No logro acostumbrarme aún a ser adulta

viernes, 31 de diciembre de 2010

Hace 23 meses y 7 días, os decía que no logro acostumbrarme aún a ser adulta.
Os lo contaba por que durante muchos años había tenido la creencia de que al llegar a determinada edad, uno se veía infundido de una sabiduría superior que lo convertía en adulto, o sea, sabio.

Aunque sé que no es cierto, que eso no va a pasar a ninguna edad en concreto, sí puedo decir que poco a poco me voy sintiendo más adulta que antes.
Hay indicios que así lo demuestran, pequeños, pero insistentes.

Cada vez me gusta más el silencio, antes no podía vivir sin música y ahora puedo estar semanas sin escuchar ni una canción.
Puedo oir a alguien diciendo barbaridades de cualquier tipo y no siento el impulso de contradecirlo, gritarle o pegarle.
Puedo estar en una charla y aunque la gente opine justo lo contrario que yo, no siento la necesidad de explicarle mi punto de vista.
Cuento lo que hago o digo y ya no quiero dar explicaciones de por qué lo dije o lo hice.

Pero sobretodo, en un conflicto paterno-filial, aunque siempre estoy de parte de los retoños, entiendo cada vez más, la postura de los padres.

No es que antes no entendiese el proceder de los padres del mundo, o de los míos, entenderlos, los he entendido siempre, pero ellos eran el enemigo a combatir, eran los culpables, eran los malvados, eran los injustos, por qué ellos sabían, eran los adultos.

Llegado este punto, lo que sé, es que todos somos personas, los padres y los hijos, sólo que hay personas que además son padres y eso ni los hace más sabios, ni menos falibles.
La paternidad al fin y al cabo, solo es un puñado de personas tratando de hacerlo lo mejor posible; nada más.
Y nada menos.

Este año, he aprendido esto.
Nada más.
Y nada menos.

Feliz salida de año y feliz año 2011.
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Unheilig, O Tannebaum (Der Graf Club edit)


10 profesiones que nunca tendría

miércoles, 29 de diciembre de 2010

1-Médico, por varios motivos, desde los que me ponen de los nervios, tratar todo el día con gente que viene a verte sólo para quejarse, sí, ya, de que les duele algo, pero quejarse al fin y al cabo, hasta los motivos que me ponen del revés, sangre, venas, órganos internos, puajjjj, no, no, no, es una profesión que no me va nada de nada.

2-Enterradora, por motivos parecidos a los de arriba, sí, claro, estos están muertos y ya no dan guerra, pero hay que desangrarlos, vaciarlos y todas esas cosas tan agradables que aprendimos en viendo A dos metros bajo tierra.
A ellos no, pero a las familias sí que hay que aguantarlas y además, si eres supersticioso te emparanoias y ves cosas que se mueven por todas partes y en momentos de pánico imaginas que los difuntos se van a levantar y van a empezar a hablarte.
O si eres fan de las pelis de zombies, a morderte.

3-Yonki, bueno, eso ya os lo había dicho, tampoco es que sea una profesión, pero se me ocurre que nunca jamás, me metía yo a yonki de las de aguja.
Más que nada por que sería una yonki frustrada, no me la encuentran los profesionales que llevan años en esto, la voy a encontrar yo siendo novata.

4-Policía de ningún tipo, desde el de barrio, hasta los de analísis de conducta de Cuanticó esos.
Después de ver toda la maldad de la que es capaz la gente, no podría dormir por las noches.

5-Cualquier función que se desempeñe en un matadero; me hacía vegetariana de golpe.

6-En la perrera municipal, o no municipal, la palabra clave es perrera.
Ver como la gente abandona a sus pobres mascotas me haría perder la poca fe que tengo en el ser humano.

7-Teleoperadora del teléfono de la Esperanza, todo el día escuchando a gente a punto de saltar de la ventana tiene que ser jodido y me juego algo que al final, si trabajas allí durante demasiado tiempo, el que acaba llamando al teléfono de la Esperanza, es uno mismo.

8-Astronauta, y esta no es por que no quiera, eh, es por que se me dan fatal las mates y por que con mi constitución osea no pasaba ni la primera ronda de pruebas físicas.
A los 12 años me dijeron que era laxa, yo pregunté si eso me impediría ser astronauta y el médico me contestó con un rotundo, SÍ!!!!!

9-Persona que se mete dentro de algún muñeco infernal/disfraz patético para darle vida, ya sea en Disneylandia, en la inaguración de algo donde se contrate este servicio o en una fiesta infantil.
No hay suficiente dinero en el mundo para pagar semejante humillación.

10-Equipo de limpieza de tanques industriales que suelen albergar materiales tóxicos.

Tuve un amigo que lo hizo durante unas semanas y lo dejó por que no podía con el estrés que significaba que cada dos por tres tuvieran que salir corriendo del tanque por amenaza de que se les desintegrara el traje por culpa de los residuos químicos.
Bueno, por eso y por que se metían en sitios estrechos y oscuros y eso no es de mi agrado.

Yo a ti te conozco

lunes, 27 de diciembre de 2010

Seguro que habéis oído alguna vez en un ambiente propicio al ligoteo, de la boca de un chic@, eso de,
-Yo a ti te conozco.
Suele ser una mentira como un piano y sirve para inciar el tonteo que desembocará, o no, en ligar.

