Puta

lunes, 11 de abril de 2011

Ha oído hablar tanto del infierno, tantas veces ha tratado de imaginar ese lugar horrendo y espeluznante, cerrando los ojos y tratando de verlo en su mente, pero todas y cada una de las veces, lo único que ve es la cara de todas y cada una de las personas que le arrancaron un trozo de alma, las caras de las personas que no hicieron nada para ayudarla, para protegerla y no puede creer que tras la muerte haya algo peor que esto.

¿Algo peor que las palizas,
que el abandono,
que los hombres que se han aprovechado de ella?
¿Hay algo peor?
¿Peor?
No puede creerlo.
Tal vez es por la cantidad de pastillas que flotan en sus venas,
o por la cantidad de whisky con las que las ha ayudado a pasar garganta abajo;
pero no puede creerlo.

Tropieza con algo, el eco resuena en la casa vacía,
vacía,
oscura,
tenebrosa,
solitaria.
Encendería la luz pero teme verse reflejada en alguna superficie traicionera.
Se acompaña de otro vaso de whisky y trata de andar por el pasillo pero tiene miedo de los monstruos que acechan en las esquinas.
Se viste,
o tal vez,
se desviste,
se maquilla pero el pulso le falla y el contorno de los labios se vuelve una línea vacilante,
los párpados demasiado oscuros,
como el miedo de su alma,
el colorete demasiado alegre,
como la sonrisa falsa que ensayaría si tuviese valor de mirarse al espejo.
Se calza unos tacones y coje el ascensor.
En la calle para un taxi y se ríe en el asiento de atrás.
Si fuese un hombre estaría cogiendo un taxi para irse de putas.
Pero ella,
ella,
ella,
coge un taxi para ser la puta esta noche.

El taxista repite dos veces la dirección, la mira fijamente, pero la lleva hasta su destino.

Baja del taxi, se agarra a la puerta y se vuelve a reir.
Se endereza, se retira el pelo de la cara y se gira.
La calle frente a ella llena de bocas iluminadas que desean engullirla, sólo es cuestión de elegir cual de ellas.
Anda por la calle de adoquines, está a punto de perder el equilibrio varias veces y al final tropieza y cae; se hiere las rodillas desnudas, pero nada le duele, se levanta y elige el bar de las luces rojas.

Entra y echa un vistazo, las mujeres la miran, los hombres también, elige un asiento en la barra y se sienta, pide un whisky y empieza a beberlo mientras decide con cual de esos se irá a la cama.

Al cabo de unos minutos se acerca un hombre y echándole el aliento a la cara le pregunta que cuánto.
¿Cuánto?
Ella lo mira y se da cuenta de que no sabe qué decirle.
Gira la cara, buscando ayuda de la chica que tiene al lado, pero ésta la mira con desprecio.
Le pasa lo mismo con todas las mujeres del lugar, que la miran con hostilidad.
Como no se decide, el hombre da media vuelta y se va.
Hay algo raro en esa chica.
Ella trata de levantarse y seguirlo, por que esta noche,
es una puta,
no,
es la puta,
la puta que todos ellos le dijeron que era,
los miembros de su familia,
los amigos que trajeron,
aquel hombre mayor cuando ella era tan chiquita,
su primer novio,
la puta que sabe que es,
tantas veces se lo han dicho,
tantas se lo han hecho sentir,
tantas la han tratado como tal,
tantas han utilizado su cuerpo sin su consentimiento.

Pero hoy, hoy es distinto,
hoy se ha metido en un bar de putas,
un bar de putas baratas,
como ella,
en la calle de las putas,
en el barrio de los parias,
en el mundo al que siempre ha pertenecido,
aunque ahora duerma entre sábanas de seda,
y beba vino caro,
y hable de música clásica y cuadros de pintores malditos,
ese mundo donde sólo es una farsante,
la puta del hombre rico.

Esta noche es diferente,
por que va a cobrar por lo que es,
esta noche se va a lanzar a los brazos de su destino.

Pero entonces, justo enfrente suyo la ve.
Una niña de apenas 20 años, mal maquillada, con un vestido demasiado corto y unos zapatos con demasiado tacón.
La ve y se levanta,
recorre la superficie del espejo con sus dedos temblorosos,
trata de apartarle el pelo de la cara,
acaricia sus mejillas
y la mira largamente sin dejar de acariciar su reflejo.

No es más que una niña
la niña que era
la que robaron
la que destruyeron
y se da cuenta entonces
del rimel corrido por las lágrimas de euforia
del colorete demasiado rosa
de los labios demasiado rojos
de los párpados demasiado negros
y piensa con una sonrisa torcida en la boca
que sí,
que esta noche parece una puta,
al fin,
pero una puta triste.
Quién querría esta pasar esta noche
con la pobre puta triste.

Coje su bolso y camina hasta la salida
llega hasta una vía principal y levanta la mano para parar un taxi.
Los taxis pasan
pero no paran
ubicada en contexto
vestida así
borracha
quién iba a llevarla esta noche.

Anda el trayecto con sus zapatos de tacón alto,
los que se compró para ir a la Ópera
y después de
mucho
mucho
mucho
rato,
llega a la casa vacía,
se mete en la ducha,
se quita el maquillaje
y se acurruca entre las caras sábanas blancas.

Mañana será de nuevo la joven amante del señor importante
y nadie sabrá nunca
que a pesar de todo lo que le dijeron,
para puta
tampoco sirve.

4 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Me dió la impresión de estar leyendo algo que ya he leído antes.

Algo terrible.

Rosa Ballerina dijo...

No se porque me da la sensación de que esto ya lo he leído antes. Tela..., no se que opinar, me he quedado en blanco.

Besos!!

Isa dijo...

A muchos se le debería pudrir la boca cada vez que dicen puta...

Ender dijo...

Por que se me coló una entrada doble un día, y la pospuse, pero sí, ya había sido publicado durante unas horas al menos.

Y a muchos se les debería pudrir el resto, cada vez que se beneficían de una, desde el que la paga, hasta el que la trae.

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