan son cálidas y brumosas, saladas y blandas, que más da, si en breve encontraré mi destino en su húmedo abrazo.

No es dolor lo que siento al llegar, el muro de agua resulta inalcanzable para mi vista si levanto la cabeza, llega sin furia, llega como una invitación indeclinable, sólo atravieso sus puertas y el mundo se sume en un silencio vacío, mi cuerpo ingrávido se desplaza lentamente, no hay oscuridad, el mar es traslúcido y brillante, el sol se cuela y ilumina el camino a seguir, sólo hay que continuar andando y dejar que este abrazo sea eterno.


La música os hará libres

jueves, 12 de febrero de 2009

Depeche Mode, ha sido la música de mi vida, el primer grupo que me importó tanto cómo para tratar de tener todos sus, entonces, discos, tanto cómo para interesarme por sus letras, de hecho, casi todo lo que sé de inglés, lo aprendí traduciendo sus letras, tanto cómo para ir a un concierto, el primero de mi vida.

Depeche Mode, fue mi puerta a un mundo distinto del que conocía, un mundo, dónde ser cómo era, no significaba nada malo, dónde ser cómo era, podía ser algo normal y no implicaba ni culpa, ni reproches, ni decepciones.

Fue mi tabla de salvación cuando me adentré en la adolescencia.
Hubo mucha música más, pero cómo esta, no hubo ninguna, por el momento en que llegó, por la intensidad con la que me capturó, por el significado que tuvo.

A pesar de que con los años, ha habido muchísima música más, siguen estando entre mis grupos preferidos, aunque ya no estén solos.

Dejo cuatro canciones, podrían ser cualquier otras cuatro, por qué hay infinidad que me encantan, pero son estas cuatro; enjoy the sound.







El tiempo de los gitanos

miércoles, 11 de febrero de 2009

Hace unos cuantos años,tuve una amiga que tuvo un novio bosnio.

A la familia la noticia no le cayó muy bien, no tenían muy claro de dónde era el muchacho, pero confiaban en que sería uno más y que este muchacho, que encima era gitano, no sería el definitivo.

Armó mucho revuelo el novio bosnio en todo el barrio, un lugar dónde las noticias volaban y todos sabían todo de todo el mundo.
Era un tipo de extranjero, poco visto antes por la zona y además, no sólo era el novio bosnio, era él, sus hermanos y el amigo yugoslavo.

Se movían por el barrio cual banda, iban a buscar a la muchacha, todos juntos, en bloque, la esperaban en la calle, todos juntos, cual banda.
Eran cinco hermanos, cuatro chicos y una chica, aunque solían ir juntos sólo cuatro, de los cinco, y el amigo yugoslavo, que no era muy difícil de distinguir dentro del grupo.

Una noche, nuestra amiga nos invitó a salir con ellos, ellos en el más amplio sentido de la palabra, ya que siempre salían todos en grupo, para que nos conociéramos.

Quedamos cerca de dónde vivíamos, en un salón recreativo, lleno de máquinas y billares.
Se les distinguía bien, un grupo de 7 personas con un segurata rondándoles, se ve enseguida.
Por lo visto, en ese sitio, que les gustaba frecuentar para jugar al billar, deporte del que eran incondicionales, les ponían siempre problemas para entrar, por qué creían que eran ladrones.

Esa vez, fue distinto, éramos mayores que ellos, españoles...nos dejaron entrar más fácilmente, aunque en sus caras se veía claramente, que no nos iban a quitar la vista de encima mientras estuviésemos dentro.

Llegamos hasta el billar elegido, por lo visto, si podía ser, elegían siempre el mismo y empezamos a jugar.
Al principio, sólo jugamos, el grupo de hermanos sonreían tímidamente y nos invitaban constantemente a cigarrillos, Malboro, repetían con orgullo cada vez que nos lo ofrecían, cómo queriendo decir, es tabaco bueno!, al rato, empezamos a hablar, los hermanos, no hablaban mucho castellano, pero el yugoslavo, que era listo cómo el hambre, lo hablaba casi perfecto y se notaba a la legua, que necesitaba comunicarse con gente nueva.

Estuvimos hablando de cosas triviales, del billar, del tiempo, hasta que los hermanos, acalorados por el billar, empezaron a despojarse de algunas prendas, que invariablemente, dejaban al descubierto cicatrices, demasiado repetitivas, demasiado contundentes, para ser accidentes de la niñez, en todos y cada uno de los casos.