El otro día os conté mi primera cita con un chico, mientras viví, por un corto pero muy largo para mi, espacio de tiempo en un pueblo.
Pasamos allí un par de años y luego volvimos a Barcelona, aunque como mi abuela siguió viviendo allí, íbamos a menudo a visitarla.

El caso es que un día, fui a pasar un fin de semana con mi mejor amiga a casa de mi abuela, contábamos entonces unos 12 añitos y el plan era estar lejos de madres pesadas y hacer un poco el gamberro, bueno, esa era su idea por que aquello era un pueblo de mala muerte que lo más parecido a hacer el gamberro que conocían debía ser apedrear la casa del alcalde.

Más o menos a las 4 o 5 horas de llegar, los chicos del pueblo en edad de merecer, o sea, los de más o menos nuestra edad que no tenían,
a)moto para pirarse de fiesta a otro pueblo más animado,
b)edad para beber y meterse en alguno de los dos bares del pueblo o en el Ateneu,
ya estaban enterados de que había dos chicas de fuera rondando por ahí.
Así que esa misma noche, mientras estábamos tomando el fresco en las tumbonas que mi abuela tenía en el balcón, vemos aparecer a un grupito de 4 chicos que se paran justo debajo del balcón.
Mi amiga flipa, yo le digo que no flipe, que esto es un pueblo y que las cosas son así y nada, empezamos a hablar, eso sí, sumidos en la penumbra de la noche, o sea, sin ver a ninguno de los muchachos, ni ellos a nosotras.

Pues nada, que si como te llamas, yo tal y tú, y tu amigo, y tu amiga y esas cosas y que si de dónde sois y patatín y patatán y en estas que va y dice uno de los chicos refiriéndose a mi,
-¡Yo a ti te conozco!
Ni que decir que a mi amiga y a mi casi nos da un síncope de tanto reír, por que vamos, no se puede ser menos original que entrarle así a una chica.
Cuando ve que nos calmamos, va y dice,
-Que no, que en serio, que yo te conozco.
Mi amiga y yo muertas de la risa otra vez, que si sí, que si mucho me vas a conocer tú a mi, que si esto, que si aquello.
El chaval, que original igual no era, pero insistente sí, dice,
-¿Verdad que tú viviste aquí un tiempo cuando eras pequeña?
Y entonces a mi se me pasó la risa pero de golpe.
-Pues sí, ¿y tú como sabes eso?
Es una idiotez preguntar lo que ya sabes, pero no me pude resistir,
-Por que soy MR, ¿te acuerdas de mi?
Llegado este punto ya todos querían saber quién era yo, mi amiga quien era él y lo más importante, de que nos conocíamos.

Era él; era el Mini Romeo.
Joder, que suerte la mía.
En cuanto me preguntó si no me acordaba de quien era tuve claro que sí, que lo sabía, esa forma tan dramática de decir las cosas no se olvida aunque hayan pasado unos cuantos años, os lo prometo.
Y allí estaba yo con el Mini Romeo que ya no era mini.

El paso siguiente era obvio, quedar para vernos las caras, nunca mejor dicho, por supuesto, bueno, obvio para todo el mundo menos para mi, que con gusto hubiese cogido mi mochila y me hubiese vuelto a casa andando por la carretera descalza antes que tener que tener cualquier encuentro a solas con,
a)un chico cualquiera
b)ese chico en concreto
pero os prometo que la presión del grupo es grande cuando el grupo se lo propone; y este grupo se lo había propuesto.

Así que unos cuantos años más tarde iba a tener una segunda cita con un chico que ya la primera, no me gustaba.
Mi amiga estaba tan emocionada que le propuse cambiarnos para la cita, me llamó de todo por cierto, que como podía ser tan poco romántica, que lo que había pasado era precioso, que parecía una película/cuento de hadas/historia de amor épica y un largo etc que para nada logró ablandarme.
Pero no me libré, fuí y me reencontré con el Ex Mini Romeo y volvió a mirarme con ojitos tiernos y a suspirar y trató de cogerme la mano, pero ¡eh! que 6 años sólo se tienen una vez y esta vez fui más rápida que él.

Y hablamos de nuestros recuerdos, concretamente de sus recuerdos que incluían un amor infantil idealizado e irrepetible que aún le hacía suspirar.
Se acabó la cita, nos depedimos y volví con mi amiga.
Ella no daba crédito, por qué según la religión del romanticismo, de la cual ella era una fiel devota, se suponía que debía haber quedado deslumbrada por las casualidades del destino que nos habían unido de nuevo y que en el mismo momento de habernos mirado a los ojos ambos deberíamos haber sentido la ardorosa flecha de Cupido atravesando nuestros corazones y bla, bla, bla.
Pero no pasó nada, al menos no por mi parte.

Y después de eso, ya nunca más pude quitarme la etiqueta de la mujer menos romántica del mundo mundial.

Mi familia+La musiquita del viernes

viernes, 24 de diciembre de 2010

Este sábado es Sant Esteve.
En Cataluña es una celebración igual de importante que el día de Navidad.
En todos estos años nunca se habían dado las circunstancias para que hiciésemos de anfitriones y las celebraciones navideñas se han hecho siempre en casa de mi madre, aunque cada vez menos.
Este año, con motivo de las obras que hemos hecho y con la excusa de que ahora ya tenemos ascensor para que mi abuelo pueda subir, lo íbamos a celebrar en mi casa.


Supongo que a estas alturas ya habréis deducido que mis relaciones familiares son difíciles y lo cierto es que debo hacerlo de pena, por que a cada año que pasa, empeoran.


