Mini Hulka parte III

lunes, 28 de marzo de 2011

El tercer episodio de rabia campera desatada ocurrió pocos meses después del segundo, una vez trasladados a un nuevo hogar, bueno, casa, por qué la que teníamos al lado de mi abuela no era suficientemente buena, al parecer, para el afán de aparentar de mi progenitor, así que quedando desocupada una aparatosa morada en la otra punta del pueblo, nos tocó mudarnos de nuevo.
Además mi colegio había cambiado a su vez de ubicación.
Yo estaba entusiasmada, a punto de batir un récord de cosas desestabilizantes a mi alrededor.

La super casa a la que nos habíamos mudado era un edificio de dos plantas, en el piso de abajo estaba la dueña de nuestra casa, la típica vecina cotilla y bocazas que todo pueblo que se digne ha de tener, además era la madre de una de mis compañeras de clase, una niña que no es que oliera el pegamento imedio como hacíamos todos los críos, no, ella se lo comía, con eso ya dejo claro desde ahora que la niña en cuestión no era el mejor ejemplo de estabilidad infantil, la pobre estaba fatal.
El caso es que entre que yo era una mini olla a presión a punto de hacer pum, que nuestra casera estaba todo el día husmeando en nuestra vida para luego contárselo a todo el pueblo y que mi padre estaba preparando su truco final de escapismo, la situación en mi casa era cuanto mínimo, tensa.

A mi progenitor no lo tragaba nadie en el pueblo, cosa muy entendible si tenemos en cuenta que era un crack en eso de tocar los huevos a la gente día sí y día también, hábito que cultivaba con mucha precisión y ahínco.
Nuestra casera no era una excepción y lo tenía cruzado, lo mismo que mi padre la tenía cruzada a ella.
Así que la casera ponía a mi padre de vuelta y media delante de la retoña inestable, no, yo no, la otra, la del pegamento, y ya se sabe cómo son los niños, que sueltan todo lo que oyen, normalemnte en el lugar y momento menos oportuno, así que estábamos un día jugando ella y yo en mi super terraza cuando la niña soltó algo del estilo, dice mi madre que tu padre es un (ponga aquí usted el insulto que prefiera) y siguió jugando como si nada.
En ese justo momento pasaron varias cosas, que yo estaba a punto de hacer pum por que era una niña reservada hasta la médula que no decía ni mu a pesar de por lo que estaba pasando, que la niña de las narices me era muy antipática, que yo quería a mi padre más que nada en el mundo y básicamente, que estaba más que harta de aquel pueblo infernal, así que ese chip que tenemos todos en la cabeza y que a veces se cruza, no se cruzó, no, se carbonizó y me levanté, fuí al cuartito de las escobas, agarré la escoba y sin previo aviso le di a la niña repelente en toda la cara con la escoba, con la parte que barre se entiende.

La que se lió después fue chica, la niña aullando, mi madre que se asoma, la niña que se va a su casa corriendo escaleras abajo medio ciega y como si la persiguiera el mismísimo diablo, la madre de ella que la ve llegar medio ciega, la madre que monta en cólera y sube agarrando a la niña del brazo, la niña que no quiere volver a pisar la casa en la que habita el MiniAnticristo, o sea yo, la madre que tira de la niña hasta que la mete en mi casa otra vez, la madre que empieza a cagarse en los difuntos de los presentes, mi madre que trata de tranquilizarla, mi padre que sale y cuando se entera de que casi dejo ciega a la niña en vez de tratar de conciliar empieza a defenderme a capa y espada atacando a la niña agredida, la madre que está a punto de que le de una apoplejía, mi padre que cada vez cabrea más a la madre de la niña, el padre de la niña que oye los gritos y sube por que piensa que mi padre y su mujer se están matando...

Ni que decir que después de eso éramos la familia más popular del pueblo.
Mi madre se quedó preocupada por si primogénita era una psicópata en potencia que disfrutaba dejando ciegos a los otros niños y trató por todos los medios averiguar qué me había pasado por la cabeza para hacer aquello, mi padre por otra parte dijo que era normal que le hubiese arreado a la niña, que seguro que había hecho algo para provocarme de aquella manera puesto que yo era una niña muy tranquila.
Eso lo decía un adulto que un día cerró una puerta cuando la niña repelente aún tenía los dedos agarrados al quicio de una puerta y aún y así, va y la cierra, así que yo creo que sólo le hubiese parecido mal si depués de darle con la escoba le hubiese vaciado los ojos con una cucharilla, y aún y eso, no lo tengo claro.

Años depués quedó patente que no, que no era una psicópata, comprobado que ya no había agredido a ningún niño más, mi madre se tranquilizó y asumió que lo mío había sido cosas de niños que pasan por una mala época.
Bueno, un día lancé una bicicleta contra un mueble con un pedazo de espejo, pero como era un mueble y no una persona mi madre no me lo tuvo en cuenta.

2 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Yo le hubiera dado con todas las partes de la escoba e incluso con una aspiradora.
Aplausos

Ender dijo...

No teníamos aspirador, ya sabes, la disciplina del recogedor XD

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.