Cuando les pregunté por sus padres, si estaban aquí con ellos, se miraron y guardaron silencio.
No, no estaban aquí con ellos, era evidente, el mayor tendría unos 20 años cómo mucho, la chica, la más pequeña tal vez no tenía ni 15.
Salían siempre juntos por qué tenían miedo, miedo de ser separados, de la policía, de ser devueltos a su país y puede que por eso, la pequeña siempre estuviese fuertemente abrazada a uno de sus hermanos, apretándose mucho, en silencio.

Su madre estaba en Bosnia, imagino que tratando de sobrevivir, cómo ellos aquí, el mayor decidió hacerse cargo de sus hermanos e intentar tener una mejor vida en otro país, y terminaron en España, aunque no era el sitio dónde habían planeado ir.

Pero allí estaban, eran ruidosos, se reían mucho, se empujaban y se acusaban de hacer trampas, lo estaban pasando en grande, unos jugaban, otros miraban, pero todos, sonreían de oreja a oreja con una felicidad en la mirada, difícil de ignorar.
Daba lo mismo que estuvieran lejos de casa, que los trataran constantemente de gitanos ladrones, se tenían los unos a los otros y eso era suficiente.

Muchas de sus frases empezaban con, en mi país...con ese orgullo del que todos hablamos de nuestra patria, aunque la inmensa mayoría de las cosas que contaban, eran para estar tristes.

El muchacho yugoslavo, era una incógnita, no habló de su família, sólo nos contó que antes de la guerra, eran todos amigos y después de la guerra, siguieron siéndolo y cómo no, decidió acompañarlos en su aventura europea.

Lo primero que hizo nada más llegar, fue agujerearse los lóbulos de las dos orejas, en mi país...no era ni fácil, ni frecuente, así que ahora llevaba dos pendientes dorados, con el mayor de los orgullos.

No eran más que una panda de críos, que creían que eran muy mayores; pero no lo eran.
Estaban asustados, cuando era de noche, en sus camas, siempre prestadas, pensaban en su hogar, en su madre y se extrañaban, pero trataban de olvidar eso y para ello, fumaban y fumaban, bebían cerveza y reían alto, muy alto.
Palmeaban la espalda de mi chico, contentos de habernos conocido, contentos de ganar al billar, felices de estar vivos.

Si les preguntabas si necesitaban algo, su expresión se ensombrecía un poco y contestaba el hermano mayor, no, no, no necesitaban nada, dormían unos días aquí, otros allá, no les faltaba de nada, su orgullo un poco molesto por creer que alguien podía pensar que no podían valerse por si mismos, pero también amables por la preocupación.

Nuestra amiga estaba encandilada con su novio, si los mirabas, no costaba mucho imaginarse cómo se puede llegar uno a enamorar de una persona con esa alegría, con esa fuerza, con esa actitud...y nosotros, abrumados por tantas cosas, a veces tristes por lo que no teníamos, enfadados por lo que salía mal, nosotros, que teníamos una cama dónde dormir, una casa dónde cobijarnos, comida todos los días, família, amigos...

Hoy me ha dado por acordarme de mi amiga y su novio bosnio, los hermanos del novio y el amigo yugoslavo, y me he alegrado de haberlos podido conocer.


Piso en venta

martes, 10 de febrero de 2009

No, no, no estoy tratando de vender mi piso en este blog.

Es sólo que hemos puesto nuestro piso a la venta, después de 10 años de vivir en él.
Es un trámite necesario para mejorar nuestra vivienda, necesitamos más espacio, para nosotros y para mis plantas, la escalera que tenemos, se me hace demasiado dura y en definitiva, ha llegado el momento de cambiar y mejorar.

Será nuestra cuarta vivienda desde que nos independizamos, hace ya bastantes años, hemos pasado por las tres formas más habituales de vivienda; compartir, alquilar y comprar; y ahora, venderemos.

Estos días estamos nostálgicos y he estado recordando nuestras anteriores casas, todas ellas, han estado llenas de felicidad y vivencias positivas.
Es curioso, me pasa con mi vida postadolescente justo lo contrario que con mi vida preadolescente, que a pesar de haber tenido un montón de vivencias, unas buenas y otras malas, imperan en mis recuerdos y percepciones, sólo las más felices y gratificantes.