A pesar de que la celebración amenazaba con ser un día de locos con peleas propias de las familias en estas fechas, cual película navideña con familia disfuncional enfrentada y bonito final feliz de todos nos queremos a pesar de todo, me hacía una ilusión enorme celebrarlo.

Llevamos desde el fin de semana pasado comprando cosas para la comida, esto le gustará a mi madre, esto a mi cuñada, a los peques esto les encantará...


A estas alturas debería estar acostumbrada a todo, pero la ilusión es lo que tiene, que hace presa en uno y ni que le pongan un neón luminoso en los morros que diga BATACAZO se le quita la sonrisa idiota de la cara.
De la cara de por una puñetera vez, vamos a ser una familia.


Ayer por la tarde, primero me enfadé mucho, después grité y grité  e hice gala de mi más genuino estilo de sinceridad brutal, aliñada con mucha decepción y desilusión, para terminar con una dosis extra de a mi no me torea ni Dios. 
Pero el resultado es el mismo; no hay comida.


Por una vez iba a celebrar las fiestas con mi familia, por una vez...
y entonces pensé, mi familia es la gente que me quiere, es la gente que además de quererme, me lo demuestra, lo hace de maneras no tóxicas, de maneras que yo puedo entender, de maneras que me hacen bien, con palabras, con actitudes, con acciones.


Así que poseida por el deseo más ferviente de sentarme a la mesa el 26 con mi familia, llamé a mi amiga F., la conozco desde el instituto, y le dejé un mensaje de persona al borde de una crisis nerviosa en el contestador, invitándola el 26 a comer en mi casa.
Después llamé a mi amiga E., la conocí en un trabajo en el que estuve mucho tiempo, fui su jefa, su compañera y depués su amiga, y sobrevivimos a todo, que no es poco.
Le dije que viniese el 26 a comer.


A la espera de que F. confirme asistencia, el 26 voy a comer con mis dos mejores amigas y con mi lucero del alba, el amor de mi vida, mi compañero del alma.

Y ya está, se me quita la pena, por que desde el último morrón me dije que me iba a concentrar en lo que tengo y no en lo que no.
Y no tengo una familia de sangre que me apoye, una que me cuide.
Pero tengo una familia que te trae comida recién hecha de su casa cuando acabas de salir del quirófano y quisieras estar muerta, que llaman y te preguntan que si te hacen la compra, que te dejan dinero si estás en un apuro, que te escuchan si estás jodido sea la hora que sea, que si hace falta se piden fiesta en el trabajo para venir a consolarte cuando todo te va muy mal, que te acompañan a sacarte sangre por que te da pánico, que van a ver contigo tu película de vampiros preferida a pesar de que sea una mierda para quinceañeras, que te mandan fotos de la saga friki que no va a poder evitar leerse por tu culpa, que te abrazan cuando saben que lo necesitas aunque no lo pidas y tantas, tantas cosas más, que no se pueden enumerar.


Y por eso, el 26 voy a comer con mi familia, aunque no tengamos la misma sangre.


Felices fiestas queridos míos, aprovechad todo lo que tenéis y tratad de ser felices.

 
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Danny Elfman, What´s This?
BSO The Nightmare Before Christmas



Cosas que me tocan los ovarios 6

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La gente que va aun sitio donde es obvio que se van a sacar fotografías, como un museo, como el zoo o como, no sé, un cumpleaños y van y sacan el movil y hacen unas fotos birriosas, descuadradas y sosainas con la cámara del móvil.

¡Si quieres sacar fotos, llévate la cámara, que lo del móvil es una cutrada!

Desde ya pido perdón por si alguno de vosotros, queridos lectores, tenéis esta horrible costumbre que me enerva y me saca de mí misma.
Otro día os dejo que me insultéis a cambio.


*Queda excento del cutrerío sacar fotos con la cámara del móvil en un concierto donde no te dejan entrar con la cámara.

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The Cure, Pictures of you


Maquíllate, maquíllate!!

lunes, 20 de diciembre de 2010

Hace muchos años, en plena crisis adolescente y acabando de descubrir que la música podía ser el salvavidas que impidiera que me hundiera irremisiblemente, conocí a una persona.
Esa persona, que conocía a otras personas como ella, me dijo:
-Ven con nosotros, nosotros te entendemos, nosotros somos como tú.
Yo, absolutamente deslumbrada por encontrar a gente como yo, me uní de cabeza y nada me importó que el primer requisito para confraternizar con ellos fuese cambiar mi vestuario, total, siempre me había gustado esa manera de vestir.

Primero fue la forma de vestir, luego eran los complementos, el maquillaje, el calzado y un largo etcétera de cosas trascendentes y fundamentales para nutrir el alma con la filosofía correcta, que por algún motivo que desconozco, siempre se centraba en cosas tan relevantes como el aspecto físico.

Luego estaban las categorías de personas, según la autenticidad de tu aspecto, eras más o menos dentro del grupo, se tenía en cuenta tu aspecto de lunes a domingo, si eras de los que ibas a currar vestido de persona normal, perdías muchos puntos.

Y al final, muy muy muy al final de la lista de logros, estaba la supuesta filosofía de vida, esa que te hacía megaespecial, que demostraba que estabas de vuelta de todo, que tú alma inmortal estaba forjada de sufrimiento y de sabiduría ancestral a partes iguales, esa tan moderna que dictaba picos en la boca a chicos y chicas, esa que decía que sufrir mucho y con clase era maravilloso.

