Epiléptico: La ascensión del gran mal

lunes, 13 de septiembre de 2010

Epiléptico: La ascensión del gran mal, es la historia de David B. y la de su familia.

Lo primero que impresiona es el tamaño de esta novela gráfica, un buen ladrillo, de los que no hay manera de llevar en el bolso para ir leyendo en el metro de camino al trabajo.
Después de unas páginas, impresionan muchas otras cosas.

David, nos cuenta como la enfermedad de su hermano mayor, la epilepsia, y la actitud de éste frente a su enfermedad, destrozan a su familia.
Para ello nos adentra en la infancia de los tres hermanos, él es el mediano y tiene una hermana menor, que va cambiando a medida que su hermano manifiesta la enfermedad con más intensidad.
Nos explica como sus padres no desfallecen nunca tratando de encontrar una cura para una enfermedad que cada vez se vuelve más agresiva, nos explica sus peregrinajes por comunas macrobióticas, las miles de terapias alternativas que prueban y los cambios de alimentación, de vida, de creencias.

Pero nada funciona, y a la vez que el hermano se hunde en la negrura de la enfermedad, arrastra con él al resto de miembros de la familia, que ven como su vida empieza y termina en la enfermedad de su hermano.

Nos habla de la rabia que siente por él, nos muestra el mundo de fantasía que construye para sobrevivir, un mundo tenebroso lleno de muerte que le mantiene cuerdo y a la vez triste, de como huye de su familia y de sus primeras relaciones sentimentales.
Y de como la enfermedad de su hermano planea sobre todo ello.
Del vacío que siente al mirarle, ya adulto, de la distancia insalvable entre ambos, de la ruptura familiar, de la soledad.

Me ha gustado particularmente por su ausencia de juicios morales a esos padres que para salvar a un hijo, arrastran a dos, a lugares y situaciones disparatadas, muy probablemente, nada aptas para niños.

Aunque me ha parecido llamativo, que de todas las cosas durísimas que David nos cuenta, una de las más dolorosas es descubrir como tras tantos años de esconder su secreto, se abre a una persona de su nuevo entorno y como poco tiempo después, es rechazado por la misma, al no poder soportar ésta la dureza de lo que su nuevo amigo le cuenta sobre su pasado.

Y al hilo de esto, se me plantea nuevamente una duda que me he planteado muchas veces.
En relación al dolor ajeno, ¿hasta que punto estamos obligados a cargar con ello?
Si tengo un amigo/a X, que con sus vivencias y acciones me causa dolor al ver su sufrimiento pero sé que probablemente yo sea una de las pocas personas que le pueda ayudar, ¿cuanto he de soportar?
¿Es lícito que corte mi amistad con X para protegerme o mi deber moral es aguantar carros y carretas por el bien de la otra persona?

8 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Yo creo que tenemos hacia los demás las mismas obligaciones que hacia nosotros mismos. Cuando el sufrimiento de los demás acaba con nuestra vida ¿que podremos ofrecer luego? Creo que hay que encontrar un equilibrio, pero no sé dónde está.

Cristina dijo...

Qué curioso, porque esa misma duda moral salió a colación el sábado en una conversación que tuve con dos amigas.

A la conclusión que he llegado es a que cada uno debemos conocernos a nosotros mismos, y saber dónde están nuestros límites, lo que podemos dar y lo que necesitamos recibir, afectivamente hablando. En nuestra tradición moral se supone que hay cierta exigencia con el buen trato a tu entorno inmediato (en especial a padres, a hijos, a amigos muy cercanos), pero tampoco se exige que nos erijamos en salvadores del universo, porque Madre Teresa nace una en cada generación, con suerte.....

También pienso otra cosa: a veces, para ayudar con eficacia, se necesita distancia afectiva, con lo cual puede darse la paradoja de que ayudes de manera estupenda a alguien que conozcas poco o nada, y que no seas capaz de desarrollar esa capacidad con alguien a quien estés muy vinculado. Esto es algo totalmente cierto.

Por último: mucho ojo, hay personas que realmente no necesitan ayuda, sino que son una especie de vampiros afectivos, capaces de absorber absolutamente toda tu energía, con tal habilidad, que incluso piensas que es obligación tuya el aguantarlas. Y nada de eso, si la persona está sana y tiene su independencia económica, tendrá que tratar de encontrar su camino sin victimizarse.

Bicos.

Rosa Ballerina dijo...

El libro pinta bien, pero esta temática no es mi estilo de lectura.