Todas mis casas han sido lugares dónde aprender a vivir, dónde refugiarme y sentirme segura, dónde cultivar amistades, dónde explorar la vida.

Guardo de todas ellos, recuerdos llenos de luz, fragancias, risas, no se me ocurre un sólo recuerdo triste relacionado con alguna de mis casas y me doy cuenta ahora, de lo importante que es para mi el lugar dónde habito.

He tenido la inmensa suerte de que todas mis casas, han tenido muchísima luz, algo imprescindible para vivir feliz.

Y recuerdo de todas ellas, sobretodo la luz, bañando nuestras caras en todas las camas que he tenido, derramandose sobre las paredes, arráncándonos perezosamente del sueño y en algunas, cómo en la que estoy ahora, incluso, he tenido la suerte, de que en las noches de luna llena, si abro las cortinas, puedo dormirme viéndola en el cielo, tan cerca nuestro que casi parece que vela mis sueños.

Me va a dar muchísima pena marcharme de este piso, siempre nos marchamos con tristeza, pero con tanta ilusión por la nueva aventura, pensando ya, en cómo hacer nuestro el lugar al que nos mudamos, los colores adecuados, las distribución perfecta, el adorno justo...
Estos días, conviven en mi, la sensación de que pronto voy a abandonar mi casa, con los nervios de pronto estrenar una nueva.

Nos esperan muchos retos, líos, aventuras, risas, cabreos...y ya casi no puedo esperar a que eso empiece, aunque a lo mejor no me he dado cuenta y ya ha empezado, por el sólo hecho de empezar a imaginarlo.

Durante muchos años, he pensado que para todo el mundo, el lugar dónde vive, es algo muy importante, elegido con cuidado y mimo, un lugar armonioso, personal, querido, sin embargo con el tiempo, te das cuenta que hay personas que viven entre 4 paredes sin darle mayor importancia a casi nada que tenga que ver con esa casa, es sólo algo funcional, un lugar dónde comer, dónde dormir.
No hay nada de ellos en esas casas, no son bellas o armoniosas, sólo son una casa más, la casa de cualquiera.

Y debe ser que muchas de esas personas se dedican al negocio del inmueble, sino no acabo de comprender por qué motivo si tú quieres comprar un piso de determinadas caracteristicas, se empeñan en enseñarte pisos que nada tienen que ver y cuando les explicas, es que me mudo precisamente por tal característica, siguen cómo si nada, ya, pero tiene esto y lo otro y lo de más allá.
Es cómo si voy a una tienda de electrodomésticos a comprar una lavadora y tratan de venderme una nevera, sólo por qué la nevera es la ostia en vinagre...
Será que así convencen a la gente para que viva en pisos que no ha elegido, o será que realmente a la gente le dará lo mismo vivir aquí o allí?

Será que somos raros?

Sea cómo fuere, ahí estamos, trantando de vender el piso dónde tan felices hemos sido, y tratando de encontrar uno nuevo, que sea perfecto, adecuado, maravilloso...

Mi casa deseada, está construida con nuestras ilusiones, trabajada con nuestras manos, elegida al detalle, meditada, sintiendo cada rincón de ella, escuchándola y dándole en cada momento lo preciso, modificando lo necesario, respetando lo fundamental.

Mi casa deseada será el eje de nuestra felicidad, desde la que planificaremos nuestras vidas, desde la que nos enfrentaremos al mundo, dónde acogeremos a nuestros amigos, dónde reiremos y lloraremos, dónde nos sentiremos seguros, dónde nos refugiaremos cuando las cosas no vayan tan bien cómo queremos, dónde trataremos de aprender, de crecer, de compartir.

Después vendrá eso tan temido, la mudanza, las obras, montar el nuevo piso y aunque sé que me arrepentiré de decirlo, también estoy deseando que eso llegue.

El efecto castaña pilonga

lunes, 9 de febrero de 2009

Esta mañana me he levantado, con claros síntomas de padecer el efecto castaña pilonga.

En vez de despertarme solita, que es cómo suelo despertar, me ha sonado el despertador del móvil, una experiencia poco agradable y casi desconocida para mi.