Y al cabo de unos meses, muy pocos, te das cuenta de que has cambiado de dueño, pero que todo sigue igual.
Que son los demás los que te dicen lo que debes hacer, lo que no debes hacer, lo que debes ponerte y lo que no, la gente con la que debes ir y con la que no, la música que debes escuchar y la que no...
Pero piensas que ellos te entienden, o al menos, te entenderán mejor que los otros, que los demás, que la masa, y sigues creyendo que tienen algo especial y que si te esfuerzas lo suficiente te lo mostrarán y todas las decepciones habrán valido la pena.
Los defiendes ante los demás, y cuando te critican o cuchichean por tu forma de vestir, por lo que te gusta, te dices que es envidia por que eres tan diferente que sólo pueden envidiarte.

Y al final te das cuenta de que sí, de que eres muy diferente, tanto, que no necesitas demostrarlo, tanto que te da igual llevar una ropa que otra, tanto, que la opinión del grupo te acaba importando tan poco como la de tus padres; tanto, que te das cuenta de que en el fondo, las personas son todas iguales, que las mueven las mismas cosas, los mismos deseos, y que no tiene sentido hacer la guerra contra la normalidad, por que la normalidad no existe, por que vestirte de determinada manera, no te va a mantener a salvo de la vida, no te va a imbuir de una sabiduría superior, tu vida va a ser como la de los demás, exactamente igual.

Puedo entender que la finalidad estética de un determinado modo de vestir, pero de eso a todo lo demás...sencillamente, no me lo creo.
Estuve allí y sé que es mentira.


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Haunted ocean Part 1, Max Richter
BSO Waltz with Bashir

Feo+La musiquita del viernes

viernes, 17 de diciembre de 2010

Mi nueva ciudad no es bonita, ni es glamourosa, ni es moderna.

No es la ciudad a la que todos los guiris quieren venir, por que ni saben que existe, en realidad.

Es una de las ciudades más grandes de España, más que algunas capitales de provincia, tiene una densidad de población mucho más alta que Barcelona, más inmigración que Barcelona, pero curiosamente no tienes esa sensación de agobio al pasear por sus calles que sí tienes en el centro de Barcelona.

Esto es una ciudad dormitorio venida a más, a mucho más, sus fundadores fueron extremeños y andaluces en su mayoría.
Desde que estoy aquí leo todas las novedades que quiero en la biblioteca, por que los ejemplares en castellano tienen meses de colas, pero los ejemplares en catalán crian polvo en las estanterías, algo que no había visto nunca en ninguna de las otras cuatro bibliotecas que he frecuentado en Barcelona.

Los comercios aún están en su mayoría regentados por españoles, no hay tiendas bonitas, ni cafeterías de diseño, ni bares bohemios; aquí todo es funcional y mucho más barato que en Barcelona.
Y más feo; tan feo que a veces me entran ganas de arrepentirme de habernos venido.

Cuando mi madre supo que nos mudábamos se horrorizó, ¿qué, te vas de Barcelona, que te vas al extraradio, que te vas ahí?

Edificio abandonado al lado de la carretera.
En la parte delantera se acumula la basura, algún colchón y barriles de plástico.
El lugar en sí es precioso y entran ganas de imaginar quién vivió ahí y por qué se fueron.
También entran ganas de soñar lo que uno podría hacer ahí con un poco de dinero e imaginación.
La vegetación amenaza con tragárselo todo.
De pequeña mis padres me contaban cuentos chinos para mantenerme lejos del peligro, del estilo si tocas eso te pasará tal o cual.
Durante un par de años viví en un pequeño pueblo y podías encontrar por el campo restos de esta especie de champiñones blancos que véis en la foto.
Como mis padres me habían dicho tantas veces que si los tocabas te electrocutabas, me daba miedo tocarlos hasta cuando los encontraba por el suelo, pero me tenían fascinada.
Cuando veo alguno, sigo fascinada.
Las ventanas rotas de las fábricas tienen un extraño encanto, decrépito y poético.
La puerta a un palacete de ensueño engaña.
Las pintadas invaden todo, tratando de arrebatarle su dignidad.
Traté de sacar una foto frontal, pero la mirada de los habitantes del vestíbulo me hizo temer por mi ntegridad si me atrevía.
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George Winston, Moon


Taller de manualidades: Adornos navideños, o no

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Yo no soy una gran fan de la Navidad, por varios motivos.
No soy religiosa, tengo poca familia y mal avenida, no tengo afán consumista y no me gustan los dulces navideños, así que estas fechas no son demasiado especiales.
Pero sé que para muchas personas sí lo son y que además, en las comidas que celebran hacen una cosa extrañísima llamada centros de mesa.

Bueno, no os voy a explicar como hacer un centro de mesa, por que no sé, pero os voy a decir como poner una iluminación bonita por cuatro duros.
Necesitamos,

-Una botella de vidrio vacía, de vino, de mistela, de lambrusco, de lo que os guste, o tengáis.
Que sí, que ya habéis encontrado la excusa perfecta para ser unos alcoholicos, no, si yo estoy decorando la casa para estas Navidades...
-Potpourrí, son esas bolsas de flores secas perfumadas que se utilizan como ambientador decorativo, la idea es que cuando dejen de oler se reutilicen, por que estamos reciclando, ya sabéis.
-Velas. 
Cuanto más cutres son, más lagrimean, lo que nos resulta útil como recurso estético, ya que dejarán la botella llena de cera.
Si lo que queréis es que iluminen, las compráis un poco buenas.

