Había una vez...

lunes, 10 de mayo de 2010

...una chica, casi una niña.
No le había ido muy bien en la vida, pero era una persona terriblemente optimista, y a pesar de las perrerías que el destino le reservó, siguió luchando por su felicidad.

Un día conoció a un chico, unos años mayor que ella.
Era la envidia de todo el barrio; era guapo, alto, fuerte, tenía un piso propio, coche y trabajo.
Se enamoró perdidamente.
Pasaba los fines de semana en su casa, enseguida se hizo muy amiga de la hermana y de la madre de él, enseguida la quiso como a su propia madre.
Ellas también la querían mucho, según decían.

Como era tan feliz, ya no necesitaba a nadie, a ninguna de sus antiguas amigas a las que consideraba unas niñas que recién dejaban de jugar con muñecas; hacía mucho que no las veía y tampoco importaba mucho.
Sus amigas, acostumbradas a que ella siempre andase metida en cosas de mayores, se mantenían al margen.

Un día, se presentó sin más en casa de su mejor amiga, lo disfrazó de una visita casual y se encerraron en su habitación.
Ella sacó un cigarro, como para reafirmar lo mucho más mayor que era y se lo fumó en la ventana de la habitación.
Estuvieron hablando de todo un poco, como si no hubiesen pasado meses desde la última vez, hasta que llegaron al novio; entonces ella se calló.
Su mejor amiga vió entonces en su cara esa mirada sombría y triste que a veces le oscurecía el alma y supo que algo iba muy mal.
Ella sabía que sólo su mejor amiga era capaz darse cuenta de esas cosas, así que se lo contó.

Un día, estaba sentada en el brazo de un sillón, en casa de él.
Ella hablaba de cosas y cosas, él iba y venía por la casa y de vez en cuando le contestaba.
De repente, él se acercó demasiado deprisa y le dió una bofetada que la derribó; cayó de espaldas, chocó contra la pared con la cabeza, se lastimó la espalda.
Ella era una chica menuda y él un hombre grande y fuerte.
Nisiquiera pudo oir lo que él le gritaba, nisiquiera pudo saber cual fue su falta, la sorpresa y el golpe, la dejaron sorda.

Ella recurrió a su hermana, a la que quería como a su propia hermana. Cuando vió el azul en su rostro su actitud cambió, ya no le sonreía, sólo había recelo en sus ojos.
Ella le preguntó que podía haber pasado, la hermana le dio evasivas.
Es mi hermano, entiéndele, ten paciencia, habla con él.
Después, ella recurrió a su madre, a la que quería como a su propia madre. Cuando vió el azul en su rostro, no la dejó entrar en su casa.
Ella le preguntó que podía haber pasado, la madre guardó silencio con los ojos cargados de reproches; contra ella.
Se fué, sintiendo que la culpa de todo era de ella, creyendo que ella había destrozado la alegría y la felicidad que antes compartían.
Siguió sintiendo durante días las miradas de la hermana y la madre que le gritaban, ¡culpable!.
Y finalmente, se presentó en casa de su mejor amiga.

-No dejes que te de la segunda ostia, recoge tus cosas de esa casa cuando no esté y corta con él, hoy mismo- fue lo que le dijo su mejor amiga, hace ya 18 años.
Ella dijo que se lo tenía que pensar, que igual no volvía a pasar; que le amaba.

Los meses volvieron a pasar y un día sonó el teléfono.
Quedaron para esa misma tarde.
Andaban despacio por las oscuras y tristes calles, en silencio.
Llegaron a una esquina y ella levantó la mirada hasta un balcón.

Allí estaba la madre; la miraba con frialdad y desprecio.
Abrió la puerta de la escalera sin mediar palabra por el interfono.
Ella dejó las llaves del piso de él en el buzón de la madre.


El segundo golpe llegó pocos meses después del primero.
Él le había prometido que no volvería a pasar, pero pasó y ella, tirada en el suelo de nuevo, recordó las palabras de su mejor amiga y recordó el horror que vio en sus ojos cuando se lo contó, en como se ofreció a ir con ella a buscar sus cosas, incluso a mediar por ella con él.
Ese mismo día, recogió sus cosas y se marchó.

La hermana no quiso hablar con ella.
La madre la escuchó a través del teléfono y no contestó.
Después, colgó.