Ese sonido horripilante me ha arrancado de un maravilloso sueño en el que estaba abrazada a un personaje de una serie que jamás hubiese pensado que iba a colarse en un sueño mío y menos para abrazarme, consiguiendo hacerme sentir maravillosamente bien, pegada a su camisa blanca perfectisimamente desarreglada, oliendo a limpio y confortable; por mi, me hubiese quedado el día entero dejándome abrazar por este muchacho que tan amorosamente me acurrucaba y que hay que decir de paso, tan guapo resultaba así de cerca.

En vez de eso, me he despertado sin saber dónde estaba ni que pasaba, he mirado el despertador y efectivamente, era la hora de levantarse, mi gato me miraba sobresaltado desde mi almohada, pensando, sin duda alguna, que tengo que cambiar la canción del despertador del móvil, en su cara se leía claramente, que él también había tenido un despertar brusco, nada que ver con mis amorosas manos y besitos matutinos, que es a lo que está acostumbrado.

He intentado incorporarme y me he dado cuenta de que no podía apenas moverme...lo he tenido claro, el efecto castaña pilonga, ataca de nuevo.

Es lunes, ha pasado el fin de semana y en vez de estar fresca cómo una rosa, estoy castaña pilonga, algo significativo y alarmante si tenemos en cuenta de que a cada semana que pasa estoy más y más cansada.

Más cansada y más hasta las narices de una situación que no depende de mi, sino de una panda de mandarinas que me traen loca, haciendo de mi día a día, algo pesado y sobre todo, cansado, cansado, cansado.

Los días pasan lentamente, trato de ser consciente del aquí y del ahora, trato de resistir...pero estoy agotada.
Por eso, me levanto los lunes sufriendo el efecto castaña pilonga, contando los días que faltan para llegar al viernes y deseando que pasen rápido...

El cansancio es sólo una parte de la desesperanza que a veces parece invadir mi vida, un sentimiento que se extiende cómo el aceite en los momentos en que las cosas no salen cómo me gustarían, en los momentos en que la ilusión se vuelve fracaso, esos momentos dónde un escalofrío helado me recorre la espalda haciéndome sentir por unos instantes, que puede que mi vida alguna vez se vea invadida completamente por esa sensación de derrota.

Es sólo un instante, después la sensación se difumina cómo un aroma cargante.

Por eso, todos los días de nuestra vida, debemos luchar contra el efecto castaña pilonga.


Soñé con Auschwitz

domingo, 8 de febrero de 2009

Soñé contigo,
pequeña del vestido verde,

la otra noche.

Soñé que atormentabas a mis conocidos buscando sus palabras,
su aliento,
su atención.

Soñé que vagabas por los pasillos de las casas,
de una ciudad tan lejana y desconocida cómo la mía.

Durante tantas noches,
te apareciste a tantas personas,
pidiendo un poco de compasión,
tus ropas descompuestas,
tu carne macilenta,
tu cuerpo roto,
atravesando los prados de tu campo,
de tu hogar,
de tu tumba.

Durante tantas noches
tus aullidos fueron la melodía,
tus lamentos el texto,
de una canción escrita con huesos y cenizas.

Y al final,
pude verte,
durante la noche,
con tu vestido verde,
antiguo,
elegante,
apenas una niña con apariencia de señorita,
me llamabas a través del prado,
justo al lado del lago,
me llamabas con tu dulce voz infantil en un idioma que no pude entender,
hacías señas con tus pequeñas y pálidas manos,
me pedías que me acercara.

Sé que sólo eres un eco,
un recuerdo que me llevé adherido a mis ropas mientras arrastré los pies por tan aciagas tierras,
sé que sólo eres un residuo en el devenir del tiempo,
sé que tu cuerpo yace enterrado en ese campo del que tratas de huir,
tu alma encadenada a ese vestido verde,
sólo esperas que alguien pueda oírte,
que alguien pueda verte,
y liberarte.

Durante la noche,
pude verte,
con el pelo rubio,
largo, alborotado,
cómo un espectro,
brillaba a tu alrededor una luz cegadora
y me pedías con tus manos que me acercara,
Tal vez para despedirte?
Tal vez para contarme tu historia?
Tal vez para susurrarme palabras desde el infierno?

Tu cuerpo roto me da miedo,
tu vestido verde apenas puede recomponer el cuerpo que tuviste en vida,
tu pelo rubio, arrancado nada más llegar,
yace a tus pies,
formando un círculo a tu alrededor
y me das miedo,
tu mortalidad,
me da miedo,
tu sufrimiento,
me da miedo.