La cosa es bien sencilla, se limpia bien la botella, por dentro y por fuera, se deja secar y la llenamos con el potpourri, aquí he utilizado una de lambrusco, son ideales por que son transparentes. 
Una vez la hemos llenado ponemos la vela y si queréis darle un toque final muy currado, os liáis a hacerle surcos a la vela para que la cera vaya cayendo sobre la botella para ir dejando regueros de cera.
En esta no lo veréis, pero en las de más abajo sí.
Botella de lambrusco llena de potpourrí del que ya no huele.

Cómo el otro día pasé por Ikea y compré un potpourrí nuevo, aproveché el lazo que ya traía para hacer esto,
No tiene mucho misterio, es coger el lazo de la bolsa, atarlo a la botella y cortar de manera desigual lo que sobre.
Como tenía por casa un par de adornos de plástico que me pegaron en el papel de un regalo que me hicieron y yo no tiro nunca nada bonito, aproveché y lo pegué así,

Y el resultado final, con vela incluida, es este,

Ahora os enseño algunas botellas que ya tenía. 
Un par de botellas de mistela, es un licor dulce que se toma a los postres en mi tierra, las botellas suelen ser muy elaboradas y son ideales para reutilizar,
Aquí veís una por delante y la otra por detrás, para que se vea el efecto de la cera sobre la botella y como se rellenaron en su momento. 


Una botella de vino turbio de color verde, como es bastante opaca no tiene más que un poco de relleno en el culo, pero se puede ver el goteo de la cera.
La botella al ser verde da un efecto como más rústico.  Y un par de botellas de vino milflores, el mérito está en la decoración que ya traen, como son tan bonitas vamos a hacerles poca cosa.

Tenía en casa una especie de cinturón de tela que no sé ni de dónde ha salido, pero hoy han servido para darle un pequeño toque a estas botellas.
Se corta a medida, se hace el nudo y se deshilachan un poco los dos extremos.
Algo sencillo y resultón.


Como podéis ver es muy muy muy sencillo y podéis utilizar cualquier cosa que tengáis por casa, cintas, telas, adornos pequeños de plástico, lo que se os ocurra.
Llenas de piedras las botellas también quedan genial, o de arena, incluso de agua.


Pues eso, que le que no tenga iluminación original en su casa para celebrar lo que sea, es por que no quiere.

Mi primera cita

lunes, 13 de diciembre de 2010

Yo soy, lo que se llama, una persona poco romántica.
En esta nuestra sociedad, hay una serie de cosas que están bien vistas y otras que están mal vistas.
Y si eres mujer, has de ser romántica, se supone que lo llevas inscrito en tu código genético.

Lo cierto, es que siempre di muestras de ser poco romántica y nada enamoradiza.
La primera vez que descubrí que los niños servían para algo más que para dar la lata, yo tenía 6 añitos; un compañero de clase se había enamorado perdidamente de mi.
Me seguía a todas partes, trataba de cogerme de la mano, me miraba lánguidamente y hasta tuvo la desfachatez de contárselo a su madre, que se lo contó a la mía.

Ni que decir que a mi madre le hizo muchísima gracia la noticia y estuvo días sonsacándome si el niño en cuestión era de mi agrado.
Yo la miraba sin comprender de que me hablaba y es que por mucho que aquel niño de mi misma edad dijera que se había enamorado de mi, yo no podría haber entendido ese concepto ni que me fuese la vida en ello.
Lo único que sabía, es que ese niño era muy pesado y que no me dejaba ni a sol ni a sombra.

Pasaron las semanas,me acompañaba a mi casa, me compraba mi helado preferido, Tiburón de la Frigo (¡¡¡¡¡¡¡¡¡para cuando un grupo en el feisbú que pida que lo vuelvan a comercializar!!!!!!!!!) y en general, era una lapa silenciosa que me miraba y suspiraba.
Un muermo, vamos.


Un día me invitó, madre mediante, a su cumpleaños.
Nada importaba que yo no quisiese ir, mi madre me puso mi mejor vestido y me plantó en la puerta de mi casa, donde me esperaba el mini Romeo, que me cogió de la mano y me acompañó hasta su casa.
En aquel momento vivíamos en un pueblecito, así que los niños íbamos y veníamos por todas partes con total despreocupación, aunque el muchacho en cuestión vivía a las afueras del pueblecito, por lo que tuvimos que cruzar huertos, recorrer caminos de cabras y enfilar una carreterilla empinadísima antes de llegar a su casa.

Cuando llegamos, descubrí que la fiesta de cumpleaños incluía al cumpleañero, a mi y a la madre que se asomaba de vez en cuando para ver si merendábamos y nos bebíamos la coca cola.
No se puede ser más cutre, montar una fiesta de cumpleaños y no invitar a nadie más que a mi.

En fin, que comí bocatas de foie gras que me daban un asco que no veas y bebí mucha coca cola para quitarme el sabor ese asqueroso que dejaban, me senté en un banco y esperé pacientemente la hora de irme de allí.

