Hace años, cuando yo era pequeña, vino un hombre a mi casa, a entrevistar a mi abuelo.
Después de esa vez, vino otras más; siempre llevaba una libreta y tomaba notas con un lápiz amarillo de rayas negras.
Llevaba años buscando una serie de artículos publicados en un períodico de la época anterior a la guerra y había entrevistado a todos sus autores.
De los 7 que mi abuelo escribió, 5 fueron localizados con cierta facilidad, dos, se encontraron al cabo de años de búsqueda y el último, se localizó muchos años después.
Cuando el periodista avisó a mi abuelo, mi madre se ofreció a ir a buscar el artículo, localizado en el archivo histórico de nuestra ciudad y cómo si tuviese miedo de lo que iba a encontrar, me pidió que la acompañara.
Llegamos al archivo, nos ubicamos, mi madre estaba nerviosa, se notaba, hicimos la petición y esperamos, esperamos, esperamos; al fin, nos avisaron.
Pasamos a una sala dónde se cargaban los archivos, en una especie de film que se visiona con una máquina , nos sentamos y leimos.
En ese momento, cobré consciencia de lo poco que conocemos a nuestra familia, al leer las palabras de ese hombre, escritas tantos años atrás , palabras ansiosas de cambio, palabras llenas de ilusión, de sueños, de futuro.
Allí estaba, el último artículo, buscado durante tantos años, perdido durante tantos años.
Por la mejilla de mi madre, se descolgaba una lágrima de emoción, permaneció en silencio minutos después de haber terminado de leer y sólo dijo:
-Que hombre tan admirable...
Estuvimos allí largo rato, mientras estuvimos calladas, pude imaginar, cómo eran los lugares que se describían en el artículo, un pequeño pueblo,de calles polvorientas, transitadas, soleadas, los trabajadores del campo, llevando sus cestos de aceitunas, la cooperativa, bulliciosa, construida con tablones de madera, que gruñían al ser pisados, en penumbra para aliviar el calor de la calle, gente yendo y viniendo atareada, el olor de las aceitunas impregnándolo todo, voces, risas, vida.
Sólo un espejismo, la realidad fue muy distinta.
Pero por un momento, leyendo esas palabras, pudimos imaginar, lo distinto que el mundo podría haber sido y descubrí, el hombre tan admirable que mi abuelo había sido, antes de ser, el hombre admirable que ha sido durante toda mi vida.
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7 comentarios:
Es curioso. A veces nos preocupamos mucho en conocer las cosas de los demás y ni siquiera sabemos lo que somos nosotros mismos, ni de donde venimos.
Qué raro.
1 besito.
Se puede ser tan feliz con tan poco....sólo con imaginar. Sólo hay que saber serlo.
Un herrerillo
Ender, quién sabe si algún día un nieto tuyo buscará los blogs de la abuela y echará una lagrimilla recordándote...
Un beso, herrerillo.
Zoldar, habitualmente, nuestra familia nos es desconocida, estamos demasiado cerca y demasiado lejos de llos.
besitos
Herrerillo, la imaginación ayuda mucho a ser feliz ;D
Diego, esa idea ni se me había pasado por la cabeza...pero me ha gustado :D
Besitos
Los hilos familiares son complejos: quizás aquel al que necesitaríamos o con quien nos identificaríamos, se encuentra una, dos o tres generaciones atrás, o está por venir.
Bonitos recuerdos, Endercita.
que curiosos son los pasos que nos llevan a descubrir al que tenemos al lado.
Bonitas palabras Ender
Hawai, muy cierto :D
Angelito, descubrimos tantas cosas importantes por casualidad...
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