Durante la noche,
te marchaste,
sé que lo hiciste,
sé que no te despediste de nadie más que de mi,
con tu vestido verde nuevo,
tu pelo rubio ondeando al viento,
debajo de los árboles más bellos,
rodeada de esa luz cegadora,
me decías adiós con la mano.

Descansa en paz,
querida niña que no pudiste ser,
con tu vestido verde de señorita,
con tu pelo rubio,
con tu belleza por estrenar,
descansa en paz,
tus gritos no quedarán en el vacío,
tus lamentos serán oídos,
tu historia contada.


Auschwitz-Birkenau, las célebres vías de los trenes de la muerte.
Tan sólo unos metros más allá se decidía quién moría y quién iba a ser despojado de toda humanidad trabajando en el campo más famoso de todo el territorio perteneciente a la Alemania del tercer Reich.


Soñando con el vacío infinito (texto)

sábado, 7 de febrero de 2009

La noche ha caído, sumiendo al mundo en una tenue oscuridad que cubre los objetos como una fina capa de polvo.
Las calles, vacías, dejan espacio a tus pasos inquietos, tratando de calmar el anhelo que se abre paso a través de tus entrañas, noche tras noche.

Podrías malgastar tu vida entera entre los muros de estas calles, andando extraviada, en busca de la materia de la que están hechos tus deseos, aunque sabes que ya no quieres seguir pegada a esta tierra, días tras día.

Las risas suenan lejanas, a través de las gruesas paredes, el mundo sigue tocando la melodía de la vida, esa que para ti nunca tiene el ritmo adecuado, si sigues andando hasta llegar al final, puede que encuentres el lienzo sobre el que pintar tu canción.

Todo es antiguo aquí, como tus sueños, vas dejando el mundo atrás, no pretendes alejarte, sólo llegar.
Los ventanales, que han estado aquí desde siempre, esta noche se antojan las puertas a la libertad.

Tomas impulso y saltas,
no esperas nada,
no sabes nada,
sólo escuchas a tu instinto,
saltas y caes, caes, caes,
es peor de lo que creías, la velocidad muerde tu carne, el vértigo oprime tu pecho y ya no importa nada, nunca antes habías contemplado un espectáculo tan bello, la ciudad , centellea y tilila a lo lejos, atrayéndote, llamándote, te espera.

Abres los brazos y sientes el aire en tu cara, el miedo ha desaparecido, en este momento perfecto puedes escuchar el sonido del mar que se extiende a tus pies como un manto plateado, extendido sólo para ti, ya no importa nada, si al final todo termina, una tumba de mar te espera, inmutable y cálida, te espera.


Canciones invisibles

viernes, 6 de febrero de 2009

Hace algunos meses, iba en el metro, era un fin de semana y lo cierto es que el vagón iba cómo debería ir siempre, no demasiado lleno.

Al menos en el metro de mi ciudad, la mendicidad es muy frecuente, hay etapas en las que más y hay etapas que menos, pero invariablemente, cuando alguien sube a pedir, la gente suele mirar hacia otra parte, esperando que termine pronto y en los casos de que la visita va a compañada de música, deseando que ésta no sea un tormento de los a que nos tienen acostumbrados, mezclas maravillosas de violines desafinados y acordeones desvencijados, que unidos, tocando más o menos a la par, emiten sonidos difíciles de olvidar; son momentos en los que uno agradece llevar un mp4 y poderlo subir a toda castaña.

La operación se gesta, más o menos, de la misma manera siempre, se suben, sueltan el discurso y pasan la gorra/bote/mano/recipientes varios.

He visto muchos, así que sé cuan estandar es la operación y siempre, hay un discurso al principio, dónde se explica o justifica, por qué esa persona está ahí, a merced de la buena voluntad de los hastiados viajeros, a los que habitualmente, no les importa en absoluto, ni por qué están allí, ni nada que tenga que ver con ellos.

Ese día, todo fue muy diferente.

Se abrieron las puertas en la parada de España, el metro iba bastante vacío, había silencio, entró una chica menuda, envuelta en un pañuelo enorme que le cubría la cabeza, falda larga, pinta de rumana, no muy limpia...en silencio, se posicionó en un extremo del vagón, se agarró a una barra para no perder el equilibrio y sin levantar la mirada del suelo empezó a cantar.