Y al final, llegó la hora de irme, salimos del patio de su casa, cogidos de la mano, que parecía que nos las habían encolado, con el mini Romeo dispuesto a acompañarme a mi casa de nuevo, pero entonces, justo detrás de nosotros, apareció un Pastor Alemán de esos muy muy grandes, ladrando como un loco, que nos miraba con ojos asesinos y babeaba como si nos quisiese descuartizar.
Nos giramos mudos de la impresión, y el parvulito romántico a morir dijo,
-¡Oh, no! el vecino ha soltado al perro, y es un perro muy malo.
Corre, corre, ¡que yo lo entretendré!
Si no hubiese sido por que estaba cagada de miedo, hubiese flipado un rato ante la muestra de sacrificio y amor eterno del mini Romeo, pero como estaba acojonada, corrí lo más rápido que pude, sobre todo tras comprobar que su heroica resistencia había consistido en ponerse delante del perro haciendo aspavientos y que el chucho, lo había esquivado para seguirme a mi cual perro de caza, valga la redundancia.

El caso es que yo corría mucho, pero el perro debió perder el interés o algo, por que no me cabe duda de que un perro corre más que una niña de 6 años, pero yo estaba tan impresionada que hice todo el camino de vuelta corriendo como alma que lleva el diablo.
Cuando llegué a mi casa a mi madre casi le da algo cuando vió como había quedado el vestido tras atravesar zarzas, huertos y otras vegetaciones, a toda velocidad.

Me preguntó qué había pasado, pero en aquel momento la madre del nenito la estaba llamando para saber si había llegado bien y le contó lo del perro.

Una vez recuperada de la impresión, con ropa limpia y sin desgarrones y tras un baño reconfortante, llegué a la conclusión de que eso de los chicos, aparte de ser un rollo, era algo muy, pero que muy peligroso.

Lo único que eché en falta del mini Romeo, fueron las invitaciones al Tiburón.

Parc de Can Vidalet+La musiquita del viernes

viernes, 10 de diciembre de 2010

Paseando cerca de la casa de unos amigos encontramos este parque por casualidad.
¿A que es bonito?
































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Orishas, A lo cubano


Tonterias a granel

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cosas idiotas que preguntarle a una alemana que vive en Hamburgo;

-¿Las hamburguesas son de Hamburgo?

¿A que no sabéis que voy a preguntar el día que conozca a un alemán que viva en Frankfurt?

Muajajajajajaja

De como no me convertí en una reputada músico

lunes, 6 de diciembre de 2010

Por algún extraño motivo, cuando era muy pequeña mi familia experimentó un extraño arrebato a la hora de hacerme regalos, que consistió en comprarme una serie de instrumentos musicales de juguete.

Aparte de la pandereta navideña y la zambomba, que eso les caía a todos los críos cuando llegaban las fiestas navideñas, y la flautita de plástico que te compraban en cualquier feria, junto con las castañuelas de plástico, me regalaron una guitarra pequeñita, con cuerdas de verdad que sonaba moderadamente bien, bueno, si sabías tocarla, claro está, que me duró más o menos, lo que tardé en descubrir la barandilla mágica, esto es, la barandilla de la galería, a seis pisos de altura que era la ostia, tú te acercabas, lanzabas algo por encima, luego te agarrabas a los barrotes y veías como practicaba la caída libre hasta espiñarse contra la terraza del principal.
Pues eso, que me duró muy poco y cuando mis padres subieron con ella tras el lanzamiento, no era la misma, para que negarlo.

Me regalaron un pianito de esos de juguete, regalo del que se arrepintieron mucho por que el soniquete de las teclitas dale que dale, me duró lo mío, este no salió volando, sobrevivió y llegada la adolescencia, descubrí que lo que para mi era un juguete, para Depeche Mode, era un instrumento musical, cosas del genio artístico, corrí a buscarlo, no sé bien para qué, por que si en 15 años no había aprendido a tocarlo no iba a aprender ahora, pero ya era tarde, ni rastro de él.

Me regalaron un tambor, bueno, este es un clásico, y puedo decir sin ninguna clase de dudas, que este fue uno de los regalos que más lamentaron, por que lo tocaba con pasión, fervor y salvajismo, ni un atisbo de armonía nacía de mis frenéticos aporreos y me paseaba con él por toda la casa cual Manolo el del bombo en miniatura, hasta que descubrí la barandilla mágica, que ya sabéis, me tenía fascinada.
Lo malo del tambor, es que por veces que lo tirase con cruel deleite, lo recuperaban indemne, hasta que se hartaron y un día decidieron que no bajaban más a por él.

Luego vino el clarinete, sí, habéis leído bien, de pequeña me regalaron un clarinete de juguete que era una una preciosidad y que por descontado yo tocaba con artístico soplido, aunque no acertase ni una sola nota.
También llegaron a odiarlo, pero yo lo adoraba.
Y cuando me cargué los pequeños discos que tapaban las aberturas del clarinete, llegó la armónica, pero no una armónica cualquiera, sino una de verdad, con su estuche, y su pañito para sacarle brillo.

Lo del clarinete es raro, pero lo de la armónica es algo que nunca llegué a comprender, por que es un instrumento difícil, por que costó un potosí y por que yo no me recuerdo con la clásica pataleta delante de una tienda de instrumentos musicales pidiendóles a mis padres una armónica, buaaaaaaaaaaaaaaa, yo quiero una armónicaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, por que seguramente no sabía ni lo que era eso.
La armónica la conservé hasta la adolescencia, jamás aprendí a tocarla, pero la guardé con mucho cariño, después no recuerdo que fué de ella.

