¡Chulo!

lunes, 11 de enero de 2010

El otro día, estuve hablando del colegio y de como una experiencia que parecía que iba a ser terrible se convirtió en una oportunidad para reparar el dolor del pasado.
Aunque no me gusta rememorar momentos de mi dificultosa infancia y adolescencia, a veces me sorprendo recordando con extraordinaria lucidez, cosas de aquella época.
La entrada del colegio me hizo pensar en mi relación con el profesorado que fui encontrando a lo largo de mi vida académica, que creo yo, marca una diferencia notable con mi relación en general con la autoridad.

Me acordé especialmente de un profesor que tuvimos, que recibió a mi curso que empezaba el Bup aquel día, con una serie de improperios y adjetivos que en nada nos predispusieron a mostrarnos de otro modo que no fuese arrogantes y revoltosos.
Para mayor desgracia, aquel sería el director del instituto hasta finalizar el año escolar, así que no iba a ser una relación fácil.
Tenía fama de chulo y autoritario, daba clases mascando chicle y dedicaba miradas despreciativas al osado alumno que no preguntase algo suficientemente inteligente y si le pedías que revisase tu exámen, te dejaba caer que como encontrase algo mal, te bajaba la nota.
En fin, un genio de la pedagogía.
Lo sufrí durante dos años en el diurno y cuando pasé al nocturno, descubrí con horror, que lo iba a seguir sufriendo.
Sin embargo, el profe chulo, pagado de sí mismo no era el mismo en nocturno.
Un día, me di cuenta de que lo que le pasaba es que estaba acojonado; de que lo pusieran en evidencia, de que lo chulearan, de que se le subiesen a la chepa y cómo la mejor defensa es un buen ataque, pues nada, vamos a darles fuerte y que no puedan ni levantarse.

Nocturno era un mundo aparte y los profesores pasaban de tratarte como a un elemento peligroso a un adulto en ciernes, así que durante sus clases, una vez establecida una dinámica aceptable con los alumnos, empezó a comportarse como un profesor relajado y suelto e incluso se permitía desvariar y pasar de la física a la astrología, aunque ese día, ante el reto de adivinarle el signo zodiacal sólo por su forma de comportarse, no salió muy bien parado y creo que aún hoy se pregunta como narices logramos adivinarlo a la primera.

No sé exactamente qué pasó y puesto que nunca tuvimos una relación personal salvo por lo estrictamente académico, tampoco sé por qué lo hizo, pero un día, estando yo sentada en un banco de la entrada del instituto leyendo mientras esperaba que empezase la primera clase, se acercó vacilante y se sentó a mi lado.
Yo levante la cabeza de mi libro y lo miré perpleja puesto que por su expresión corporal me resultó evidente que no estaba allí por nada que ver con su asignatura.
Le saludé y él simplemente movió la cabeza mascando chicle, se concentró y tras mucho esfuerzo me dijo:
-A veces las cosas no son fáciles, ¿verdad?
Ni que decir que en este punto mis alarmas estaban sonando todas juntas, a la vez y muy alto.
Yo negué con la cabeza.
-Eres una buena alumna-
claro, por eso estoy repitiendo-pero a veces las cosas se interponen en nuestro camino, ¿no crees?
Yo asentí con la cabeza.
-¿Tienes problemas en casa?-preguntó al fin.
No hacía falta ser Einstein para saber que mis problemas académicos estaban motivados por causas personales, pero en realidad, el problema no era
mi casa, eso era parte del problema, pero el problema, problema, era la vida en general.
Ante lo insólito de su pregunta, si tenemos en cuenta que esas preguntas quedan reservadas al tutor del curso, que no era él, siguió hablando.
-Yo me estoy divorciando de mi mujer y tengo una hija de tu edad más o menos y sé que lo está pasando mal.
Llegado este punto, yo estaba que no cabía en mi de tanto alucinar con lo que estaba oyendo, de todas las personas del mundo que yo conocía a la que menos me imaginaba haciéndole confesiones paterno-personal a una de sus alumnas, concretamente a mi, era precisamente al profe de física, pero allí estaba, abriendo su corazón a una adolescente que lo miraba al borde del colapso.
-A veces-continuó una vez pillado el ritmo intimista-me doy cuenta de que no estoy siendo un buen padre con ella- y me miró como si yo pudiese redimirlo de alguna de sus faltas paternas.
Y a pesar de que el profesor de física era un chulo y todo lo demás, ahora, delante mío estaba una persona que me trataba como un igual y estaba siendo sincero de una manera que probablemente no practicaba muy a menudo.
Le conté que mis padres estaban divorciados y lo complicado que había resultado el proceso y todo lo demás.
Le conté que sí, que los hijos lo pasamos mal, que a menudo los padres se olvidan de nosotros tan ocupados como están en ajustarse las cuentas el uno al otro.
Le conté que es difícil ser adolescente.
Nos quedamos en silencio sin necesidad de decir nada más y justo antes de levantarse me dijo:
-Sólo quería que supieses, que si tienes problemas, puedes contar conmigo.
Y se marchó.
Tuve que soportar varias semanas de compañeros preguntando que de qué habíamos hablado, cosa que por descontado, nunca revelé; el profe de física tenía una reputación de chulo y borde que mantener y yo, no quería estropeársela.

