El pasado no existe

martes, 22 de diciembre de 2009

No soy una persona que recuerde con cariño su época escolar, para mi fue una bendición abandonar la escuela para pasar al instituto, cambiar de compañeros, de ambiente, de dinámica.

Hace un tiempo me vi en la situación de tener que pisar por primera vez en más de una década, mi antiguo colegio.

Traté por todos los medios buscar otra opción, por qué tenía que reconocer que ese hecho, me infundía un temor profundo, enquistado en mi alma desde hacía mucho tiempo.
El propio recuerdo del edificio inerte, me atemorizaba y me retraía a una época en la que ni sabía ni me dejaron defenderme, así que volví a sentirme como la niña pequeña que fui, completamente expuesta.

Al final, no hubo otra opción, tenía que que personarme en mi antiguo colegio.
Me armé de valor y de protección, mi mejor amiga venía conmigo, dispuesta a cogerme de la mano si era necesario, al tanto como estaba del pavor que me producia la gestión.
Recuerdo perfectamente el momento en que nos plantamos delante de la puerta rejada, respiré hondo y llamé al timbre. Mientras nos abrían tuve tiempo de verificar lo mucho que había cambiado todo, el patio de la parte de delante ya no existía, se había utilizado para hacer nuevas dependencias administrativas y detrás de la reja había una doble puerta de seguridad para entrar en el colegio.
Abrieron y entré, me atendió una persona que no conocía, le expuse mi caso y me invitó a sentarme mientras salía el director.
Sentada, notaba mi pulso acelerado, el comedor seguía en su sitio, pero la escalera que llevaba al piso de arriba había sido reformada, el vestíbulo era completamente distinto y sin embargo, todo era exactamente igual.
De repente salió el director, lo reconocí al instante, era uno de los antiguos profesores de mi hermano y lo primero que me sorprendió fue lo pequeño que parecía ahora.
Me hizo pasar al diminuto despacho invadido de papeles y más papeles y empezó a hablar como una locomotora, como siempre había hecho aunque ahora no me resultaba complicado entenderle. Le expliqué que era una exalumna y lo que necesitaba.
Se alegró mucho de que estuviese allí, ¡una exalumna!, siguió hablando atropelladamente, me contó cosas sobre el colegio, el año en que lo dejé y finalmente mi nombre con tal de poder realizar la consulta necesaria y al oír mi apellido, preguntó, tal y como imaginaba que pasaría:
-¿Tú no serás la hermana de X?
Cuando supo que sí lo era, estuvimos un rato hablando de mi hermano, que fue uno de esos alumnos al que los profesores recuerdan con una mezcla de cariño y alivio, cariño por qué era una persona que se hacía notar y querer, y alivio por perderlo de vista, por que era un niño de lo más revoltoso.
Después de hablar de mi hermano y asegurarse de que la vida le había ido bien, me preguntó sin más ambages que que tal me había ido.
Parece simple, ¿no?, un perfecto desconocido te pregunta que tal te ha ido la vida, pero no lo es, era más, mucho más.
Le respondí con total sinceridad, le dije que tenía trabajo, un piso en hipoteca, una pareja con la que era feliz y que consideraba que la vida me había ido bien.

Me miró fijamente, muy serio,
-No sabes lo feliz que me siento cuando sé que alguno de vosotros salió bien, que tuvo su oportunidad, que se ha convertido en una buena persona.
Ahora, es todo muy distinto, estamos saturados, la inmigración nos desborda, nos faltan recursos, estamos al borde del colpaso; ya no es lo mismo.
Parece simple pero no lo es; todos los profesores que me he encontrado en mi vida, me han preguntado que que tal me ha ido, y hasta ese día no me di cuenta de que ellos se sienten en parte responsables de nuestro éxito en la vida, que ellos, que formaron parte de nuestros aprendizajes, necesitan saber que lo hicieron bien, que cumplieron su parte.
De repente, sólo con esa mirada, me quedaron claras muchas cosas, la que más, que me había hecho mayor, muy mayor, y que el pasado, podía alcanzarme pero ya no podía herirme con sus zarpazos traicioneros, el pasado, se desintegraba a la luz de mi nueva mirada por que de repente, ese colegio temido estaba impregnado solo de buenos recuerdos, del cariño que sentí por mis profesores en casi todos los casos, del cariño con el que me trataron siempre, del placer de aprender, de esos libros de la clase de lectura que me maravillaban, de ese patio por el que me encantaba correr.
Y sentí gratitud, por el destino que me había llevado hasta allí y me había permitido hacer las paces con esos recuerdos punzantes y dolorosos, por mis profesores que siempre se preocuparon de mi, y sobretodo, por mi pasado, que muy a pesar mío, me había convertido en la persona que soy, con todo lo bueno y todo lo malo.
Antes de marcharme, me decía el director que otro día volviese y me enseñaría el colegio con calma, que aquel día no tenía tiempo, nos acompañó hasta la puerta y justo antes de abrir, en un arrebato me dijo:
-Pero qué coño, no tengo tiempo pero ven, ¡al menos te enseñaré al patio nuevo!
Y vaya si me lo enseño, el patio nuevo, el nuevo gimnasio donde todos los niños nos miraron extrañados y a juzgar por la sonrisa traviesa e ilusionada del director, no sé cual de los dos lo estaba disfrutando más, él o yo.