Y llegada la adolescencia, mi padre me regaló una guitarra española que había tenido mucho tiempo, por que siempre quiso aprender a tocarla y nunca se puso a ello, crió un montón de polvo encima del armario de mi habitación, por que yo de tocar la flauta y de aprender solfeo de primero de bup no pasé.

Debe ser que tenían muchas ganas de tener a un músico en la família, sino, no me lo explico.


Aquí la prueba de lo de Depeche.
Depeche Mode, Little 15

No me llames bollera+La musiquita del viernes

viernes, 3 de diciembre de 2010

Estaba el otro día merodeando por un centro comercial y terminé en una tienda de bolsos.
Mientras curioseaba por allí, oí la conversación de las dependientas, un par de chicas de veintitantos años, que charlaban animadamente, supuestamente heterosexuales ambas.

Le decía la una a la otra con una gran sonrisa fingiendo cara de indigación,
-Pero oye, ¡¿me vas a llamar tú a mi bollera, por qué he dicho que una chica es guapa?!
y la otra, fingiendo cara de resignación le contesta,
-No, por decir que una chica es guapa, no te llamo yo a ti bollera, te lo llamo por que ha entrado esa chica a la tienda y has dicho, mira que chica más guapa, ¡me acabo de enamorar de ella!
A lo que la interpelada se defendió explicando que las mujeres tenemos una especial perpeción de la belleza de las mujeres sin necesidad de que nos gusten, cosa que los hombres no.

Salí de la tienda tras observar que la conversación había arrancado sonrisas, risas y descojones varios entre la clientela.

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Goran Bregovic, In the deathcar


Preguntas y respuestas

miércoles, 1 de diciembre de 2010

A mi madre y a mi abuela, les encantaba leer.
Tanto mi casa, como la de mi abuela, tenía un número significativo de libros en las estanterías.
Mi madre, no me dejaba leer ninguno de los libros que teníamos, por que eran para mayores.
Así que cuando podía, asaltaba la biblioteca de mi abuela.
Un día, apareció un libro nuevo en su biblioteca, mi madre y mi abuela, hablaron durante semanas de ese libro, siempre cuchicheando y con caras de asombro o de asco.
No había forma de enterarse de que iba el libro, así que un día decidí cogerlo de la estantería, plantarme delante de mi abuela y pedirle que me lo dejara para leerlo.
Yo tenía 13 años.
Cuando mi abuela vio el libro, me dijo que de ninguna manera, que ese libro no lo podía leer.
Mi madre estuvo de acuerdo.

Semanas más tarde volví a la carga y le pedí permiso a mi madre para poder leerlo, ella insistía en que no era una lectura adecuada para mi, que trataba de cosas que sólo entendían los mayores.
Insistí, e insistí, como si en las páginas de ese libro fuese a encontrar las respuestas a todas las preguntas de la existencia.
Argumenté que era muy adulta para mi edad y que nunca antes se habían preocupado mucho por si lo que veía o leía era o no adecuado.
Al final, cedieron y me dejaron leer el libro.

Ese libro era Treblinka, de Jean Francois Steiner.
En aquel momento ya sabía qué había pasado con los judíos en los campos de exterminio, aunque nunca antes había tenido acceso a una información tan precisa.
Devoré el libro, a pesar de las cosas horribles que contaba.

Esa fue la primera vez que traté de comprender la naturaleza del ser humano, pensando que acercándome a sus actos más horrendos, lograría entender sus motivos y a lo mejor, este mundo dejaba de herirme tan profundamente.
Pero no lo logré; no logré entender el por qué de sus actos.

Llegué a la conclusión de que a lo mejor mi familia tenía razón y esa era una lectura para mayores.
Pasaron los años y un día en mi instituto se organizó una charla con supervivientes españoles de los campos nazis.
Fui con una compañera, escuché sus historias, algunas aún las recuerdo perfectamente, vi las imágenes y en la ronda de preguntas, una de mis profesoras se levantó, se puso frente al micro y les preguntó si habían conocido a un señor, de nombra tal y aspecto cual.
Era su padre. 

Sólo sabía que acabó en un campo de concentración, nunca más tuvieron noticias suyas.
Entonces cobré conciencia de que ese no era un tema de alemanes y judíos de países lejanos, era un tema que a los españoles nos tocaba muy de cerca.

Mi interés por el tema creció, y leí, y leí, y leí, siempre bajo la premisa de entender un poco mejor al ser humano para que esas atrocidades dejaran de quitarme el aliento y al leer entendía muchas cosas, y unos me causaban admiración, otros asco, a veces ambos me inspiraban compasión, pero nunca llegaba a entender verdaderamente el por qué.

Y al final, un día, sentada en las vías más tristemente famosas de nuestro continente entendí que por mucho que leyera, por mucho que fuese hasta el lugar donde pasó, la pregunta que se escondía tras toda esa búsqueda no era, por qué lo hicieron ellos.

La pregunta, la única que necesitaba ser contestada, era;
¿qué hubieses hecho tú en su lugar?

Arf, arf, arf

lunes, 29 de noviembre de 2010

He tenido dos semanas de vacaciones y por desgracia he currado más que sin tener vacaciones, por lo que he estado completamente apartada del mundo, salvo del mundo de las brochas, el bricolaje, el taladro y cualquier herramienta utilizable para embellecer el hogar.
Y después de eso, la vuelta al trabajo, cosas acumuladas,  horas extras de las que te las pagan, cansancio y sintiendo que necesito unas vacaciones de nuevo, que menudo añito llevamos.