Respeto a la pregunta, no se, me es difícil tener una opinión clara sobre ello. Realmente depende de muchas cosas, de lo que signifique esa amistad para nosotros, del afecto que tengamos a esa persona, y de la actitud de esta con nosotros.
Todos pasamos por malas épocas a veces, y nos gusta poder contar con alguien para que pasen más rápido y sean menos dolorosas. Otra cosa sería que la persona en cuestión se hiciera la víctima para evitar que nos distanciáramos, entonces habría que hablar las cosas claras.

Ender dijo...

María Jesús, yo tampoco sé dónde está ese equilibrio si te soy sincera :D

Haw, pero a veces a quien conocemos realmente es a la otra persona y sabemos que nos necesita y que sin ayuda está bien jodido y a pesar de que hemos llegado al límite, seguimos y seguimos.

Estoy completamente de acuerdo con lo que dices sonbre lo de tomar distancia, yo también lo pienso, pero el hecho de que nos ayude "un extraño" siempre nos da la impresión de que resta valor a la ayuda.

En realidad yo estoy hablando de personas que realmente necesitan nuestra ayuda, lo de los vampiros emocionales es un tema aparte que para nada entran en esta categoría.

nee, que estilo de lectura te gusta?
Yo creo que para eso soy bastante heterogénea, que lo mismo me da un cómic que un libro de teología si el tema me parece interesante o me aporta cosas nuevas.

Por descontado nos predisponen a ayudar las variables que comentas, el afecto, la unión que tengamos con esa persona, como nos trata.
Pero para mi la duda moral sigue siendo la misma, quiero decir que mis obligaciones me implican a mi misma indistintamente de la actitud del otro, si yo creo que es mi responsabilidad deberé ayudar lo mismo a un amigo que me cabronea que a uno que no, lo que deberé valorar es la necesidad de ayuda, otra cosa es que me entren ganas de romperle la cara de vez en cuando XD

Rosa Ballerina dijo...

Me gusta mucho la literatura en general, y leo de todo, clásicos, contemporáneos, poesía, etc. Pero los libros que tratan directa o indirectamente de enfermedades, o experiencias entorno a estas los evito, por una situación personal me tocan mucho, igual que las series de médicos, o películas tipo Mar a dentro por poner un ejemplo. Por esto dije que no me iba la temática.
Ahora mismo estoy terminándome uno de Murakami, Tokyo Blues. Tiene un estilo un poco especial, a veces se explaya demasiado narrando algunas situaciones, así que lo recomiendo a medias :P

Besos!!

Ender dijo...

Si es por algo personal que te remueve, entonces mejor dejar lejos esos libros :D

A mi Tokyo Blues me lo habían recomendado mucho, mucho, mucho, pero la verdad es que me decepcionó, está bien pero no es para caerse de culo, es un libro como muchos otros.
Al cabo de un tiempo leí Sputnik, mi amor, y me ratifico en mi opinión del autor.

Besos

Cristina dijo...

A mí tampoco me van mucho las series de médicos, ni el regodeo en las enfermedades, con todo lujo de detalles.

Ender, es evidente que hay casos donde la fuerza moral empuja a la ayuda, hasta el punto de la desesperación. Por ej, el caso de una madre ayudando a un hijo drogadicto, aunque, de manera objetiva, sea un caso perdido. Conozco un caso cercano, de la hija de una amiga de mi madre, que es una enferma psiquiátrica y, a mayores, poliadicta. Con la ciencia en la mano, no hay ningún caso con su perfil que haya logrado superar la adicción. Al problema de la droga se le une el de épocas en los que tiene brotes psicóticos del estilo ahoratemato, ahoratepego, así que imagínate lo que es convivir con esa persona: toda su familia está también a tratamiento, hacen las mil y una terapias...en fin. Si se tiene mucho dinero, hay una vía, que es el internamiento en un lugar ad hoc, cosa que, lamentablemente, la sanidad pública no cubre. Hablaríamos de poder gastar tres o cuatro mil euros al mes, hay que disponer de una solvencia considerable.

Creo que el dilema moral que plantea un problema así carece en absoluto de solución. Nada de lo que se haga es 100% correcto: el implicarse trae consigo la propia autodestrucción, y el no hacerlo, el remordimiento. Así que, nada que hacer, sólo resistir como mejor se pueda.

Ender dijo...

A mi algunas me gustan y otras no, no tengo una clara debilidad por ellas, vamos.

Si me dan a elegir, yo me quedo con el remordimiento, por que con eso se sobrevive, de lo otro, no se sale.

Aunque el remordimiento no es ningún regalo, precisamente.

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