Recuerdo cómo algunas cabezas se levantaron de repente, no muchas, y mis ojos clavados en ella, en su pañuelo floreado, demasiado grande, demasiado calado y su voz atravesando el vagón de lado a lado, una voz brusca, tosca, por pulir, pero potente, antigua, profunda, ancestral.

Estoy segura que cantaba una canción folclórica de su país, sin más acompañamiento que el traqueteo de los vagones y los pensamientos mudos de los viajeros.

Cuando la escuchaba, pensé que tal vez no era rumana, la canción, la manera de cantar, era exactamente igual que la de
Márta Sebestyén que es húngara y no rumana.

Si coges una de las canciones de Marta, le quitas técnica, acústica, te la imaginas sucia, perdida, vagabundeando, puedes saber exactamente de qué estoy hablando.

Esa comparación me hizo pensar en eso que llamamos, ironías de la vida.
Yo no tengo formación para asegurar quién es un buen cantante, lo sé, pero también sé, que hay gente ganándose la vida cantando, que no tienen ni la calidad, ni la honestidad de esa voz.

Por qué hay personas a las que la gente idolatra y personas a las que la gente trata cómo si fuera invisible?

Es una pregunta que daría para hablar largo y tendido, pero una pregunta que surge con especial intensidad en un momento cómo ese, en el que te encuetras a una muchacha mendigando, con una voz cómo esa y piensas qué absurdo y sobretodo, que fortuito es todo.

Allí estaba ella, cantando y cantando, con esa voz que rozaba lo incómodo, que ponía la piel de gallina, tal vez ella no lo sabía, pero en otro momento, en otro lugar, podría haber sido famosa, cómo su homónima.

Sé que apenas nadie se fijó en ella, sé que muy poca gente conoce a Márta Sebestyén, pero sé que vive de su arte, sé que en algún momento, alguien la tuvo que ayudar, que guiar.

La mezcla de sensaciones, de repente, se me hizo insoportable, esa tonadilla triste y desgarrada, que se repetía una y otra vez, sus ojos clavados en el suelo, la gente indiferente a lo que yo percibía cómo un momento único, esa emoción a flor de piel, esa franqueza en la voz, esa ventana que se abría a unos sentimientos delicados y todo ello, en el lugar menos pensado, a cambio de nada..., bueno sí, a cambio de unas monedas para comer o para dormir...

La emoción se abría paso a través de mi pecho, oprimiendo mi garganta, al borde del llanto, sin embargo no era un llanto emocionado, suave y liviano, sino un llanto conmovido, borboteante y desgarrado, cómo las notas de esa canción que habían removido violentamente mi interior en el momento menos deseado, sorprendida sin la menor intimidad, mi piel erizada dolorosamente, las lágrimas palpitanto, quemándome los párpados.

Cuando la canción terminó, tan abruptamente cómo había empezado, la muchacha, fue recorriendo el vagón, en busca de algunas monedas, que llegaron en muy escasas ocasiones, siempre con la cabeza gacha, seguramente sin tener ni idea del preciado don que poseía, de la extraña capacidad natural, para conmover desde lo más profundo, con su sencilla y poderosa canción.

Llegó a la última puerta y desapareció tan silenciosamente cómo había llegado.

Nunca más la he vuelto a encontrar.

Existe una maravillosa canción de Richard Stoltzman, acompañado por Judie Collins, que trata un tema parecido; la canción está narrada por ella, una cantante de fama, que andando por la calle escucha una bonita canción interpretada por alguien que toca un clarinete en la calle.

La gente pasa de largo, lo ignora, por qué saben que nunca lo verán en la tele, pero ella se para conmovida por la belleza de la canción, que es gratis, y nos dice que ella toca para los amigos o por dinero., no cómo ese músico anónimo y etéreo.

Os dejo una muestra de ambas.

A la chica del metro; la tendréis que imaginar a través de mis palabras.




Crecí en los 80 y sobreviví!!!!

jueves, 5 de febrero de 2009

Bueno, yo crecí en los 70 un poco, gran parte en los 80 y el estirón final fue en los 90.

Cualquiera que me conozca un poco sabrá cómo odio los años 80, es una época de un horterismo sin igual, que agradezco enormemente que quedara atrás.
Las cosas de los años 80 me dan grima, alergía, me producen irritación, ganas de podar melenas crepadas, de coger esas combinaciones imposibles de colores y quemarlas, de desmaquillar con aguarrás caras con capas y capas de maquillajes cantones, esos colores que ciegan de solo contemplarlos, que horror, que espanto!