Me fui de mi antiguo colegio sin lo que fui a buscar, pero me llevé, en el fondo de mi corazón la paz y la alegría de haber vencido a otro monstruo del pasado.

13 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Me alegro, Ender. Me alegro muchísimo.
La mayor parte de los fantasmas del pasado solamente son grandes en nuestra cabeza, si los enfrentamos son diminutos, hasta inexistentes.

angelito dijo...

Me he visto a mi misma haciendo lo mismo, yo no lo he logrado, no he vuelto al cole de mi infancia, y alguna vez cuando paso delante de él, sale el fantasma a buscarme a la puerta. Enhorabuena por haberlo conseguido.

Me ha encantado leerlo, va a ser que ya nos vamos acostumbrando a ser adultos ¿no?

Candela dijo...

Qué alegría me ha dado leer esta entrada, por lo que ha supuesto para ti. También porque me hace pensar a mí. Creo que en mi caso sería al contrario. Siempre que he visitado de adulta uno de los "templos" de mi infancia, me he sentido decepcionada, como quien espera que todo permanezca igual y no ha sido así. Todo ha cambiado, se ha modernizado y en cierto modo considero que ha perdido el alma de entonces, la que a mí me llenó en su día.

Candela dijo...

Una cosa que siempre se me olvida preguntarte. Tu nick ¿tiene algo que ver con un libro de ciencia ficción? El juego de Ender, uno de los libros de ciencia ficción que más me ha gustado.

Ender dijo...

María Jesús, lo sé, pero ya se sabe de la teoría a la práctica... :D

Angelito, pues ya sabes, cualquier día agarras al fantasma del cuello y entras con él al cole, ya verás como se desintegra :D
Será eso, que aunque no sea consciente de manera global, me voy acostumbrando a ser adulta :D

Candela, lo tuyo es justo al contrario, alguna que otra vez me ha pasado y me pasa sobretodo con mi antiguo barrio que está tan cambiado que no lo reconozco y me entristece, por qué está peor.

Oy, oy, oy, oy, pero que lista! Pues sí, eso es, mi nick es el prota de la saga de Ender de Scott Card.

larous dijo...

Yo no tengo demasiados malos recuerdos del colegio en sí. Quiza de los compañeros si, pero eso es otra historia.

Mi cole lo derribaron hace un par de meses para ampliarlo, y no sabes la pena que me dio.

Ender dijo...

Bueno, para mi es lo mismo, cole, compis cabrones, todo lo englobo dentro del cole y de sus dinámicas.

Lo derribaron? era viejo o ya no habían niños? :DDDDD

Liz dijo...

pues ya ves ...yo he llorado un poquito...y es que me he visto reflejada en tu relato, aunque ya no me acuerdo cuando dejé atrás el pasado...

Besucos y felices días

Lourdes

Ender dijo...

Liz, en que parte te has visto reflejada? no te imagino teniendo malos recuerdos del cole.

Besos

Candela dijo...

Precioso nick pues. Tuve un tiempo en que leí todo lo que pude de Orson Scott Card. Me gusta!

Liz dijo...

Del cole de 13, 14 y 15 no...

del de niña sí... Imaginate una España de postguerra todas o casi todas las niñas morenas o castañas, yo con el pelo rubio practicamente albino y los ojos clarisimos...ya sólo por ese hecho eres diferente y las niñas te miraban casi como quien veía a un niño de raza negra, si a eso le añades estar en el sitio que no te corresponde... estar en un colegio pijo cuando tú eres de clase media baja...ya te puedes imaginar el resto...

Pero no sólo las niñas...a las que puedo disculpar, sino las monjitas, que la única disculpa que tienen es la de la sociedad mojigata y clasista en las que todos estabamos. Te podría contar cosas alucinantes...

Posteriormente alguien me dijo...era toda la sociedad igual. Sí, pero a mi quien me educaban eran mis padres y mis profesores. Esos eran los responsables de las desigualdades entre niños, de las jerarquías etc...qunque a la hora de la verdad para esas monjitas poderoso caballero es don dinero...y mi padre pagaba.

Error. De mis padres creyendo que con su sacrificio económico hacían lo mejor por mi.

Error. Las gilipolleces de monjitas y de las niñitas clasistas educadas por una sociedad clasista, politizada y retrógrada.

Consecuencia. Mi rebeldía que tú ya conoces...

diego dijo...

Me gusta leerte, Ender. Yo jamás he vuelto a ninguno de los colegios en los que me educaron, primero en Tánger y luego en Madrid. Volvería al de Tánger, mucho más humilde, aunque me temo que en mi caso no voy a encontrar a ninguno de mis maestros... Me has emocionado, igual un día me acerco por allí. Quizás todo haya cambiado, pero el olor a tiza y a pizarra permanecerán seguro.

Ender dijo...

Liz, como tienes ese caracter sociable di por supuesto que habría sido una experiencia feliz.
Siempre se me olvida la época en la que te educaste, debió ser terrible :S

Diego, me conformo con que hagas una entrada un día contando cosas de tu infancia en Tánger, me muero por leerla :D

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