Esta mañana, hemos ido al zoo con unos amigos.
Habría mucho que debatir sobre lo necesario, lo correcto y lo ético de los zoos, pero para la mayoría de personas, es la única manera de acercarse a animales, que de otro modo, jamás vería más que en la tele.
Desde luego, hay cosas que hacen que a uno se le salten las lágrimas a poco que sea sensible, cómo las instalaciones de algunos felinos, que son tan pequeñas que "la casa de mi abuela es más grande que esta jaula" cómo ha dicho un muchacho mientras observaba a la pantera negra.
Todo esto venía a cuenta del impacto que tienen los animales sobre las personas, es una cosa que nunca deja de sorprenderme.
Los seres humanos somos muy déspotas con el reino animal, sabemos y en consecuencia, actuamos, que estamos por encima de ellos, cualquiera tiene asumido que un animal es inferior a una persona, sin embargo en un zoo, lo que más veces puedes ver y oír, es a alguien tratando de humanizar a los animales o resaltando la aguda inteligencia que demuestran, habitualmente por qué te están pidiendo comida.
O sea, que somos superiores pero en cuanto vemos a un animal, nos matamos por descubrir su inteligencia oculta y rápidamente les encontramos rasgos absolutamente humanos; ese osos tiene cara de tristeza, aquel mono está helado, se le nota, ese león se aburre...
A mi, me gustan los animales cursis, no lo puedo remediar, los pandas, los koalas, los delfines...ponme un animal cursi y allá que voy a mirarlos un rato.
Y si vas a ver los delfines, verás otra cosa curiosa, a las personas las vuelve locas el afecto animal y los delfines, son muy afectuosos, vaya, que sólo les queda salir de la piscina, que vengan, te den un abrazo y te pregunten; -hola, que tal estás?
Los delfines tienen debilidad por los niños, se les plantan delante y les hacen carantoñas, también les gustan las parejas de novios, les hacen más caso que al resto de personas, dan vueltas y vueltas y se paran justo delante con esa expresión, que realmente parece una sonrisa y se quedan un rato.
Yo pongo mi mano contra el cristal y siempre obtengo mi recompensa, un gran delfín siguiéndola, apretándose contra ella, cómo si realmente la pudiesen sentir, un gran delfín plantado allí delante, mirándome y emitiendo esos sonidos agudos, que vete a saber que te estarán diciendo, dándome un poco de eso, cariño animal, regalando piruetas, algo de su tiempo y atención.
Y en ese momento no puedo menos que preguntarme, seguro que somos nosotros los que venimos de visita al zoo o son ellos los que vienen a visitar personas?
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