Soy muy consciente de cómo ha cambiado el mundo, pero después de ver este video que me pasó alguien que también creció en los 80, cómo no, me entró una nostalgia extraña y sobre todo, me sentí muy muy muy mayor.

Es difícil explicarle a un adolescente de hoy en día que antes no te daban un móvil a los 9 años, que sólo con ver un ordenador, de esos antiguos del estilo Amstrad o Amiga, esos que ahora se exponen en un museo de antiguallas, por lo menos, quedábamos profundamente impresionados y nos parecía que era poco menos que ciencia ficción.

Más difícil resulta aún pensar que las teles eran en blanco y negro, de hecho, cuando yo me fui de mi casa mi madre me regaló la tele en blanco y negro que tuvimos hacía mucho y durante casi un año vimos todas las pelis de vídeo, sí, sí, vídeo, VHS, pero vídeo, en blanco y negro; de lo más surrealista.

De la muy lograda letra de la canción, por favor escuchad con atención, me quedo con el trozo dónde dice que jugábamos en columpios oxidados y con tierra de gravilla, que traducido es que cómo te hicieses un cuatro, que te lo hacías, te caía cómo mínimo la antitetánica y el suelo de gravilla hay que ver cómo duele, sobre todo si ya llevas las rodillas peladas y con heridas de accidentes anteriores.

Increíble, pero cierto, esta horterada de video, que no de canción, me ha traído tantos buenos recuerdos...

Si a mi edad me pongo nostálgica por estas cosas, no quiero ni pensar en cómo va a ser cuando tenga 50 años, lo mismo les explico a mis nietos eso de...cuando yo era pequeña la Luna sólo era un satélite de la tierra y no el lugar para pasar las vacaciones de verano...

Este mundo corre que se las pela; crecidos en los 80, que nos hacemos yayetes!!!!




Soñando con el vacío infinito

miércoles, 4 de febrero de 2009

Esta noche he tenido un sueño perturbadoramente bello, ya que mis sueños nunca son simplemente hermosos, siempre hay una carga de emoción, adrenalina e intensidad, que los convierten en algo perturbador.

Estaba en una pequeña ciudad, entrada la noche, parecía una especie de fortaleza medieval, había un montón de bares llenos de gente, bebiendo, riendo, era un ambiente agradable.

Era hora de retirarse a dormir y entraba en mi habitación, estaba en una especie de hostal, era pequeño, modesto, antiguo, pero agradable.

Las paredes de mi habitación eran verdes, las puertas también estaban pintadas de verde claro, y al final de la habitación había un ventanal realmente enorme que mostraba toda la ciudad, con miles de luces tintineantes a lo lejos.
El hostal estaba muy alto, así que la ciudad quedaba muy por debajo de dónde estábamos y justo antes, estaba el mar, inmenso, oscuro, prometedor.

No sé por qué motivo, me acerco a la ventana, la abro, sopla una brisa fresca muy agradable, subo al quicio de la ventana y sin dudarlo, salto al vacío.

Caigo, caigo, caigo, la sensación de vértigo en el estómago es insoportable, pero no tengo miedo, sólo abro los brazos y disfruto de la caída, el viento en mi cara, el mar acercándose cada vez más rápido, me siento segura, en mi medio, una felicidad salvaje me invade y lentamente, dejo de caer, la velocidad disminuye, yo controlo la caída, sé que no voy a lastimarme, por qué yo soy dueña de mi misma.

Planeo sobre el mar, desearía zambullirme, pero estoy tan bien surcando la negra noche, que simplemente, permanezco allí.

Die Welle ( La Ola) de Dennis Gansel

martes, 3 de febrero de 2009

Si nos ponemos a hablar de cosas incomprensibles podemos utilizar esta película del año pasado cómo ejemplo.

Para empezar diremos que la historia original se recoge en una novela que narra hechos reales acontecidos en un instituto americano, que además, es una de las lecturas obligatorias para los estudiantes alemanes.

En este caso, y cómo no podía ser de otra manera, o mejor dicho, de la manera más impactante, la historia se ubica en la Alemania actual y el estimulante punto de partida es si podría repetirse hoy en día un movimiento similar al Nazismo, aunque en la historia real el desencadenante del experimento fue un poco más contundente, ya que se plantea cómo pudo el pueblo alemán aducir ignorancia total ante todo lo que pasó durante la 2ª Guerra Mundial.