8 comentarios:

Chelo dijo...

vaya, chica, me has dejado tocada con esta entrada... muchas veces juzgamos a la gente por la impresión que nos causan de forma muy superficial, sin ir más allá y a veces nos ecovicamos. Detrás de cada uno hay una historia, no creo que eso justifique una mala actuación, pero es cierto, que saber un poco más de los demás, nos da más flexibilidad para entenderles...

Candela dijo...

Me ha conmovido esa historia. Revolver en el cajón de los recuerdos es bueno para hacer balance y poner cosas y personas en su sitio.

mariajesusparadela dijo...

Yo creo que en los seres humanos solo hay que hacer saltar la pintura: debajo, todos, estamos en carne viva.

SOMMER dijo...

Las reputaciones son, casi siempre, falacias...

Isa dijo...

Me ha encantado tu historia Ender. Muy buena. La experiencia me ha demostrado que, normalmente, detrás de alguien que va de duro hay un ser inseguro... y al revés. Cuidado.

Ender dijo...

Chelo, no te ha pasado nunca de conocer a una persona peculiar, por ejemplo en el trabajo y verla hacer cosas y como la conoces, la entiendes y no pasa nada y sin embargo, otra persona ve lo mismo y piensa que esa persona es marciana, o tonta, o imbécil?
Cuando conoces a alguien es más difícil criticarla.

Candela, pues esto es nuevo para mi, lo de revolver y no poner desorden emocional, digo :D

María Jesús, lo que pasa es que a algunos la capa de pintura se les ha hecho tan espesa que cuesta llegar al fondo.

Sommer, pues estoy y no estoy de acuerdo.
Una cosa son las personas y otra los personajes que nos montamos para ir por el mundo y aunque las reputaciones no siempre están respaldadas por la auténtica personalidad a veces uno se lleva sorpresas y descubre con horror que algo había XD

Isa lo del ser inseguro detrás de un prepotente lo he visto muchas veces, pero lo contrario lo he visto menos :D

diego dijo...

Preciosa historia, Ender, hasta me estoy imaginando un corto con su argumento. A mí tu profe me ha empezando cabreando por borde, luego porque pensé que pretendía otras maniobras y al final me ha sorprendido por su humanidad y soledad. Esas cosas te pasan por tener cara de buena persona (seguro que tienes cara de buena persona...):)

angelito dijo...

Curiosa historia Ender, muy curiosa.

A veces, hasta los más chulos son personas. Que habrá sido de él? crees que hablaría con su hija? tal vez era más fácil hablar con un desconocido (tu) que con su propia hija.

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.