Pero ya está, estamos acabando con el piso, de verdad de la buena  y espero que antes de fin de año nuestra casa sea la casa que llevamos diseñando hace tantos meses.

Se me han acumulado en la cabeza muchas cosas para contar, cosas como por ejemplo que una vez más descubro que la actitud lo es todo y que tras el bache llegan tiempos mejores, que estoy llena de ilusión por este hogar que casi está construido, que la incertidumbre laboral pesa menos que mis ganas de mantener las decisiones tomadas y que luego vengan las tortas si han de venir. 

En fin, que estoy viva y he vuelto.

La musiquita del viernes

viernes, 26 de noviembre de 2010

Serj tankian, Lie Lie Lie


¿Exceso de comunicación?

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Hoy me ha llamado un cliente para decirme que me había mandado un mail, diciéndome que me había mandado un fax a primera hora de la mañana.

Me han entrado ganas de preguntarle,
-¿Y no le apetece pasarse por aquí para decirmelo en persona?
Por si acaso, vamos...

Muajajajajajajajaja

La tortilla de los hipócritas

lunes, 22 de noviembre de 2010

Durante mucho tiempo, mi madre se interesó por todo tipo de disciplinas alternativas y no es de extrañar que su pareja proviniese de ese mundo.

Su pareja, vivía en una comuna naturista, donde cada uno asumía una parte de las labores de la finca que compartían y se autofinanciaban vendiendo productos de sus huertos, todo ello natural, ecológico y supersaludable.
Por descontado eran vegetarianos y no utilizaban productos químicos para sus cultivos, vivían en medio de la naturaleza y adoraban a los animales.

Mi madre ya llevaba algún tiempo saliendo con este hombre, cuando decidió que lo mejor para que nos conociéramos, era ir un fin de semana a la comuna.
Yo tenía unos 9 años y mi hermano 4 años menos.
Así que llegamos a la estación de tren y allí estaba él.
Nos llevó en su moto hasta la comuna y se volvió a por mi madre, nuestra única compañía hasta que llegaron fueron una bandada de ocas con muy mala baba que nos atacaron en varias ocasiones; empezábamos bien.

Cuando llegó mi madre entramos dentro y nos presentaron a un montón de extraños, gente que se vestía de manera rara y vivía en una casa rara en la que hacía un frío de cojones, la verdad.
Después de haber hecho las presentaciones se pusieron a discutir que alimentos ibámos a preparar para la comida.
Cuando mi hermano y yo empezamos a oir lo que había para comer se nos pusieron los pelos de punta; ya llevábamos un tiempo sufriendo cambios en nuestra dieta, pero lo de la comuna era mil veces peor.

Mi madre, consciente de que sus hijos no iban a probar bocado ante el menú que nos querían preparar, les comentó que si no les importaba, ella nos prepararía una tortilla de patatas.
Si hubiesen podido, la hubiesen colgado del campanario más cercano y le hubiesen prendido fuego.
Durante media hora, la pusieron de vuelta y media, que ellos no comían huevos, que qué clase de alimentación nos estaba dando, etc, etc, etc.
Ella les explicó que nosotros no éramos vegetarianos y que estábamos cambiando poco a poco nuestros hábitos, pero que éramos niños y no se nos podía dejar sin carne ni cambiar nuestra alimentación tan radicalmente.
Le dijeron que muchos niños eran vegetarianos, que eso eran tonterías, y que que fuéramos niños no era una excusa para que no comiéramos lo mismo que ellos.
Mi madre no quería causar mala impresión, pero no estaba dispuesta a ceder, así que insistió hasta que le dieron permiso, por esta vez, a cocinar en su sagrada cocina los alimentos del mal.
Como no tenían huevos, su pareja se fue en moto a comprarlos.

Mi madre cocinó una gran tortilla para mi hermano y para mi, tardó mil años en tenerla lista, por que no le dejaban los fogones y tenía que ir quitándola cada vez que se lo pedían.
Cuando terminó ya estábamos todos sentados en la mesa, dispuestos a comer; ellos un montón de cosas verdes y extrañas y mi hermano y yo, una maravillosa tortilla de patatas.
Mi madre cortó un trozo y le ofreció a una de las chicas, ella horrorizada dijo que no, que ella no comía huevos, que era un crimen, bla, bla, bla.
Se hizo de rogar un poco más y al final aceptó, pero por quedar bien, según ella.
Los demás la imitaron.
Y la imitaron tanto que no nos dejaron tortilla.
Se la comieron entre todos en cuestión de minutos y no dejaron ni un triste trozo.
Mi madre, mi hermano y yo, no salíamos de nuestro asombro.

Cuando se dieron cuenta, les dio la risa tonta y nos animaron a comer del resto de cosas.
Yo, que ya estaba un poco enfadada, les hice notar que lo que nosotros queríamos comer era tortilla, por lo que invitaron a mi madre amablemente a que nos preparara otra tortilla, esta vez sin interrupciones.
Así que mientras ellos se comían el resto de manjares, nosotros mirábamos y mi madre cocinaba.

Al final nos comimos a las 5 de la tarde la dichosa tortilla, sin más compañía que la de mi madre y su pareja, por que el resto, ya bien comiditos, se habían marchado a hacer sus cosas.
Cuando terminamos la tortilla, le hice notar a mi madre que esa gente no me gustaba nada, por que decían una cosa y luego hacían otra.
Mi madre asintió con la cabeza y me dijo,
-A eso se le llama ser un hipócrita.
..

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