El mecanismo es muy simple, tenemos a un profesor progre, muy de izquierdas con un pasado cercano al movimiento okupa, que no tiene más remedio que hacerse cargo de un seminario de una semana sobre la autocracia, habiéndole sido arrebatada su idea preferida, el anarquismo.

Sin demasiadas ganas, afronta el reto, sintiéndose muy lejano al principio de todo lo que esa idea representa.
Al tratar de trasmitir la esencia de la autocracia, la clase se enreda en ejemplos y explicaciones que tratan de sortear deliberadamente el ejemplo más cercano para ellos de autocracia; el tercer Reich.


Todos los alumnos están seguros de que eso es cosa del pasado, que es imposible que se repita y en ese momento el profesor concibe la idea de aplicar sobre la clase un sistema autocrático dónde él será el líder absoluto.

Para ello determinan los siguientes puntos:
-Un nombre
-Un saludo
-Un símbolo
-Un uniforme

Simple verdad?

Lo más llamativo de todo es que ni siquiera tienen una ideología.

Qué hace un movimiento sin una ideología, dónde radica entonces su poder si no tienen una ideología que los singularice?

Pues su poder radica en la unidad del grupo, que es la verdadera esencia de la película.

Vivimos en un mundo cada vez más grande y más pequeño, grande por qué cada vez abarcamos cosas más lejanas con menos esfuerzo, pequeño, por qué cada vez nos relacionamos menos con la gente con la que nos cruzamos a diario.

En un mundo dónde me es más fácil comunicarme con alguien de Nueva Zelanda que con mi vecino, el aislamiento y la soledad se convierte en un estigma que alcanza y destruye a algunas personas.

Por muchos amigos que tenga en el messenger, si no puedo salir a dar una vuelta con ellos, o irme de fiesta, o que me den un abrazo cuando estoy mal, seamos sinceros, estoy sola.

La vida es complicada, hay que definirse, hay que elegir, hay que negociar, hay que demostrar.

La Ola los viste a todos igual, les da un sentido de pertenencia a algo, ayer me pegaban mis compañeros de clase, pero hoy me defienden, por qué todos formamos parte de lo mismo, somos iguales, nos ayudamos, somos fuertes por qué estamos unidos.

Las grandes ciudades son aterradoras, nadie ayuda a nadie, la gente es capaz de sortear durante horas un cuerpo tirado en medio de una acera, si te atracan, si te atacan, la gente pasa de largo, miran a otra parte.

Imagínate pertenecer a algo dónde los demás cuidarán de ti, dónde te protegerán, dónde te aceptarán, no deberás hacer nada, sólo unirte a ellos y hacer lo que te digan, no lo cuestiones, sólo obedece, es sólo una porción de tu libertad a cambio de la seguridad y la protección absoluta.

Lo único malo que suelen tener estas cosas, es que cuando un movimiento se vuelve grande, tiende a convertirse en una entidad carnívora que arrasa con todo lo que pilla, o más claro, o estás conmigo o estás contra mi.

Y lo más importante, podría vivir un grupo de estas características sin una ideología definida? Probablemente sí.

Pero podría vivir sin un opuesto, sin un contrario, en definitiva, sin un enemigo?

El enemigo son el resto, por qué la sociedad ante un grupo así o quiere unirse al mismo o lo cuestiona, lo ataca lo ridiculiza, así que muy fácilmente se ha encontrado un antagonista; lo demás, sólo es inercia.

En cuanto a la película, recomendarla encarecidamente, es una reflexión sencilla, lúcida y sobria de una idea muy compleja, una idea que tiene muchas caras y que no sólo se explica con un ejercicio de sociología.

Sólo una cosa más, si la vais a ver, que sea en versión original, si en una película alemana hay un señor que amenaza con estallar en gritos, hay que verlo en su idioma.

Y todo esto venía a cuento de las cosas incomprensibles que pasan en el mundo, que son muchas y muy variadas.

En este caso hablábamos de la manía que tiene la gente en entregar su libertad a los demás.


Cuando estoy estresada...

lunes, 2 de febrero de 2009

Hoy no estoy inspirada para escribir, pero os dejo música de la que me gusta escuchar cuando estoy estresada.





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