*Hace 18 años, la violencia contra la mujer, era una cosa que todo el mundo conocía pero de lo que no se hablaba.
No se recibía ninguna educación social al respecto y muchas mujeres opinaban que en esos casos lo mejor era aguantar y tratar de evitar las situaciones en las que el hombre perdía el control.
Los hombres que les pegan a las mujeres, no pierden el control por cosas que hacen o dejan de hacer sus mujeres.
Pierden el control por qué son personas con complejos de inferioridad terribles y grandes frustraciones, que a menudo se han visto maltratados en el ámbito familiar o humillados por otros que consideran más fuertes como un jefe o una autoridad.
Eligen a sus víctimas, mujeres, a las que consideran inferiores y de su propiedad, amparados en una sociedad que durante décadas no les ha quitado la razón, que los ha educado para que piensen así.
Los maltratadores, dificilmente se curan y además del maltrato físico visible, está el maltrato psicológico, antesala del físico, que destruye la autoestima de la mujer dificultando el abandono del maltratador cuando llegan los golpes.

Durante mi vida, he visto de más o menos cerca, los suficientes casos de violencia contra la mujer, como para saber que cualquier mujer, incluída yo, puede llevarse la ostia de un hombre así.
Puede que la primera sea inevitable, pero para cuando llegue la segunda ya deberías estar lejos de ese hombre.
No hay excusas, ni razones, ni explicaciones. Te va la vida en ello.

9 comentarios:

Juan Antonio HERGUERA TORRES dijo...

Beim ersten Mal tut es nicht Weh?
Ein zweites Mal wird es nicht geben!
(B********)

mariajesusparadela dijo...

Tienes razón, pero esos sinvergüenzas. lo primero que minan es la autoestima hasta hacerlas creer que nunca se desenvolverán solas, porque son unas inútiles.

Candela dijo...

Buena historia la que cuentas para ilustrar no solo el maltrato, sino también la pérdida del propio entorno, que no siempre es casual ni voluntaria, sino sutilmente teledirigida.

Ana dijo...

Simplemente decir que se me ponen los pelos de punta cuando leo o escucho historias así. El otro día un taxista me contaba que una amiga suya se ha ido a Ávila a vivir a un centro de acogida y que está feliz de la vida, le han buscado un trabajo y está empezando de nuevo... Esta chica en cuestión llevaba quince años con su pareja, todos eran del mismo grupo de amigos, y por supuesto, el taxista me decía que nunca en la vida se hubieran figurado que él era un maltratados. Cuando ella se decidió a contar la historia empezaron a atar cabos: el día que ella apareció con un dedo roto, las malas contestaciones... Pero me quedo con lo positivo, ella ahora está feliz y lo cierto es que se lo merece

Chelo dijo...

qué decir... ojalá todas las mujeres muertas estos años por violencia doméstica se hubieran largado a la segunda, como tu amiga...

Isa dijo...

Realmente es muy difícil darte cuenta de que te están maltratando porque efectivamente pierdes a tus referentes, te encierra en su círculo, y manipula tu mente hasta tal punto que no ves. No lo ves.

Ahora por lo menos se habla de ello.

diego dijo...

Ender, afortunadamente, cada día las mujeres "aceptan" menos las situaciones como la que cuentas. Pero aún queda un largo camino por recorrer, todos conocemos (o intuímos) casos parecidos.

Ender dijo...

CHucky, mande???? ;P

María Jesús, por eso el maltrato llega a lo físico, por que normalmente primero se destruye el alma y luego el cuerpo.

Candela, te puedo asegurar que en un caso como este duele más el rechazo que el golpe, son dos maltratos distintos.

Ana, debe ser terrible descubrir que lo
tienes delante de los morros y no lo ves, y terrible estar rodeado de gente y tener que callar...

Chelo, ojalá todas las mujeres que se vean así reciban la primera ostia antes de que les hayan hecho creer que son una mierda, por que entonces huir es casi imposible.

Isa, cuando te convencen de que no vales nada no hay nada que ver, es que lo que te dicen es la verdad absoluta.

Diego, lo que me parece realmente preocupante es que en el mundo en el que vivimos, estas actitudes por parte de los maltratadores no vayan a menos, lo que es alarmante no es que un señor de 70 tacos sea así, lo jodido es que lo sea un chaval de 18 años, por que quiere decir que nos estamos concentrando en la parte final del problema, pero no en lo que lo desencadena, que es un tema complejo, espinoso y muchas veces ignorado.

Juan Antonio HERGUERA TORRES dijo...

@Ender: jop... cuando dices que el último disco (qué digo disco: discazo) de Rammstein no te gusta... lo dices en serio.
Es parte del Bückstabü: "A la primera no me haces daño, pero no habrá una segunda" (o algo así).
Vamos, que la vida es más sencilla con un bate de béisbol en la mano.

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